Cuentan los hermosos paisajes que se pueden divisar desde el cielo. / Some people point to the lovely landscapes that can be made out from the heights.

LOS FESTIVALES DE GLOBOS AEROSTÁTICOS, COMO EL QUE SE CELEBRA ANUALMENTE EN LA CIUDAD MEXICANA DE LEÓN, SE HAN CONVERTIDO EN UNA VERDADERA ATRACCIÓN TURÍSTICA

Desde hace más de una década, y durante los cuatro días de noviembre que dura el Festival Internacional de Globos (FIG), los amaneceres son diferentes a la orilla del lago artificial que forma la Presa del Palote, en el Parque Ecológico Metropolitano de la ciudad mexicana de León.
Poco a poco un mosaico multicolor comienza a reflejarse en sus cristalinas aguas conformando un paisaje que, con el paso de las horas, tendrá el cielo como telón de fondo. Y llegará entonces el momento en que alzar la mirada será una experiencia única para quienes se animan a asistir al gran espectáculo del popular evento, el cual ha convertido a la capital del estado de Guanajuato en referente obligado para los amantes de los globos aerostáticos.
Fueron 27 las estructuras que levantaron vuelo en aquella primera edición de 2002, una cifra bastante modesta si se compara con los 200 artefactos que, provenientes de 23 países, participaron en la más reciente de estas fiestas de las alturas.
Los números son pruebas irrefutables que ratifican por qué la de León resulta en la actualidad la cita más trascendental de toda Latinoamérica, al tiempo que se ha erigido como el tercer destino en importancia del mundo para la práctica de esta modalidad, superado únicamente por el que se organiza en Alburquerque, Estados Unidos, y el Festival Château d’Oex, en Suiza.
La asistencia de poco más de 500 000 espectadores en 2017 elevó a 3,5 millones la cantidad de visitantes locales y extranjeros durante las primeras 16 ediciones, por las que han desfilado alrededor de 1 800 globos de distintos diseños y dimensiones.
Según las estadísticas divulgadas por los organizadores, el FIG 2017 y sus actividades colaterales inyectaron a la economía local aproximadamente unos 700 millones de pesos mexicanos, algo significativo para una región que ha apostado al turismo como una de sus principales fuentes de ingresos.
 ¿Qué hace a este lugar tan apetecible para los apasionados a los globos aerostáticos? Dicen los que saben que pesa la tradición de una tierra que en fecha tan lejana como 1842 tuvo en Don Benito León de Acosta –pionero de la aerostación en México– al protagonista del primer vuelo de este tipo sobre la región. Cuentan, además, los hermosos paisajes que se pueden divisar, más desde el cielo que desde el suelo, y unas condiciones atmosféricas inmejorables, con corrientes de aire muy suaves que en algunas horas del día, incluso, propician la formación de una «caja» de viento que permite el fácil regreso de este sui géneris medio de transporte al punto de partida.
Sin embargo, ha sido el ambiente familiar que ha tomado la FIG uno de los detalles que más ha enamorado a los participantes. Porque además de ser testigos de una experiencia sensorial incomparable, la cita ofrece un programa de actividades culturales y deportivas que incluyen cursos, exhibiciones, concursos y ferias gastronómicas.
Por esto y más, varios países del continente han dado los primeros pasos en la organización de festivales similares. De hecho, en los últimos años los globos más asombrosos han comenzado a surcar los aires de Argentina, Colombia y Chile, e incluso se han multiplicado otras exhibiciones en la geografía mexicana.
De seguro, nuevos destinos se irán sumando para aprovechar todas las potencialidades relacionadas con esta aeronave, que apasiona lo mismo a quienes vuelan en ella por la oportunidad de ver la vida desde otra perspectiva, que a los que desde tierra aprovechan para quedar embelesados con un cielo que no se conforma con estar pintado solo de azul.

Un gran anhelo
Aunque algunos estudios recientes señalan que en 1709 el sacerdote brasileño Bartolomeu de Gusmao fue el primero en realizar una demostración de ascensión aérea en globo de aire caliente no tripulado ante la corte del Rey Juan V de Portugal, la versión más aceptada adjudica tal privilegio a los hermanos franceses Jacques Étienne y Joseph Michel De Montgolfire. Su primera demostración pública ha sido ubicada en junio de 1882, cuando lograron que un globo esférico de 10 m de diámetro y 226 kg de peso, hecho de papel barnizado y tela, se elevara sobre los 1 800 m y recorriera 2 km.
Un año más tarde los también galos Jean Francois Pilatre de Rozier y Francois Laurent, se impusieron como los primeros tripulantes de esta clase de aeronave, al despegar desde el parque La Muette, en las cercanías de París, ascender unos 1 000 m durante un vuelo de 25 min y avanzar cerca de 10 km.
Desde entonces se fue dando una constante evolución que ha permitido al ser humano cumplir uno de sus grandes anhelos: dar la vuelta al planeta sobre un globo aerostático. Sucedió el 20 de marzo de 1999, cuando el suizo Bertrand Piccard y el inglés Brian Jones, a bordo del Brietling Orbiter 3, aterrizaron en Egipto después de desandar completamente el planeta. Habían despegado en Suiza, y durante 20 días volaron 46 759 km sin escalas.

Sofisticaciones
En la actualidad, la construcción de globos se ha perfeccionado. La mayoría se eleva gracias al aire que calientan los quemadores de propano instalados en la boca. La envoltura, o cubierta, está elaborada con un tejido sintético tratado con poliuretano para minimizar las fugas. De la cubierta cuelga una barquilla, o cesto, que transporta al piloto y los pasajeros.
Una vez que ha despegado, se puede hacer ascender accionando los quemadores y añadiendo así más aire caliente. Para descender tan solo debe esperar a que este se enfríe o abrir una válvula situada en la parte superior, la cual lo libera.