Giselle. Grettel Morejón.
Don Quijote. Grettel Morejón y Rafael Quenedit.

El orgullo de pertenecer a una de las compañías que han hecho escuela en el mundo entero.

Las artes de Cuba hicieron su propia revolución en la capital de Estados Unidos al instalarse por casi un mes, desde el 8 de mayo hasta el 3 de junio, en el Kennedy Center de Washington DC. Un festival que mostró a la Isla desde el alma, dejando de lado rispideces y desencuentros políticos. Artes de Cuba From the Island to the World se convirtió en una iniciativa exitosa que abrió puertas y, quizás, tendió lazos hacia nuevas propuestas estéticas, exuberantes, intensas y apasionadas.
Para el cierre de este ciclo, y entre el 29 de mayo y el 3 de junio, llegó al Opera House del Kennedy Center el icono por excelencia de la cultura cubana: el Ballet Nacional de Cuba (BNC), la compañía creada por Alberto, Fernando y Alicia Alonso, emblema internacional y joya indiscutible. Esta vez, la compañía dirigida por Alicia Alonso hizo su debut con uno de sus hits: Don Quijote, obra maestra de Marius Petipa, basada en el capítulo del segundo libro de Miguel de Cervantes Saavedra, en adaptación de Alicia Alonso, en colaboración con María Elena Llorente y Marta García, sobre la versión de Alexander Gorsky. En las funciones del 31 de mayo al 3 de junio subió a escena Giselle, otra de las grandes obras
de la compañía, la que llevó a la fama a
la Alonso.
En cada una de las funciones, luego de un corto video homenaje que celebró los cuarenta años del debut de Alonso en el Kennedy Center con Giselle, la gran diva de la danza saludaba al público desde el palco central, y al terminar cada función, tal como suele hacerlo siempre, salió a saludar desde el escenario, acompañada por los bailarines de la compañía.
La noche del estreno de Don Quijote en el Opera House del Kennedy Center, la compañía, integrada por magníficos bailarines, hizo una función memorable. Es interesante ver cómo algunos de sus integrantes han crecido profesionalmente, y cómo empiezan a aflorar nuevos valores, a los que vale la pena no perderlos de vista, como es el caso de Ariel Martínez, quien la primera noche interpretó a Espada. Con excelentes cambres, saltos, giros y musicalidad, el joven bailarín puso fibra y convicción para interpretar este personaje. Casi en paralelo en cuanto a habilidades e interpretación, en la noche siguiente el mismo rol lo cubrió otro bailarín para tener en cuenta: Patricio Revé.
Tanto el cuerpo de baile como solistas y principales son el verdadero valor del BNC. Todos, sin excepción, mezclan técnica, teatralidad, y una profunda pasión por lo que hacen, a la que se suma el orgullo de pertenecer a una de las compañías que han hecho escuela en el mundo entero.
En el rol principal de Kitri, en la primera noche, Viengsay Valdés, una de esas bailarinas que en este mundo de social media parecería un ave en vías de extinción, hizo un gran despliegue de destreza técnica. Capaz de mantener interminables equilibrios, dar la velocidad justa a sus giros y saltos, jugar con la actuación metiéndose en la piel del
personaje y vivirlo como propio, Valdés deslumbra a la platea con cada movimiento. La intérprete hizo una muestra de bravura y seducción en cada una de sus apariciones. Su fuerza, su entusiasmo y su energía hacen que su Kitri devore la escena. Junto a ella, Dani Hernández, un bailarín con un estupendo balloné e impecables grandjetés. No solo es un buen partenaire, sino que a su vez compuso un Basilio encantador.
La segunda noche, Kitri estuvo a cargo de Grettel Morejón, una bailarina impecable, delicada, graciosa, tierna, que compone una Kitri diferente, pero igualmente atractiva, y da la posibilidad de ver dos obras distintas. Precisa, cuidada y delicada, Morejón borda un personaje enternecedor. Armó una buena dupla con Rafael Quenedit, un Basilio adorable, con una técnica prolija y una gracia especial para el personaje. En esta versión cubana de Don Quijote la compañía se muestra como un grupo compacto, correcto y preciso, entusiasta en las danzas de carácter y en las escenas de conjunto. Uno de los detalles interesantes de esta puesta es la figura de Dulcinea, que aparece como una imagen onírica en diferentes escenas, y se funde con Kitri en las visiones que se le presentan a este idílico Quijote.
Más allá del tiempo que pesa sobre el vestuario y la escenografía, lo que vale de este Don Quijote es la calidad, la entrega y la pasión de estos bailarines que bailan con el alma y con el cuerpo y que convierten al ballet en una experiencia emocional. Con una formación indiscutible, muchos de ellos, especialmente los más jóvenes, son promesas escondidas a la espera de ser descubiertas, pájaros con ganas de volar, de crecer y de seguir manteniendo el orgullo de pertenecer al Ballet Nacional de Cuba, más allá de sus luces y sus sombras.