Los pintores de Baracoa - Parque Nacional Alejandro de Humboldt
Inspiración recurrente de literatos, trovadores y poetas, Baracoa ha sido, y es, el mundo onírico de numerosos creadores, entre los que son muy atractivos y prolíferos, sus artistas plásticos.
En las últimas tres décadas, el pujante movimiento de la plástica baracoesa ha tomado nuevos derroteros gracias al talento emanado de las escuelas de arte. Paradigma de ese desarrollo en ascenso, el proyecto cultural comunitario La Musa, enclavado en pleno corazón del centro histórico, nuclea en su galería-taller a un grupo de jóvenes con diferentes inquietudes y un denominador común: la indagación constante. Su principal artífice, Orlando Piedra Labañino, es un reconocido paisajista devenido instructor, que ha sido maestro de varias generaciones. A esa grupo de noveles artistas de La Musa pertenece el pintor, diseñador y fotógrafo Jehovanny Rodríguez Sanamé, ganador del concurso en busca del logotipo identificativo por el aniversario 500 de la Villa Primada. Paleta en mano incursiona en el retrato y el abstraccionismo figurativo, pero ahora, su más reciente descubrimiento apunta a la «pintura con agua» sobre tela: una capa amarilla primero y otra siena después; el pincel y el agua se encargan de «borrar» el color con el dibujo, para que afloren luces y formas con un lenguaje interpretativo que evoca el paisaje baracoano contemporáneo. La Casa de la Cultura municipal Cecilio Gómez Lambert, también ha sido sustento del avance de la pintura en Baracoa. Allí, en su galería-taller, se expresan una decena de profesionales graduados en la academia junto con unos 15 aficionados que se inclinan, preferentemente, hacia el cubismo, el realismo y el surrealismo. Entre las propuestas más descollantes, llama la atención la obra de Mildo Matos Carcasés, profesor de esa institución que figura como único artista del país en abordar elementos de la mitología taína, su simbología y figuras. Mildo investiga desde hace tiempo las leyendas, deidades y todo lo relacionado con la arqueología y la etnografía aborigen; además de que dirige el taller Atabey (nombre de una deidad taína) que, en tres lustros de existencia, atiende la demanda de niños y adolescentes de su comunidad, exponentes asiduos en el céntrico Parque de la Identidad. Otro tanto supone la galería Los Orishas, próxima a la biblioteca citadina, cuyo anfitrión, el pintor Luis Eliades Rodríguez Martínez, graduado en la escuela de arte de Santiago de Cuba, en 1969, trabaja temas vinculados con la cultura afrocubana. Seducido por las alegorías del panteón yoruba, estudió primero los textos de Lidia Cabrera y Natalia Bolívar; y sin convertirse a la práctica religiosa, recaudó información sobre el mito nigeriano y concluyó fundando un proyecto comunitario que a lo largo de un decenio, sábado tras sábado, prepara a la bisoña cantera que dará continuidad a su legado. La praxis ha demostrado el virtuosismo de los pintores baracoesos y su marcado interés en la transmisión de conocimientos, en llevar el arte a la comunidad para hacer de este una fiesta cotidiana, una necesidad perenne, como conscientes de lo que, cierta vez, aseveró el singular poeta martiniqueño, Aimé Césaire: «La pintura es una de las pocas armas que hoy nos quedan todavía contra la sordidez de la historia».
Parque Nacional Alejandro de Humboldt
La mezcla natural de ríos, montañas y paisajes costeros con tibaracones –barras de arena entre el agua dulce y el mar a la salida de los ríos al Atlántico–, terrazas marinas y playas vírgenes como Maguana, Manglito, Cajuajo, entre otras, hacen de la naturaleza de Baracoa la más exuberante y rica de toda Cuba.
Dentro del macizo montañoso de Sagua-Nipe-Baracoa se destaca el Parque Nacional Alejandro de Humboldt, joya ecológica del mundo y área protegida más importante de nuestro país, que atesora el 24 % de las especies de la flora planetaria y la mayor densidad de endémicos. Abarca 70 mil 680 hectáreas y fue declarado Patrimonio de la Humanidad en diciembre de 2001. Este ecosistema es a la vista del visitante un juego de montañas, mesetas, llanuras, bahías, ríos, cayos, para cuya contemplación existen múltiples senderos.
Presenta 905 especies endémicas, de ellas 25 son aves y de estas 18 únicas en el país, así como otras especies de un gran valor científico y ecológico como el almiquí, la polimita, la cotorra, el tocororo, entre otros. Para la explotación turística de esta reserva, se han abierto algunos senderos como el Balcón de Iberia, El Recreo, Ojito de Agua y La Fundadora, entre otros.