ZONA MACO. Qué tiene que se mantiene
Arte por Excelencias y quien esto escribe regresamos a la capital mexicana cuando aún el nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador, representante del partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) no había cumplido sus primeros cien días. Amlo —así se conoce también al presidente— se ha propuesto una meta ambiciosa: acabar con la corrupción. Propósito semejante es de aplaudir en un país tan extenso, con inmensos recursos naturales, fuerte influencia de su todopoderoso vecino del norte y una frontera que es trampolín de no pocos (des)afortunados.
Levantarse a las siete de la mañana, prender la televisión y oír la conferencia de prensa que diariamente ofrece López Obrador ante decenas de periodistas que lo bombardean a preguntas nada complacientes es un excelente ejercicio para comprender las complejidades del país que cada mes de febrero acoge la Feria Internacional de Arte Contemporáneo Zona Maco en el centro de convenciones Citibanamex, a un costado del exclusivo Hipódromo Nacional.
Se equivoca quien piense que la buena o mala fortuna de un evento de arte poco tiene que ver con la situación sociopolítica de un país. En México hay mucho temor de los poderosos ante la arremetida contra el enriquecimiento mal habido y otras medidas de corte popular que está tomando el nuevo ejecutivo. Ante circunstancias de este tipo el dinero suele sacar pasaje a otros confines o ser invertido en bienes duraderos o de fácil crecimiento, como las propias obras de arte. No digo que la plata que se invierte en Zona Maco provenga de ese temor, pero tampoco es descartable.
La Feria de Arte Contemporáneo que transcurrió entre los días 6 y 10 de febrero, aunque no llegó a las cotas de su predecesora, mantuvo un nivel muy digno de calidad y de participación —con alguna que otra ausencia— de las principales galerías del mundo, y se ratificó como el evento de su tipo más importante que se realiza en América Latina. Digo «de su tipo» porque es un sinsentido compararlo con la venidera Bienal de La Habana, muy distante conceptualmente de esta Feria y otros espacios similares que pululan en el mundo.
Con sus cinco secciones —General, Nuevas Propuestas, Zona Maco Sur, Arte Moderno y Diseño— Zona Maco sigue siendo un evento bien estructurado. Esta vez regresó el performance, y la sala de conferencias, mudada para la entrada y muy cerca del stand de Arte por Excelencias, se colmó de un público ávido de conversatorios sobre temas medulares del arte contemporáneo que no soslayaron lo social, lo económico y hasta lo ecológico. Por ejemplo, la Fundación Amigos del Museo del Prado llevó a México la obra de diferentes artistas contemporáneos que se han inspirado en esa importante institución y muestran cuán unidos están el arte actual y el pasado. No pasó inadvertido tampoco el tema de la violencia, tan afín a los tiempos que corren y muy actual para América Latina y México en específico; obras como Gun Number 30, de Francis Alÿs, y En defensa propia, de Enrique Yezik, confirman esta tendencia estética.
Un impacto tremendo tuvo en este reportero el poder admirar obras del pintor francés de origen bielorruso Marc Chagall (1887-1985), el mismo que menciona Silvio en la antológica pieza Óleo de mujer con sombrero —ha contado él que un cuadro de Chagall, Mujer con sombrero, le había impresionado, pero conoció a una mujer con sombrero que lo impresionó aún más—. La aparente sencillez de su pintura, inspirada en la cotidianeidad, tiene que haber inspirado al poeta con la misma fruición que siguen despertando hoy día entre coleccionistas y galerías, que han llevado a que el pintor de ascendencia judía esté cada vez más cotizado en el mercado contemporáneo de obras de arte.
Similar impresión tuve con obras iniciales de Frida Kahlo (1907-1954) —a quien pude «visitar» en su casa de Coyoacán—; con una cerámica de Pablo Picasso (1881-1973); cuatro óleos del austriaco Hermann Nitsch (1938), muy famoso a finales de los cincuenta y principios de los sesenta por su proyecto Orgen Mysterien Theater (Teatro de Orgías y Misterios), que le trajo el rechazo de grupos ecologistas, en años en que estos no tenían la fuerza de que gozan hoy, por sacrificar animales con fines artísticos; unas cuantas obras —la mayor parte esculturas— del colombiano Fernando Botero, que se repiten en este encuentro del arte en la capital mexicana, quizás porque sus precios siguen estando demasiado altos (nunca hay precios demasiado bajos).
Me atrevería a calificar como la obra más visitada y comentada de Zona Maco la instalación del estadounidense Ryan Brown que fue presentada por Y Gallery y OMR, custodiada por perros de tela y con obras basadas en uno de los libros más importantes de la llamada literatura indigenista: El mundo es ancho y ajeno, del escritor peruano Ciro Alegría (1909-1967). Brown es uno de los más altos representantes del arte pictórico figurativo; nació en Salt Lake City, Utah, y se graduó de Bellas Artes en la Universidad Brigham Young.
Algo para destacar en esta edición 16 de la Feria es la presencia cada vez más decisiva de la mujer, no solo como artista, sino como curadora. No en balde Zélika García, fundadora de Zona Maco, a quien tuvimos oportunidad de entrevistar en febrero de 2018, declaró a Organización Editorial Mexicana: «Hay muchas mujeres artistas y actualmente han hecho muchas exposiciones alrededor del mundo, no solo en México, cada vez se les ha dado más reconocimientos y a través de los años ha cambiado mucho la percepción de la mujer en el arte».
Que en solo cinco días recorran sus pabellones más de sesenta mil personas habla a favor de una feria a la que asistieron más de ciento ochenta galerías de veintidós naciones de Europa, América y Asia. Y es tanto el dinero que se mueve en este mercado de arte que uno no puede más que ruborizarse cuando sabe que estuvo frente a obras que cuestan lo que cuestan en dólares: Untitled, Jean Michel Basquiat (15 000 000); S/T, Keith Haring (7 000 000); S/T, Alexander Calder (2 650 000); Perro juguetón, Rufino Tamayo (1 300 000)… Que estos artistas emblemáticos valgan, bien. Pero hay otros…
«Arte es todo lo que los hombres llaman arte», ha dicho el reconocido ensayista español José Jiménez, quien tiene en su currículo títulos tan importantes como Teoría del arte. Habría que preguntarle si tal aseveración fue guiño cómplice a las discusiones que sobre el arte contemporáneo se han suscitado. Prefiero recurrir a Avelina Lésper, columnista mexicana con no poca fama por sus atrevidos enfrentamientos contra el performance, el videoarte y la instalación, quien en un atinado comentario expresó: «Están avalando cualquier objeto como arte porque esto es un aparato de marketing inmenso que encontró una salida para vender objetos que tienen valor ficticio y que no se sustentan estética ni teóricamente. Cualquier manifestación mediocre, banal o superficial puede ser llamada arte: botellas vacías, fotografías de chicles masticados…, nada que tú puedas llamar inteligente o producto de la creación razonada, porque este sistema permite que cualquier persona sea artista, que cualquier objeto sea catalogado como arte. Puedes poner cualquier objeto en la galería, y con una cita está validado. Luego alguien te lo cotiza y le pones el precio que quieras. Las obras tienen un valor ficticio. Es una mafia y es un gran fraude».
En Zona Maco dejé extraviado en alguno de sus pasillos el mouse de mi laptop. Quién quita que en la próxima edición me lo encuentre expuesto, valga una millonada y pueda demostrar que es mío. Entonces invitaré a José y a Avelina a tomarnos un trago a ver si coinciden conmigo en que —se le objete lo que se le objete— Zona Maco sigue siendo Zona Maco.