La XIII Bienal de La Habana, abierta al Tercer Mundo y a las nuevas formas de producción del arte contemporáneo, ya sucede entre el 12 de abril y el 12 de mayo en la capital cubana, como el más gigantesco evento capaz de poner a dialogar bienales internacionales que han permanecido casi ajenas entre sí, y que encuentran un espacio de hermanamiento entre artistas de diversos naciones y tendencias, para hacer visible la creación artística del sur global.
Reconocida desde finales de los años ochenta en el mismo nivel de Venecia, São Paulo, Sidney o Documenta, nosotros llegamos a ella a finales de 2008, cuando junto a un grupo de artistas y curadores de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), preparamos la salida del número uno de la revista Arte por Excelencias, nuestro parteaguas en la Bienal de La Habana de 2009. Desde entonces andamos juntos en encuentros, romances y desencuentros, pero siempre acompañando apasionadamente a esa ventana de Cuba al mundo.
Lo más espectacular de esta Bienal es su escenario principal: una capital a punto de cumplir 500 años de fundada, donde están —como en Madrid— buena parte de nuestras oficinas de trabajo. Las más interesantes propuestas artísticas se extienden por dos de sus más populares y conocidas arterias: el Malecón y casi los bordes del mar del Centro Histórico; y la calle Línea, en la zona de El Vedado. Desde allí se comparte por toda la urbe hasta las márgenes del río Almendares, sea una nave de los astilleros, una vieja industria de aceite que ahora es la Fábrica de Arte Cubano, o un otrora campo de golf donde se multiplica la Universidad de las Artes.
Si la primera Bienal era apenas el Museo Nacional de Bellas Artes y el Pabellón Cuba, desde El Vedado capitalino, hasta el Palacio de Convenciones en Miramar, algo realmente singular es que ahora se salta los límites geográficos de La Habana para exponer por primera vez proyectos artísticos en otras queridas ciudades del país por las que el Grupo Excelencias siempre ha apostado e interactuado: Matanzas, Cienfuegos, Camagüey, Pinar del Río son nombres muy familiares para nuestros lectores.
La mayor parte de eventos similares —y nos consta en nuestro intenso peregrinar por ellos— tienen métodos de trabajo y curaduría que parten del nombramiento de comisarios «paracaídas». Como regla, proceden con un curador general y varios comisarios seleccionados por sus amplísimos currículos internacionales. La Habana, sin embargo, es una Bienal distinta y diferente, porque ante todo es un acto de creación colectiva.
Cuentan varios pintores que estuvieron en las exequias de Wifredo Lam que aquella misma noche la institución y la Bienal ya eran parte del diálogo del presidente Fidel Castro con la viuda del artista y varios creadores: una institución centro de arte contemporáneo que investigara y protegiera el patrimonio del pintor y a su vez concibiera y generara esta fiesta de las artes visuales.
Sigue siendo muy relevante que la I Bienal de La Habana nació en 1984, cuando apenas existían unos cinco eventos de su tipo en el mundo, y que el primer andamiaje de conceptos partiera de un equipo de curadores. Lo curioso es que el local de discusión de esos expertos —que hoy son doce, como el número bíblico— antecede al espacio del director. Es allí donde se acuerda los artistas a invitar, el eje central de la Bienal y su estructura. Desde ahí se origina el torbellino de ideas que terminará después en las propuestas que se presenten al Consejo Nacional de Artes Plásticas y al Ministerio de Cultura.
La Bienal expresa la voluntad y el respaldo de un sistema institucional que sigue apostando en sus políticas públicas por acercar las más genuinas expresiones culturales a todos: trece Bienales en treinta y cinco años han nacido desde esa peculiar institución que está en la misma esquina de la Plaza de la Catedral, en La Habana Vieja.
Apenas a unos metros se encuentra desde mucho antes la Bodeguita del Medio, lugar de nacimiento de una de nuestras rutas por haber ganado La Habana el título de Capital de la Coctelería Iberoamericana. Y nosotros aquí, entretanto, celebrando —buen mojito por medio— que estemos en la Bienal 13, coincidiendo con el décimo aniversario de Arte por Excelencias, en una ciudad Maravilla del Mundo donde se despliegan, en once de los quince municipios de la urbe, proyectos y obras de más de mil artistas presentes.
¿Alguien imagina mayor goce como fundadores que llegar vivos, robustos y actuantes a esta, también nuestra gran fiesta?