Parque Independencia
"Iglesia Parroquial Mayor Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, donde se conserva la Cruz de la Parra"
Espectáculo musical en la Casa de la Trova.
"Tramo del viaducto La Farola, visto desde Altos de Cotilla."
Hermoso paisaje en el río Duaba.
"El Yunque, Monumento Nacional"
Paso de los Alemanes.

El monte espeso arropa el paisaje, la ciudad es un tesoro de la historia de Cuba, el lugar por donde todo comenzó.

Todos, propios y extraños, sienten el poder seductor de esta comarca, coctelera de leyendas, ritos y razas, verde inmensidad y azul infinitivo; selva y mar con destellos de sol o de luna sobre el océano y las montañas generosas. Si se es conciente de que se está a 993 kilómetros de La Habana, tiene mucho más sentido aprovechar el viaje, porque viajes como estos no se dan muchas veces en la vida. ¿Dónde comenzar? Directamente por las calles de Baracoa, la Villa Primada de Cuba, esa por la que diariamente deambulan miles de personajes anónimos, descendientes de indios, españoles, franceses, buscadores de tesoros, piratas, gente diversa que por allí pasó y se quedó a lo largo del tiempo sin saberse con exactitud en muchos casos su procedencia, pero quizás sensibles o permeables –mejor decir–, a la belleza silvestre de esta ciudad pequeña y enjuta, que atrapa y cautiva al visitante, desde su estrecho asiento al borde de la Bahía de Miel, que Colón nombró Porto Santo. ¿Se puede creer que alguien con tantos méritos como Hartmann, el Historiador de la Ciudad, esté siempre de ánimos para atender a cualquier desconocido, en cualquier momento del año, no importa cuando aparezca por esos lares? Pues sí, éste es hombre abierto y solícito, dulce y amable como las flores de aquellos campos, transparente como sus ríos, omnipresente como el Yunque. Pero hay que saber que con esa bondad de espíritu y ese sentido de la hospitalidad, hay mucha gente en Baracoa. La ciudad es de apariencia modesta, incluso demasiado modesta para su larga historia e innegable gloria; fue la primera capital de Cuba y en ella estuvo su primer episcopado, pero al trasladarse el poder hacia Santiago de Cuba, unos años después, comenzó para ella un lento y largo período de inflexión, que más allá de unos pocos momentos de repunte, terminó sumiéndola en una especie de amodorramiento y hasta en letargo. Prácticamente aislada por tierra firme hasta la década del 60, cuando fue concluido el viaducto La Farola, Baracoa se convirtió en un paraíso prácticamente separado del mundo real, inaccesible casi, a donde fue a parar incluso gente de mal vivir o paranoicos y refugiados, que se escabullían por sus montes densos y ricos, seguros de que no serían detectados nunca más. Pero ese fatalismo geográfico, ese aislamiento de siglos sólo resuelto después del triunfo de la Revolución en 1959, está en la base del gran encanto de la Villa Primada; y es lo que sigue generando para ella una imagen de tiempo detenido, de que todo es más auténtico y mucho más puro. Ocho o diez cosas son imprescindibles ver en la ciudad: el Museo Municipal, que ocupa los predios del antiguo Fuerte Matachín, una de las cuatro fortalezas que hizo construir España en esta plaza; el malecón de cara al océano Atlántico, punto de encuentro y lugar de solaz, que tiene por allí una gran estatua de Cristóbal Colón, así como el hotel La Rusa. Este modesto alojamiento es una especie de reliquia del turismo local, sobre todo por su fundadora, la rusa aristócrata Magdalena Rovenskaya –la Vera de la novela de Alejo Carpentier, La consagración de la primavera–, quien llegó a Cuba en los años 20 y se instaló en Baracoa atraída por el auge bananero que trajo caudales a la ciudad, donde recaló la elegante mujer junto a su esposo para nunca más dejarla, a pesar de lo efímero de aquel tiempo de bonanza. Mima, como también le conocían, falleció en 1978 y su sepelio fue un acto de masas que peregrinó hasta el cementerio local y le dispensó una vívida despedida con banda de música y sentidos discursos. La iglesia, muy sencilla, está en el centro de Baracoa. Su gran tesoro es la Cruz de la Parra, la única que se conserva de las 29 que se asegura hincó Cristóbal Colón en suelo del Nuevo Mundo para dejar constancia de la llegada a estas tierras del cristianismo y que, para más paradoja, sobrevive en una de las pocas villas que no adoptó para sí la designación española de Nuestra Señora de la Asunción, y siguió siendo de nombre taíno hasta nuestros días. Todo lo demás está cerca: la Casa de la Tro­va, que todas las noches abre con un sim­pá­ti­co espectáculo de changüí y sones cen­te­na­rios, la Casa de la Cultura y el ca­ba­ret La Terraza, centro nocturno con bailarinas, show, música local en vivo, humor y música internacional. El parque, donde se levanta la iglesia, es el centro de la vida en Baracoa. Están cerca los comercios, la biblioteca, se reúne la gente a toda hora, abren las principales oficinas e instituciones, por allí aparecen músicos callejeros que improvisan y pasan el «cepillo», pintores que trabajan y venden en caliente. La pintura, colorista, primitivista, más académica o elevada, es una de las riquezas artísticas de esta ciudad tan marcada por su entorno exuberante, cuna de paisajistas notables, como el propio paisaje increíble de los predios baracoanos. Hay algunos mercadillos aislados donde se pueden comprar lienzos primorosos, pero no se hace justicia si no se visita la galería La Musa, proyecto cultural que aúpa a noveles y experimentados artistas del caballete y el pincel, reconocido por su constancia en el tiempo y el apoyo a la formación de nuevas generaciones de artistas plásticos en la localidad.

Océano y monte En Baracoa no se han puesto claros límites la ciudad y el monte y tanto es así, que uno y otro parecen formar parte indisoluble del mismo paisaje –de donde quiera se distingue el Atlántico, de donde quiera, también el Yunque y las montañas del macizo Sagua-Baracoa. El 95 por ciento de la superficie de Baracoa es tierra de montañas, con una enorme riqueza forestal. Se han contabilizado cerca de 20 kilómetros de playas y la parte oeste del municipio alberga una considerable porción del parque natural más importante del Caribe, el Alejandro de Humboldt, que tiene 70 mil 680 hectáreas de jungla. Ha sido declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad y dentro de él, las Cuchillas del Toa, Reserva de la Biosfera. Los operadores turísticos locales ofrecen varios senderos que permiten adentrarse en esta zona verdaderamente paradisíaca, de naturaleza virgen, bañada por el río más caudaloso de Cuba, el Toa. Sencillamente se trata de un sitio que nadie debe dejar de proponerse conocer de visita en Baracoa. Pero sin salir muy lejos de la ciudad, dos paseos excepcionales pueden ser Rancho Toa y El Yunque. El primero, permite acercarse a la tradición cacaotera local, navegar por el río y almorzar un menú a base de la exótica gastronomía baracoesa; y el segundo, emprender un recorrido por esta montaña con forma de meseta que tiene cerca de 560 metros de altura y desde hace siglos, es el símbolo de Baracoa. Son otras buenas op­cio­nes el abra del Yumurí, el Paso de los Alemanes, la bahía de Mata, la playa cerca de la desembocadura del río Duaba, lugar histórico donde desembarcó Antonio Maceo en 1895, con sus cocales y los característicos tibaracones –unas islas de arena intermedias entre el curso fluvial y el océano que vienen a ser el modo más práctico de bañarse en el mar y enjuagarse con agua dulce in­me­dia­ta­mente después. Para los amantes de lo primitivo y tradicional, el Güirito es ineludible. Se trata de una pequeña comunidad rural de campesinos dedicados al cultivo del cacao, el coco y las frutas tropicales, ubicada camino a Maisí, extremo este de la isla de Cuba, donde se tocan y bailan el nengón y el kiribá, dos rarezas de la música popular cubana que sólo allí han sobrevivido y hoy se les considera fósiles vivientes de la cultura nacional. Baracoa es húmeda y verde, primitiva y simple, apacible, única y seductora. Moverse allí es como irse a hurgar entre sueños nostálgicos sobre los orígenes del mundo, sentir la mayor de todas las plenitudes en medio de un paisaje incomparable, descubrir en cualquiera de sus parajes, el esplendor y vitalidad natural de cuando Cuba era todavía tierra virgen, un mundo ante el cual nadie se queda indiferente.

Un paseo al río Yumurí Su desembocadura está en dirección este, por una carretera que por momentos se acerca al litoral y deja ver hermosas playas solitarias, como Cajuajo y Manglito, para después pasar por un curioso túnel natural llamado el Paso de los Alemanes, de donde se avista la playa de Yumurí y, desde el puente, el impresionante cañón del río, rodeado de la más verde vegetación, arbustos y aves en el más puro, sano y silencioso ambiente, vivencia solo de la magia divina donde se mezcla la leyenda aborigen del vocablo Yumurí con las legendarias tradiciones comunitarias. Hay un ranchón donde tomar algún refrigerio y botes para hacer un paseo por el curso fluvial. Una excelente vista se logra subiendo un poco, hasta la Loma de la Boruga; y la mejor de todas desde un sitio que denominan El Eleveto, criollización del inglés elevator, alusivo a un funicular que fue instalado por allí en los pasados años 20 cuando el boom bananero, para bajar los racimos de plátano de lo alto de la loma a la boca del río, de donde eran embarcados en pequeñas patanas y llevados a los cargueros, surtos mar afuera.

El Yunque, Monumento Nacional

La historia del Yunque comienza cuando el Almirante Cristóbal Colón llega a Baracoa, el 27 de noviembre de 1492, y lo describe en su Diario de Navegación: «y al cabo de ella, de la parte del Sudeste, un cabo en el cual hay una montaña alta y cuadrada que parecía isla». Desde aquel momento se convertiría en un faro natural para todos los navegantes que surcarían el litoral baraocano. Las embarcaciones que cruzan por el Canal Viejo de Bahamas saben, al ver su figura majestuosa, que están frente a la ciudad más antigua de Cuba; para los nativos, símbolo local. En 1757, el obispo e historiador dominicano, Pedro Agustín Morell de Santa Cruz y de Lora, visita la ciudad y escribe: «Al mismo rumbo corre una Serranía a modo de Yunque de Herrero. Lleva este título, y por su elevación sirve de derrotero para conocer el Puerto». Cinco años después, cuando los ingleses van a tomar la capital de la Isla, el dibujante francés Dominique Serres, quien venía alistado en la Armada Inglesa como oficial de marina, nos dejó una vista panorámica de la flota a la altura del Yunque, en los primeros grabados de la serie. El 24 de febrero de 1847, el geógrafo español Miguel Rodríguez Ferrer realiza la primera ascensión conocida al Yunque. En ese siglo hacen referencias a este José María de la Torre en su Compendio de Geografía física, política, estadística y comparada de la isla de Cuba; y Jacobo de la Pezuela en su libro Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la isla de Cuba. El Yunque tiene una exuberante vegetación, mide 560 metros de altitud. Dice el científico Antonio Núñez Jiménez: «… tiene su nombre bien apropiado, pues semeja un enorme yunque de paredones verticales y cima aplanada. Geomorfológicamente, hablando, es una mesa o pequeña meseta, elocuente testigo de una antigua y alta superficie caliza que, al ser diseccionada o cortada por la erosión a lo largo de un proceso de millones de años, dejó aquel resto orográfico». Su flora es variada. Podemos encontrar por doquier cafetales, yagruma macho, helechos arborescentes, cedro, ocuje, palmas reales, pajuá, tibisí, entre otros árboles. Pero una palma única simboliza su vegetación: la Coccothrinax yunquensis, de casi 8 metros de altura, fue descrita por primera vez por el eminente botánico cubano, Onaney Muñiz. En su avifauna encontramos tocororos, carpinteros jabao y verde, negrito, totí, zorzales, zunzunes y otros pájaros. Allí está también el recuerdo del lenguaje de los esclavos que se refugiaron en su espeso bosque, y de otros que trabajaron en los cafetales de sus alrededores. Fue atalaya de los mambises del siglo XIX. En cientos de años vio cruzar y arribar las canoas taínas, las dos carabelas del almirante Colón y los navíos de corsarios y piratas que saquearon a Baracoa en varias ocasiones. Siempre ha sido constante inspiración para músicos, poetas y escritores. La Comisión Nacional de Monumentos de Cuba tomó el acuerdo, el 25 de diciembre de 1979, de declararlo Monumento Nacional, por sus valores históricos-naturales. La proclamación se hizo en la cima, el miércoles 2 de abril de 1980, por su presidente, Antonio Núñez Jiménez, a las dos y treinta de la tarde.

Alejandro Hartmann Historiador de Baracoa

Información Práctica Alojamientos en Baracoa Hotel El Castillo 54 habitaciones dobles estándar y triples climatizadas, con baño privado, TV vía satélite, caja de seguridad y teléfono. Piscina, snack Bar, parrillada, restaurante, tienda, servicios médicos, parqueo. Excelentes vistas panorámicas de El Yunque y la Bahía de Miel. Calle Calixto García, Loma del Paraíso, Baracoa. Tel.: (021) 645165 y (021)645224 Email: reservasps@gavbcoa.co.cu Hotel Porto Santo 83 habitaciones dobles estándar climatizadas, con baño privado, TV vía satélite, caja de seguridad y teléfono. Piscina, snack bar, parrillada, restaurante, tienda, servicios médicos, parqueo. Carretera del Aeropuerto, Jaitecico, Baracoa. Tel.: (021) 645106 y (021) 645136 Email: reservasps@gavbcoa.co.cu Villa Maguana 16 habitaciones dobles estándar climatizadas, con baño privado, TV vía satélite, caja de seguridad y teléfono. Parrillada, restaurante, bar, parqueo. Playa Maguana, km 20 de la Carretera a Moa. Tel.: (021) 641204, (021) 641205 y (021) 645224 Email: reservasps@gavbcoa.co.cu Hostal La Habanera 10 habitaciones dobles estándar climatizadas, con baño privado, TV vía satélite, teléfono, restaurante y bar. Calle Maceo No. 126, e/ Maraví y Frank País, Baracoa. Tel.: (021) 645273 y (021) 645224 Email: reservasps@gavbcoa.co.cu Hostal La Rusa 12 habitaciones dobles estándar climatizadas con baño privado, TV vía satélite y teléfono. Calle Máximo Gómez No. 161, e/ Ciro Frías y Pelayo Cuervo, Baracoa. Tel.: (021) 643011, (021) 643570 y (021) 645224 Email: reservasps@gavbcoa.co.cu Hotel Liberación Pequeño alojamiento de arquitectura colonial en el centro de la ciudad, muy próximo a la Parroquial. Es de reciente estreno. Calle Ciro Frías, e/ Maceo y Ruber López. Más información y reservas: reservasps@gavbcoa.co.cu Ecoalojamiento La Esperanza De nueva apertura, se encuentra en las afueras de la ciudad, en las márgenes del río Toa, en medio de un entorno campestre, ideal para disfrutar de la naturaleza. Plantas de cacao, cocoteros y cafetos forman parte del paisaje. Paseos en bote por el río, senderos y excursiones. Renta de autos Transtur Calle Martí, No 202, e/ Céspedes y Coroneles Galano. Tel.: (021) 645225 www.transtur.cu Rent a Car Vía Cafetería El Parque, Calle Maceo, esq. a Rafael Trejo. Tel.: (021) 641671