EL CAMBIO CLIMÁTICO AMENAZA CON BORRAR PARTE DE LAS COSTAS DEL CARIBE; EN CUBA SE TRABAJA INTENSAMENTE POR MITIGAR SUS EFECTOS Y ADAPTARNOS A ÉL

Para Sigmund Freud, soñar con el mar es la manera más común con que las personas se relacionan con el elemento agua durante estas evocaciones, entonces ¿por qué cuando se está cerca de él no disfrutarlo y hacer realidad nuestros sueños?
Cuba es un destino esencialmente de sol y playa. Alrededor del 80 % de sus habitaciones están en polos turísticos costeros, en lo fundamental en hoteles 4 y 5 estrellas.
Varadero, en Matanzas, es la principal plaza de este tipo. Le siguen los cayos de los Jardines del Rey, situados a lo largo del archipiélago Sabana-Camagüey; Guardalavaca, en Holguín; la Península de Ancón, en Trinidad —Sancti Spíritus—; Cayo Largo de Sur, en la Isla de la Juventud; y otras zonas que hoy están en progreso, sometidas a enérgicas inversiones.
El desarrollo del turismo internacional en el Archipiélago reemergió a finales de los años 80 del pasado siglo, enfocado precisamente en el destino de sol y playa en instala-ciones all inclusive, y comenzó a tomar auge en los inicios de los 90, a partir de recursos económicos propios y también con participación de la inversión extranjera. La estrategia respondió a la urgencia de captar nuevos ingresos tras la implosión de la desaparecida Unión Soviética y del campo socialista europeo, que condujo al país a una profunda crisis económica.
De entonces a acá, el desarrollo del destino de sol y playa es elocuente. De unos 600 000 arribos internacionales a inicios de los 90, en 2017 sumaron casi 4 700 000, y para el año que transcurre se prevé la llegada de 5 000 000 de visitantes, entre extranjeros y cubanos con residencia permanente en el exterior. La mayoría estuvo todo el tiempo o visitó en algún momento los balnearios marítimos.

LA FORMA DEL AGUA
El 10 de mayo de 1990 se inauguró en Varadero el hotel Meliá Sol Palmeras, primer emprendimiento con inversión extranjera en el sector turístico que se concretaba tras el triunfo de la Revolución. El Comandante Fidel Castro asistió a la apertura.
Más allá de los icónicos balnearios tradicionales, estaba a punto de iniciar el auge turístico en aquellos parajes prístinos, caros e íntimos para apenas un puñado de pescadores y guardafronteras, y para Ernest Hemingway, que los inmortalizo en la novela Islas del Golfo.
Los Jardines del Rey (465 km desde Punta Maternillo, en Nuevitas, Camagüey, hasta Península de Hicacos, Varadero, en Matanzas) fueron enlazados a la isla de Cuba en 1991, a través de una carretera de rocas construida sobre el lecho marino desde Turiguanó a Cayo Coco, en la provincia de Ciego de Ávila.
El «pedraplén» empezó a levantarse en 1987. «Tiren piedras sin mirar pa’lante», le dijo Fidel el 13 de marzo de ese año a Evelio Capote, el legendario constructor que dirigió las brigadas de obreros, técnicos e ingenieros que hicieron el viaducto de unos 24 km sobre el agua, el que luego continuaría adentrándose decenas de kilómetros por Cayo Coco para empezar a unir islotes aledaños, todos preñados de playas y arrecifes que dan refugio a la más rica biodiversidad.
En 1994 se selló por segunda vez el «encuentro» a través de pedraplenes entre la Isla Grande y los cayos del norte, con la inauguración del pedraplén Caibarién-Cayo Santa María, que recibió a la sazón el premio internacional Puente de Alcántara a la mejor obra de ingeniería de Iberoamérica en el período 1998-2000, por la excelencia de su ejecución y el esmero que se puso en el cuidado del medioambiente.
EL CLIMA, EN CAMBIO...
Alrededor del año 1996 comenzó la actual temporada activa de los ciclones en la cuenca del Atlántico, las que duran unos cinco lustros. Un huracán como el Irma —el más potente en la región desde que hay registros— ocurre por lo general cada cien años. Mas lo dicho por la ciencia puede variar como consecuencia del cambio climático; un proceso imposible de atajar, aunque sí es dable mitigar sus efectos y adaptarnos a él.
Las proyecciones futuras indican que la elevación del nivel del mar en Cuba puede alcanzar hasta 27 cm en el 2050 y 85 cm en el 2100, en correspondencia con los rangos estimados por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) para el planeta, cuyos pronósticos apuntan que para el período 2081-2100, en relación con 1986-2005, es probable que la subida del nivel medio del mar ascienda entre 26 y 55 cm en un escenario favorable, y entre 45 y 82 cm en uno desfavorable.
Según el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), esto implica para el país la disminución lenta de la superficie emergida y la salinización paulatina de los acuíferos subterráneos por el avance de la llamada cuña salina.
El área terrestre que quedaría sumergida de forma permanente para 2050 abarcaría alrededor de 2 691,47 km2 (2,4 % del total), y en 2100 podría llegar hasta 6 371,05 km2 (5,8 %); pero el pronóstico puede ser mayor cuando se concluyan las investigaciones en todas las islas, cayos y cayuelos del Archipiélago.
Los estudios ratifican que el clima local es cada vez más cálido y extremo; que la temperatura media anual aumentó 0,9 °C desde mediados del siglo pasado; que se observa gran variabilidad en la actividad ciclónica; que desde 1960 el régimen de lluvias ha cambiado —incrementándose las sequías—; y que el nivel medio del mar ha subido 6,77 cm.
De no aplicarse medidas de adaptación acertadas, para 2050 el ascenso del mar podría cubrir las áreas donde se localizan 14 asentamientos humanos costeros, y seis más en 2100, y se afectarían de forma parcial otros cien pueblos y ciudades.
Las playas, donde se ubica alrededor del 80 % de la infraestructura turística nacional, y que hoy aportan unos 3 000 millones de dólares, también serán blanco directo. Cuba cuenta con más de 400 balnearios marinos; de las playas arenosas evaluadas, el 82 % tiene indicios de erosión.
Los manglares y las crestas de arrecife, otros dos elementos de protección natural de las costas, también están afectados. Se estima que la línea de costa está teniendo un ritmo de retroceso promedio de alrededor de 1,2 m por año —puede ser superior en algunas áreas—, y que diez playas arenosas han desaparecido producto de la acción combinada del hombre y el efecto destructivo del oleaje por huracanes y otros eventos.

TAREA DE VIDA
Los desafíos son enormes. Cuba, sin embargo, no se ha cruzado de brazos. Es el primer país en disponer de una estrategia científica e institucional para mitigar los efectos del cambio climático y adaptarnos a él, que abarca hasta el año 2100.
El Plan de Estado para el Enfrentamiento al Cambio Climático, conocido como Tarea Vida, fue aprobado en abril de 2017. Su valía y trascendencia para la Isla, el Caribe y otras regiones vulnerables fueron reconocidas durante la Conferencia de las Naciones Unidas (ONU) sobre el cambio climático (COP23), celebrada en noviembre pasado en la ciudad alemana de Bonn.
En enero, Science, la revista de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, tampoco contuvo elogios para la iniciativa de la Mayor de la Antillas.
David Guggenheim, presidente de la asociación independiente Ocean Doctor, que agrupa a eminencias del mundo en ciencias marinas, resaltó la visión a largo plazo de la estrategia gubernamental. «Cuba es un país inusual en el sentido de que realmente respetan a sus científicos, y su política hacia el cambio climático está impulsada por la ciencia», indicó.
Las medidas concebidas por el Plan de Estado comenzaron a aplicarse en zonas vulnerables y priorizadas para el desarrollo económico y social. Inicialmente incluyó a 73 de los 168 municipios cubanos, 63 con asentamientos costeros y diez no costeros.
Según ha explicado la Ministra del CITMA en diferentes intervenciones —de las que hemos extraído los datos aquí reseñados—, la Tarea Vida constituye una propuesta integral donde se presentan zonas y lugares priorizados, las afectaciones que tendrán por el cambio climático, y las acciones a acometer.
El Plan dispone de cinco acciones estratégicas y de 11 tareas, y se concibe como un programa de inversiones progresivas en diferentes plazos: corto (2020), mediano (2030), largo (2050) y muy largo (2100).
El vertimiento de arena, la rehabilitación de dunas, la eliminación de edificaciones sobre dunas, incluyendo hoteles, y la rehabilitación de manglares están entre las medidas para proteger las playas arenosas del país. Es la mejor manera para detener el deterioro de la protección natural de las costas.
Durante una conferencia magistral en la I Convención Científica Internacional de la Universidad Central Marta Abreu, de Villa Clara, celebrada a fines de octubre pasado, Manuel Marrero Cruz, ministro de Turismo, garantizó «el compromiso absoluto del sector con el cuidado del medioambiente y el enfrentamiento al cambio climático», según reseña de prensa.
Para Marrero esa es «la única manera de asegurar la permanencia de nuestro trabajo (del turismo) en el tiempo y la conservación del país para las futuras generaciones».

 

Algunas acciones en las zonas priorizadas por la Tarea Vida

» Recuperación integral a corto plazo de 35 playas arenosas de uso turístico y de protección costera; y a mediano plazo de otras 56.
» Siembra y recuperación a corto plazo de 3 157 ha de manglares en lugares costeros.
» Reforestación a mediano plazo de determinadas franjas hidrorreguladoras de ríos y arroyos
» Recuperación a mediano plazo de crestas de arrecifes.