Finas piezas de tagua y  cocobolo, jarrones tejidos con diseños geométricos o de animales, shakiras esplendorosas, sombreros, vestidos, pulseras y carteras con las famosas molas y muchas más obras, hechas a mano por anónimos artistas populares, se exhiben en las tiendas de artesanía diseminadas por  la ciudad, a donde acuden los turistas con el afán de llevarse un legítimo recuerdo de Panamá.
Cada una de estas especialidades tiene su técnica y exigencias para la confección. Algunas obras demoran meses para su confección y requieren mucha dedicación y destreza por manos laboriosas que ingenian en sus mentes los diferentes diseños y los  hacen realidad sin diseño previo en un papel.
Las etnias vivas de Panamá han sabido pasar de generación en generación estos conocimientos y habilidades, tomando solo lo necesario de los bosques, cuidando que los ciclos naturales no sean afectados por talas indiscriminadas o mal uso de los recursos que les brinda la madre naturaleza.
Según nos contó la artesana wounaan Bernilda Carpio, tejedora de gran experiencia, lo que es hoy un objeto de arte que ellos hacen para vender,  antes era para el uso diario de las personas de su pueblo.
Las hermosas canastas, platos, máscaras y hasta zapatos se tejen con plantas que están en las montañas del Darién.  Se extraen de las palmas cocogoyo o chunga las fibras principales, se lavan y se ponen al sol para secar. Las tintas que se utilizan para darle color también proceden de las plantas  y logran  una docena de combinaciones naturales.
El diseño es una de las partes más importantes del proceso y solo se produce en sus mentes. Cada diseño lleva un tiempo diferente de elaboración, no importa si el objeto es pequeño o grande. Si el tejido es fino, cerrado y bien elaborado puede tomarles hasta tres meses terminarlo. Las labores de hoy se diferencian de lo que hacían antes, pues sus obras eran más rústicas y con menos acabados.
Los trabajos están muy valorizados:  una canasta puede llegar a costar hasta 5 000 dólares, todo depende del tamaño y en especial de la calidad de su tejido y el tipo de diseño.
Los emberá y los wounaan tienen prácticamente las mismas costumbres pero parece se diferencian en la forma en que hacen los tejidos, pues nos cuenta Bernilda que ellos, los wounaan, se esfuerzan por  logran una  mejor terminación.
Las piezas de cocobolo y taguas tienen otra historia, estas las hacen solo los hombres, pues la madera y la semilla son muy duras y cuesta mucho trabajo  tallarlas.
La tagua es la semilla de varias clases de  palma. Cuando está blanda se puede comer. La semilla es colocada el sol para que nos sea  atacada por lo insectos y  logran ponerla tan dura que es conocida como el marfil vegetal del que salen formas de mariposas, peces, pájaros, ranas y cuanto animal vive en la selva del Darién, convirtiéndose en hermosos y duraderos adornos o accesorios de belleza como collares y pulseras.
Los puestos de ventas abren al público  desde las 9 de la mañana hasta bien entrada la noche. La llegada de cruceros le da mucha vida a  los puestos de ventas y la variedad de la oferta hace que la adquisición de las artesanías sea una parte importante del tour.
En el Casco Antiguo, cual embrujo de sus calles adoquinadas, ruinas que se reconstruyen y nuevos cafés, que inundan al ambiente con aromas de todas partes del mundo, los sitios de venta de artesanías se muestran elegantes y los transeúntes de la zona buscan y rebuscan hasta encontrar lo que les agrada con la ventaja de que -la mayoría de las veces- quien vende la pieza es el propio artesano o al menos le puede contar algo curioso sobre el origen de esa tradición de sus ancestros, que hacen maravillas con las manos. 