Fernando Pérez

Recientemente Fernando Pérez ha sido noticia. Hace unos meses presentó su primer video clip Canción fácil, prepara la filmación de una nueva película y exhibió su cinta “La pared de las palabras”. Hechos que llaman a reflexionar sobre uno de los más importantes cineastas cubanos de los últimos tiempos. Su obra emana alegorías, efectos recurrentes para expresar emociones, estados de ánimo de personajes que se mueven en la cotidianidad de una ciudad, La Habana. Es ella, la protagonista, casi principal de sus películas. Su filmografía, considerada por analistas y críticos como “cine de autor”, expresa códigos y signos que le pertenecen y lo identifican. Pero algo importante, si la obra cinematográfica como otras expresiones artísticas, es espejo de una época, no se puede hablar de la historia cubana sin su referente fílmico. Muchas razones para seguirle los pasos, para ir tras el itinerario de Fernando Pérez…

“El autor en el cine es un término creado (…) para situar al cineasta junto al poeta, el pintor, el creador   de ficción (…) La política del autor es una visión libre, anticonformista, rebelde, violenta, insolente.”
Glauber Rocha
Cineasta Brasileño

¿Qué le aportó sus inicios en el  cine documental para afrontar la ficción?
El documental fue mi escuela –como para la mayoría de los cineastas de mi generación. El sistema era comenzar como asistente de dirección, luego debutar como director y realizar documentales, para finalmente llegar a la ficción. Fue un largo camino. En mi caso tuve la fortuna de trabajar durante cuatro años como realizador, junto a Daniel Díaz Torres y Rolando Díaz en el Noticiero ICAIC Latinoamericano.

Considero que esa fue mi mejor escuela. Santiago Álvarez nos dio libertad absoluta y el Noticiero fue como un taller de creación en el que pudimos canalizar muchas de nuestras inquietudes, preguntas, dudas, desconocimientos. Allí crecí y fui incorporando orgánicamente los rigores y exigencias de la profesión.

Es un permanente impulsor de la Muestra de Jóvenes Realizadores. ¿Es  un compromiso ético con los cineastas noveles?
Más que impulsor trato de compartir, participar y colaborar porque pienso que la Muestra es –desde hace años –el espacio más dinámico y vivo del ICAIC y de nuestro audiovisual. Participar me parece la manera más vital de compartir experiencias e inquietudes sin barreras generacionales, profesionales o académicas.”

La simplificación en las nuevas tecnologías audiovisuales ha  posibilitado que la realización cinematográfica se independice de la industria. ¿Considera que esto traerá un cambio significativo para el cine cubano?
Ya lo trajo, lo sigue aportando y lo continuará enriqueciendo. El fenómeno del cine independiente es, desde hace rato, una realidad fehaciente, una planta que germinó y dejó de ser semilla. El terreno ha sido fértil gracias a los jóvenes y su derecho inalienable a no tener que esperar y hacerlo por ellos mismos y saltar, vencer muros y prejuicios. Ya no hay promesas, sino películas concretas que conforman una producción de primer orden que cubre las expectativas de distintos públicos (Melaza, Juan de los Muertos, La piscina, Memorias del desarrollo y otras).

El cambio de la manera de producir podría conformar también un cambio de lenguaje. Ya se avizora en algunas obras, pero todavía es muy temprano para confirmarlo como tendencia. Por eso es que hablo de un fenómeno y no de un movimiento. Pero estoy convencido de que el cine independiente (ahora fragmentado) podría gestar un movimiento de renovación estética del cine cubano.  

La pared de las palabras nos sitúa ante el problema de la discapacidad. ¿Es un llamado  a la sociedad sobre este aspecto o pretende algo más?
Más que un llamado, quisiera que fuera una invitación a la reflexión y que no se viera La pared de las palabras únicamente como una película sobre la discapacidad, sino sobre el difícil ejercicio de la comunicación humana, que significa un arduo y escabroso camino. Conflicto que intentamos expresar no solo a través de Luis –Jorge Perogurría– el protagonista, sino de toda su familia y su entorno social. Porque, con frecuencia, somos los seres humanos clasificados como normales los más incapaces de entender palabras, señales, ondas, miradas que se pierden en la oscuridad de lo cotidiano y que no nos detenemos a escuchar solo porque son distintas, diferentes, atípicas.  

Por primera vez dirige un video clip y ahora prepara un drama alegre al que le ha propuesto como título “Chupa pirulí”.   ¿Intenta dar un nuevo giro a su quehacer cinematográfico?
No, creo que sigo siendo el mismo, pero enfrentando nuevos desafíos. Siempre he creído que uno no puede quedarse con lo que sabe o aprendió, porque en la vida, como dijo Buda: –nada es eterno, excepto el cambio–. El cambio visto como evolución natural y necesaria: el río que nunca es el mismo porque sus aguas van en movimiento perpetuo. Recuerdo que cuando yo era niño (casi un adolescente) dos conocidas marcas de cigarros cubanos tenían slogans publicitarios que ahora  asocio nuevamente: “De mi padre lo aprendí” y  “El que no cambia se estanca”. Uno hereda y bebe de la tradición y la experiencia, pero si no evoluciona…

Y es real, su cinematografía, aunque marcada desde los inicios con un estilo peculiar, se ha hecho más coherente, sus sintagmas expresivos cobran nuevos vuelos y dan fe de esta evolución, porque Fernando descubre las realidades que lo circundan, hace una disección de ellas, las vive y corrobora algo que dijera el director Federico Fellini “Mi trabajo es vivir. La vida cotidiana es mi mejor fuente de inspiración”.