«Porque mis ojos se han hecho
para ver las cosas extraordinarias.
Y mi maquinita para contarlas.
Y eso es todo».

Pablo de la Torriente Brau

 

Las mujeres andinas, de largas trenzas, pueden llevar sobre sus espaldas todo tipo de cargas —especialmente a su hijo— en multicolores telas. Se conocen como «cholas» y son un ejemplo espontáneo de resistencia cultural.
Hasta hace unas décadas estas mujeres eran marginadas y fustigadas en Bolivia por las clases dominantes. Para entrar a las oficinas públicas debían quitarse el sombrero y agachar la cabeza. No podían acceder, por ejemplo, a los hoteles o a la
universidad, y mucho menos ocupar algún cargo gubernamental. Al parecer, estaban destinadas solo a servir a oligarcas y familias pudientes. Pero las cholitas, a pesar de la discriminación, resistieron y mantuvieron sus hábitos con gracia.
Es en el año 2006 cuando, con mayor fuerza, la mujer indígena —como toda la cultura originaria— fue reivindicada. Por primera vez en la historia un indígena: Evo Morales, asumía la presidencia del país. Desde entonces hay cholas ministras, gobernadoras, juezas, senadoras y diputadas.