En nuestro país, los elencos de los programas dramatizados —seriados y no seriados— de la radio y la televisión siempre contaron con primeras figuras, grandes artistas enteros de cuerpo y alma, a quienes no importaba si el rol asignado era protagónico, coprotagónico, de reparto o propio de una actuación especial. Uno de ellos fue José Corrales, a quien los cubanos recordamos como uno de los grandes galanes villanos.
Nacido el 21 de marzo de 1931 en Matanzas, la Atenas de Cuba, Corrales, en su etapa escolar, recitaba poemas e interpretaba monólogos escritos por Celia Pérez Belinchón, maestra, poetisa y auténtica artista, esposa del dueño del ron Yucayo. Jugaba al teatro con sus compañeros y lo disfrutaba muchísimo, disgustándose cuando ellos se reían, porque a él le gustaba que todo fuese verdad. Siendo aún adolescente, se inició como trabajador de la Compañía de Electricidad, empleo que le permitía tener la garantía de un salario para solventar sus necesidades personales, y se dirigió al director de CMGW Radio Matanzas, a quien hizo una temeraria proposición, que fue aceptada por aquel: hacer la radionovela Cristina Sarmiento o la historia de un amor sin fronteras al estilo de los usuales folletines radiales de la época, totalmente escrita, dirigida y protagonizada por él mismo, que, según declaró en una entrevista, fue su vertiente de realización personal en aquellos azarosos años.
A los 19 años, se trasladó a la capital de la república, donde ingresó en la sede principal de la Compañía de Electricidad, para trabajar como office boy. No obstante las ventajas y comodidades crecientes que le reportaba este empleo, con el advenimiento de la televisión encaminó sus pasos al Departamento de Talentos de CMQ, el mayor emporio radial y televisivo del país, liderado por los hermanos Mestre, para realizarse como actor, aunque, durante un buen tiempo, solo fue utilizado como un extra muy peculiar. Interpretaba el galán que no hacía ni decía nada, sobre todo cuando había una cantante. Fue justamente a partir de ese momento que comenzó a «odiar a los galanes».
Trabajó en pequeñas emisoras radiales y en Radio Progreso, cuyo cuadro dramático se honró con su membresía durante muchos años. Triunfó como estrella naciente en La Corte Suprema del Arte, el programa del siempre recordado José Antonio Alonso. En el teatro debutó de la mano del reconocido actor y maestro de actores Paco Alfonso, quien después del triunfo de la Revolución de 1959 le sugirió a ese grande del humorismo cubano que fue Marcos Behmaras que lo emplearan en el joven Instituto Cubano de Radiodifusión (ICR), hoy Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT). A partir de ese momento, comenzó una extensa y brillante carrera, pletórica de exitosas experiencias en espacios radiales y televisivos, como actor y creador. Resulta imposible omitir su efectiva labor asesora, durante la década de los sesenta del pasado siglo, para Teatro ICR, Grandes novelas y La comedia del domingo, espacios en los que también se desempeñó magistralmente como actor, con derroche de excelente arte, gratamente recordados por los que tuvimos la oportunidad de disfrutarlos durante aproximadamente tres decenios.
Incursionó en todos los medios, incluido el cine, en el que tuvo una pequeña escena con la dama de las telenovelas cubanas, Susana Pérez, en la película Pon tu pensamiento en mí, del realizador Arturo Sotto. De cualquier modo, con su elevada estatura, su buen ver y su exquisitamente grave y dúctil voz, fue más actor de radio y televisión, a las que se dedicó con gran intensidad, sin apenas disponer de tiempo para el teatro y el cine. Siempre fue muy solicitado para los elencos de novelas, series, teatros y cuentos, bajo la certera conducción de los directores más exigentes y experimentados de la radio y la televisión nacionales, entre los que figuran Julio Lot, Odilia Romero, Abelardo Rodríguez, Antonio Vázquez Gallo y Roberto Garriga. Tuvo como coestrellas a brillantes y populares actrices, como Consuelo Vidal, Aurora Pita, Elvira Cruz, Obelia Blanco, Ofelia Núñez y Xiomara Fernández. En la radio, formó parte del cuadro dramático de CMQ, Radio Liberación, Radio Progreso y Radio Arte. Como dato curioso, que ilustra su quehacer actoral, es menester citar su récord personal de intervenir en… ¡ciento catorce programas de radio y en veintiún programas de televisión en un mismo mes!
Existe una multitud de personajes «fuertes» encarnados por Corrales. En la radio, es digno de encomio el protagonista de la novela Barranco de ciegos. En la televisión, figura uno que, según su propio decir, lo marcó definitivamente: Izquierdo de Monserrat, el perseguidor del Libertador Simón Bolívar, que lo interpretó en dos ocasiones. Otro fue Monseñor Montanelli, de la novela El tábano, de Ethel Voynich, por el que fue laureado con el premio a la mejor actuación del año, concedido por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac). Otro más fue Danford, de Las brujas de Salem. Y aun otro más —que mucho repudiamos-disfrutamos los niños y adolescentes de aquella época— fue el temible y cruel Wan Guld, padre de la hermosa y romántica Honorata y antagonista del Corsario Negro, en la serie homónima de aventuras basada en la novela de Emilio Salgari. Sin embargo, hay un personaje de solo dos apariciones que Corrales, actor con mayúsculas, hizo con depurado oficio, volcando todo su talento en él. Fue cuando encarnó a nuestro Félix B. Caignet, acompañado en una escena por Xiomara Fernández, única sobreviviente por aquel entonces (1996) del elenco de El derecho de nacer, en la radionovela Cuando la vida vuelve, original del maestro Joaquín Cuartas, transmitida por Radio Progreso, con elevado rating de audiencia. Con esa actuación, Corrales, como otros en su momento, demostró que no existen personajes pequeños para un buen actor. Otro brillante desempeño tuvo en Habana Radio junto a su colega Ofelia Núñez, al leer, de modo dramatizado, haciendo respectivamente todas las voces masculinas y femeninas, la obra cumbre de la novelística hispana de todos los tiempos, El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha, materialización de un proyecto del doctor Eusebio Leal Spengler, Historiador de La Habana, con motivo del aniversario 400 de dicha novela.
En los últimos años de su fecunda vida, antes de su deceso en 2017, a los 86 años de edad, Corrales, alejado de su actividad actoral por serios problemas de salud, trabajó como presentador de una de las secciones más gustadas del espacio televisivo Entre tú y yo, bajo la dirección de Sonia Castro, dedicada a recordar figuras y momentos importantes de la historia de la televisión cubana.
Fue merecido acreedor de varios títulos honoríficos, órdenes, medallas, premios y distinciones, incluido el Premio Actuar por la obra de la vida, auspiciado por la empresa en la que laboró, que se honró representándolo. Sin embargo, nunca sufrió vértigo por tales reconocimientos, ante los que él, portador de una proverbial modestia, consustancial a la naturaleza de los verdaderamente grandes artistas, expresó en cierta oportunidad: «Es cierto que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz. Yo nunca he querido ser vanidoso, o, al menos, he luchado para no serlo. La vanidad y el orgullo no valen para un actor genuino. El actor debe ser brillante, pero en él debe haber un hombre, un ser humano, alguien que merezca el respeto y la consideración y no solo la admiración del público». Desde estas páginas te decimos: Corrales, ¡te respetamos y te consideramos como el bello ser humano que fuiste, pero, además, te admiramos y te manifestamos nuestra eterna gratitud por todos los inolvidables momentos que nos regalaste con tu arte!