Detrás del hacha va un gentío multicolor: jóvenes en short y camiseta, ancianas venerables, padres con hijos, parejas cariñosas… Subir el hacha —uno de los símbolos de Holguín— a la Loma de la Cruz es una tradición: así comienzan cada año las Romerías de Mayo, una festividad que no tiene muchas similares en el ámbito nacional e internacional.

Año tras año, mayo es una fiesta. Desde que la ciudad de Holguín rescató la tradición de celebrar sus Romerías en los primeros días de ese mes, centenares de jóvenes artistas cubanos y extranjeros acuden a la convocatoria. 

Desde la jornada inaugural se suceden conciertos, exposiciones, presentaciones de danza y teatro, acciones callejeras, conferencias… en un programa apretadísimo. No hay lugar que no esté dispuesto al folclor y la alegría. En las calles está el cine, la danza, el teatro, la música, la fotografía para seducir al transeúnte de siempre, al visitante común o aquel que viene por primera vez.

Y es que cada edición es un reto que organizan la Asociación Hermanos Saiz (AHS), la Dirección Provincial de Cultura y un comité de fundadores, que creyó en la utopía de llenar de arte la ciudad, justo en los más duros años del período especial. Lo que comenzó como una idea de «locos» irreverentes, es hoy un empeño múltiple. Holguín rebulle, literalmente.

«Este es un sueño colectivo» —asegura Alexis Triana, presidente de honor del comité organizador, en aquel entonces director de Cultura en la provincia y uno de los «padres» de la fiesta. 

«Aquí había un movimiento artístico singular, jóvenes creadores que necesitaban más espacios. Entonces unos cuantos promotores culturales nos reuníamos todas las tardes en el Gabinete Caligari, a tratar de darle cuerpo a ese proyecto», rememora.

No vamos a recontar la historia, el propio Triana la ha hecho en innumerables ocasiones. Con mucho esfuerzo, muchas ganas y enfrentando muchas incomprensiones y prejuicios, nacieron las Romerías. La fecha escogida fue la de una festividad católica, la del Día de la Cruz, el 3 de mayo. Pero no se trataba de rescatar esa celebración, los tiempos habían cambiado. La idea era recrearla, y abrirla a disímiles sensibilidades. Una fiesta nueva, pero sin olvidar la historia, porque «no hay hoy sin ayer», como dijo en uno de aquellos encuentros el arqueólogo José Manuel Guarch. Esa frase se convirtió de hecho en el lema de las Romerías.

Mucha gente ha sido testigo del gran crecimiento. Hoy el programa de actividades es francamente inabarcable porque están presentes casi todas las manifestaciones artísticas, se reúnen jóvenes creadores de todo el país y la participación extranjera es cada vez mayor.

«Estamos en un momento de reacomodo —considera Triana—, los jóvenes sienten suyo el espacio, se ha establecido un diálogo intergeneracional, la fiesta está más que legitimada. Ahora tenemos por delante el reto de mantenerlo todo. Yo no creo que el gran tamaño sea un problema. Se habla mucho de la desorganización del programa, pero al final la gente siempre quiere regresar. Holguín asume la fiesta. Al principio había que forzar la ciudad, provocarla. Ahora todo fluye».

La pretensión, que para muchos sigue siendo titánica, es que la cita se convierta en un auténtico festival mundial de juventudes artísticas. La calidad de las presentaciones todavía es bastante desigual. «Hemos logrado que los participantes cubanos estén en la vanguardia de la creación. Aquí han venido (vienen) las mejores orquestas e intérpretes, las mejores agrupaciones de teatro y de danza, los mejores artistas de la plástica del país. No hacemos concesiones. Y además, es importante legitimar a la ciudad como un espacio, como un destino. Hay que garantizar también recursos para autofinanciarnos. De cualquier forma, la vocación de la cita siempre será orgánicamente muy cultural», precisa.

He ahí un tema: el financiamiento. El país está cambiando, el factor económico está en el centro de todas las discusiones. Por si fuera poco, el mundo vive una crisis que hace mella en la cultura. Alexis Triana, no obstante, cree que hay que ver el fenómeno con una visión más amplia. «Algunos se fijan en cuánto cuestan las Romerías, pero no en lo que las Romerías dejan. ¿Cuánto ingresa la ciudad? En estos días los hoteles están llenos, la gastronomía vende mucho más. Claro que hay que pensar en nuevas formas de financiamiento, el turismo tiene mucho potencial en ese sentido. Es necesario consolidar la institucionalidad cultural, implicar a todas las instancias. Pero para eso, reitero, hay que reconocer a una institución cultural gestora. Este no es el anhelo individual de dos o tres personas, es el de una ciudad. Yo, particularmente, aspiro a seguir participando en su organización, viva donde viva. Si de nosotros depende, habrá Romerías para rato».  

Hoy el festival Romerías de Mayo deviene una gran fiesta de nacionalidades y tradiciones culturales, visibles en la hermandad de las naciones de los cinco continentes reunidas en esta oriental provincia de Cuba. Allí, como una gran familia, habita el cubano y el canadiense, la comunidad china, los descendientes españoles, los sucesores de los esclavos africanos, blancos y mestizos, pueblos latinoamericanos y caribeños. Y cada fundador y artista participante está convidado a traer al menos dos delegados para mantener vivo el espíritu fundacional y esa mezcla sagrada de Tradición y Modernidad.