Vive en la patria de Sony sin disponer de reloj, teléfono celular ni agenda.

Ryukichi Terao vive en Tokio, ciudad de más de trece millones de habitantes, capital del archipiélago japonés y una de las urbes más desarrolladas y cosmopolitas del mundo.
Aunque él nos aclara que es una broma, el narrador y periodista mexicano Juan Villoro escribió que Terao vive satisfactoriamente en la patria de Sony sin disponer de reloj, teléfono celular ni agenda, y además, añade Villoro, Terao insiste en calcular la extinción de los japoneses, aunque me dice optimista, cuando le pregunto por el estado de la literatura contemporánea, que no debemos perder la esperanza en el futuro.
Profesor de la Universidad de Tokio, hispanista, investigador literario y traductor, Ryukichi Terao quedó deslumbrado con la lectura de La casa verde, de Mario Vargas Llosa, el mismo autor que ha sido el chispazo inicial para otros traductores. Como le apenaba que muchas de las obras maestras de las letras hispanas quedaran inaccesibles al lector japonés, Terao ha llevado a su idioma natal la obra del Nobel peruano, además de la de Juan Gelman, Gabriel García Márquez, José Donoso, Julio Cortázar, Juan Carlos Onetti, Alejo Carpentier, Carlos Fuentes y Guillermo Cabrera Infante, y recientemente la novela El hombre que amaba a los perros, del cubano Leonardo Padura.
Aunque reconoce que existe un largo camino por delante, en un intento de rescatar autores que permanecen desconocidos en otras partes del mundo ha llevado al español los textos de Junichiro Tanizaki, Kenzaburô Ôe, Kobo Abe y Ryûnosuke Akutagawa.
Ryukichi Terao respondió amablemente las preguntas que le envié hasta la lejana Tierra del Sol Naciente. Sobre estos y otros temas conversamos para Arte por Excelencias.

La cultura y la literatura japonesas han imantado a varios escritores occidentales: Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Roland Barthes… ¿A qué cree se debe esta fascinación inmediata?
Me parece natural, porque la literatura japonesa es singular, única en el mundo, y tiene una trayectoria larga desde la época de Historia de Genji. Me alegra mucho que últimamente se haya renovado el interés con nuevas traducciones en español, y que yo mismo haya podido colaborar de alguna manera.

A simple vista el español es un idioma menos cercano al contexto asiático que otros como el inglés o el francés. ¿Cómo surge en Ryukichi Terao el interés por estudiar el español?
Es por casualidad. En los años ochenta uno tenía que escoger los dos idiomas extranjeros que iba a estudiar durante la carrera en el mismo momento de mandar la solicitud de ingreso a la Universidad de Tokio, y yo escogí, sin ninguna conciencia, inglés y español. Cuando me aceptaron, ya ni recordaba que había tomado español, pero me dijeron que tenía que llevar seis horas semanales de idioma español. No había otro remedio.

¿Qué lo motivó a adentrase en los complejos terrenos de la traducción literaria?
En realidad, no me interesaba hacer traducción hasta hace diez años. Mi primera traducción al japonés se publicó en 2009, cuando ya tenía 38 años y era profesor universitario. Me dedico a traducir, por un lado, por el sentido de deber de quien ha llegado a tener cierto dominio de español gracias a la ayuda de muchos amigos y al apoyo de varias instituciones latinoamericanas y japonesas, y por el otro, por la pena que siento con las obras maestras de letras hispanas que se han quedado inaccesibles para lectores japoneses.

Partiendo en que del japonés al español no existe una traducción literal, precisa, ¿cómo se enfrenta Ryukichi Terao al hecho de convertir objetos intraducibles en algo legible?
No sabría contestar, porque yo, ignorante de teorías de traducción, sé traducir, pero no sé hablar de la traducción. Frente a las dificultades, siempre termino encontrando soluciones en algún momento, pero en muchos casos no puedo estar seguro de que sean las más oportunas, hasta después de la publicación.

¿Comúnmente traduce a aquellos escritores que admira o prefiere adentrase en zonas riesgosas de la literatura?
Nunca me prostituyo en la traducción. Solo traduzco obras que me gustan y autores que admiro.

En el caso de las traducciones del japonés al español, ¿qué obstáculos ha encontrado?
Siempre tengo problemas en el momento de traducir objetos o fenómenos singulares de la cultura japonesa, que aparecen con frecuencia aun en un autor tan cosmopolita como Kobo Abe. Abe es un escritor particular porque, al carecer de conocimientos de idiomas extranjeros, tenía que depender de la vida y la cultura japonesas para hacer planteamientos universales, y me origina muchas dificultades.

¿Existen obras que no se pueden traducir o para usted todos los libros son de alguna manera traducibles?
De libros universales siempre se puede traducir la esencia, aunque se pierdan detalles. De momento queda pendiente la traducción de Noticias del imperio, de Fernando del Paso, y La forma de las ruinas, de Juan Gabriel Vásquez, que son otros tremendos libracos.