La escena del mar y la montaña fundidos en un beso, en perfecta armonía, hechiza al forastero y hasta al nativo.

Ese espectáculo natural, que acontece en parte de la costa sur de Cuba, no resulta el único que enamora del paisaje de Granma.  Hay otros besos más dulces: como los que les da el río Cauto –el de mayor longitud del país (343,4 km)– a las llanuras inmensas de la región, en las cuales las tonalidades del verde parecen yuxtaponerse.

Como si fuera poco, la Ciénaga de Birama (más de 57 000 ha), el segundo humedal más importante del país, con una fauna impresionante, extiende sus abrazos al mencionado afluente y a las tierras bajas que también existen en esta porción cubana.

Tales paraísos deberían conocerse en otros lares para acentuar que este territorio es mucho más que la Sierra Maestra –su referente de antaño–, el macizo montañoso desde donde Fidel Castro dirigió la guerra contra la dictadura de Fulgencio Batista. 

En este territorio  están, por ejemplo, las terrazas marinas sobre rocas calcáreas de Cabo Cruz, accidente geográfico ubicado en el Parque Nacional Desembarco del Granma, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1999 por su  excelente grado de conservación.

No menos impresionante es el Hoyo del Morlotte, colosal furnia de 77 m de profundidad y 55 m de diámetro, situada no muy lejos del histórico sitio de Alegría de Pío. Tal «hueco» le debe el nombre a su «descubridor», quien en 1938 lo divisó a gran altura, desde un aparato aéreo. Es muestra del extraordinario desarrollo de procesos cársicos en estas zonas, en las cuales existen, además, numerosos escarpes, dolinas y cuevas. Entre las últimas destaca la del Fustete, de 5 km de largo, de las mayores de país.

En el mencionado Parque Nacional –asentado en el municipio de Niquero– se encuentran admirables senderos arqueolócios, como el de El Guafe, creado en 1987. Tiempo atrás, excavaciones arqueológicas sacaron a la luz restos de esqueletos y vasijas enteras pertenecientes a los indígenas cubanos.

Sin embargo, los testimonios del pasado que más conmocionan son los diferentes ídolos tallados en las cavernas del Parque. En la puerta de una de estas se encuentra la imagen en piedra de Atabeira, madre de todos los dioses y de las aguas que en la tierra corren, según las creencias de los indios antillanos. Ese ídolo, de unos 56 cm de alto, tiene una ubicación increíble y hasta misteriosa. Rodeado de agua, en un área que de por sí es seca, solo lo ilumina el sol completamente un día del año: el 21 de diciembre, fecha en que se produce el solticio de invierno.

Por tales paisajes habita un animal nocturno, sumamente raro, endémico local,  la lagartija de hojarasca, (Crycosaura tipica), considerado un fósil viviente; además, como apunta la enciclopedia cubana Ecured, viven especies llamativas: el rabijunco (phaeton lepturus), «ave marina que solo nidifica en algunos lugares del Parque»; la paloma perdiz (Starnoenas cyanocephala), género endémico en peligro de extinción; el manatí (Trichechus manatus), mamífero casi extinto; la cotorra (Amazona leucocephala) y «las cuatro especies de quelonios marinos reportados en Cuba (Caretta caretta, Chelonia mydas,Lepidochelis olivacea y Eretmochelis imbricata)».

HUMEDALES Y JARDINES

Lejos de esa región de cuevas, en los municipios de Río Cauto, Yara, Manzanillo y Jobabo (este último de la provincia de Las Tunas) se encuentra el refugio de fauna Delta del Cauto, declarado sitio Ramsar a principios de este siglo por su nivel de conservación.

Bienaventurado quien pueda pasar por esos lares, en los que imperan manglares de casi 30 m, colonias del flamenco rosado caribeño (Phoenicopterus ruber ruber), miles de ejemplares del cocodrilo americano y de 138 especies de aves.

Un reportaje publicado en el periódico Juventud Rebelde en el año 2001 expone que en el refugio hacían vida unas 100 000 garzas, número que no alcanza otra subregión de Cuba.

No menos deslumbrante es el área que ocupa el Jardín Botánico Cupainicú (Guisa), el más natural de la nación, pues apenas ha «importado» ejemplares. Posee 2 020 especies en su flora, de estas 300 de plantas medicinales entre árboles, arbustos y hierbas con propiedades curativas citadas en la farmacopea popular.

«Aquí tenemos árboles mayores de 200 años,  umbráculos de orquídeas, numerosos cactus y otras plantas exóticas. De la fauna llaman la atención los carpinteros churroso y jabao, la cartacuba, el zunzún, la codorniz, la jutía conga y el camaleón azul, entre otros. Este es el tercer jardín en importancia del país, después del Nacional y del de Cienfuegos», comenta Yolenni Rodríguez Paneque, directora de la institución.

Hay muchas más maravillas naturales. Algunas pueden verse desde el Pico La Bayamesa (1730 m.s.n.m.), elevación cumbre de la provincia, pero otras hay que descubrirlas en el andar por caminos mágicos e intrincados. En cualquier caso, será difícil no quedar seducido ante ellas.