¡Tocar el fin del mundo!
MUCHOS PEREGRINOS DEL CAMINO DE SANTIAGO EXTIENDEN EL TRAYECTO HASTA FISTERRA, LUGAR MARCADO POR INCREÍBLES PAISAJES Y LLAMATIVAS TRADICIONES
Cuenta la leyenda que los discípulos que acompañaron el cuerpo de Santiago viajaron hasta Dugium –la actual Fisterra o Finisterre–, con el fin de pedir a las autoridades romanas permiso para enterrar al Apóstol en el lugar que, siglos después, se convertiría en Santiago de Compostela, donde hoy muchos terminan su peregrinación.
Es este el motivo más aceptado para explicar la extensión de la ruta más allá de la icónica Catedral, o el origen del Camiño de Fisterra, que muchos se animan a cubrir en otras tres etapas de aproximadamente 90 km en total; un recorrido que atraviesa pueblos enclavados en la profundidad del rural santiagués, que mantienen una cultura agrícola de gran interés etnográfico y permiten al peregrino disfrutar de los muchos hórreos (construcción destinada a secar, curar y guardar el maíz y otros cereales antes de desgranarlos y molerlos), cruceiros (cruces de piedra) y demás muestras de arquitectura popular, típicas de la Galicia más campestre.
Cada año crece la cifra de quienes buscan llegar hasta el mar, y los impulsos para alargar el trayecto son varios. A unos los mueve más la fe religiosa, a otros el afán de cumplir ritos más paganos, pero todos llevan la ilusión de vivir una experiencia incomparable en el lugar que antes del descubrimiento de América era considerado como el Fin del Mundo.
Para muchos peregrinos la llegada hasta el cabo sagrado de Finisterre, ubicado a unos 3 km del pueblo, significa acabar de un modo simbólico el Camiño das Estrelas, lo cual equivale a empezar una vida nueva después de haberse librado de los pecados y de la carga de lo material.
En la punta de la estrecha lengua de tierra que penetra en el mar es donde, según la tradición, el peregrino cae de rodillas emocionado, para luego quemar sus botas y parte de su indumentaria como ritual purificador. Este acto de raíces paganas que el Ayuntamiento ha tratado hasta de prohibir por su agresividad con el entorno, sirve como símbolo del nacimiento de una nueva vida.
Durante muchos años se creía que este era el sitio donde se apagaba el sol cada noche, el Finis Terrae. Por eso es habitual también que los visitantes queden contemplando la puesta del Astro Rey –si no la más hermosa de Europa, sí la más mítica– hasta que este se hunde en el océano, esperando quizá ver el famoso rayo verde mientras se lleva a cabo el encendido del faro, un momento en que no pocos aplausos espontáneos rompen el silencio.
Desde 1893 el emblemático faro es el más occidental de los construidos en el Viejo Continente y, por tanto, el más próximo a América. Desde su explanada se pueden tener vistas impresionantes del océano y de toda la Ría de Corcubión, y constituye un referente para aquellos que quieran atesorar recuerdos gráficos imprescindibles de la ruta, como las fotos con el mojón que marca el kilómetro cero o final del recorrido, o en la escultura de la Bota del peregrino, que se encuentra enclavada en las rocas.
Quienes realizan el Camiño por motivos religiosos cristianos, casi siempre llegan hasta la Iglesia de Santa María das Areas, al pie de la carretera que conduce al faro. Allí adoran al Santísimo Cristo de Fisterra y pasan por la Porta Santa –situada en el muro norte del templo y abierta ocasionalmente durante los Años Jubilares–, para así ganar la indulgencia.
Pero no son estas las únicas tradiciones que alientan a los peregrinos en tierras gallegas. Uno de los rituales más cumplidos por los visitantes es el baño en la Praia de Langosteira, aunque algunos optan por realizarlo en el Mar de Fóra, con el objetivo de limpiarse el polvo del camino antes de entrar al cabo sagrado para darle el punto final al trayecto.
Antes de emprender el regreso hay detalles que nunca se deben pasar por alto. Uno de ellos es visitar el Albergue da Fin do Mundo para conseguir la Fisterrana, que al igual que la Compostelana, entregada al llegar a la Catedral de Santiago de Compostela, es el documento que certifica oficialmente que has completado el Camiño.
Y como Fisterra es un pueblo de tradición marinera, la otra sería pasarse por la Lonja que está en la zona del puerto, y probar los mejores pescados y mariscos salidos de las bravas aguas de la Costa da Morte, una visita obligada y un regalo para los sentidos.