Óleo de tepuy con orquídea
El afamado arquitecto Fruto Vivas suele contar que, cuando a muy poco tiempo de la apertura de la Exposición Mundial de Hannover, en el año 2000, le pidieron diseñar el pabellón de Venezuela con un proyecto que recreara el lazo tecnología-hombre-naturaleza, se sentó a dialogar con sus lápices y en seguida aparecieron en el papel dos elementos típicos de su tierra: los imponentes tepuyes de la Gran Sabana y la delicada orquídea, flor nacional.
«Inmediatamente me dijeron: ¡Te vas para Alemania!», ha recordado el artista. Y allá se fue, con el ingeniero Silvano González, a plantar un trozo de trópico en la gélida Europa.
La cosecha no pudo ser mejor: el venezolano resultó el segundo pabellón más visitado, después del alemán, y mereció una Mención Especial de la muestra. Venezuela entera dio vivas a Vivas por haber creado un ícono del arte, la cultura y la modernidad que el país no dejaría morir al cierre de la Exposición. Entonces, en 2006 comenzó el complicado traslado a casa de ese tesoro que dos años después «florecería» en su ubicación actual: la ciudad de Barquisimeto.
Como toda belleza verdadera, La flor de Venezuela –que así se llama la obra, como en Alemania se nombró La flor de Hannover- parte de un concepto sencillo: la orquídea que florece sobre un tepuy. ¡Ah, pero cuando se aprecia que sus 16 pétalos se abren con la salida del sol, se cierran si llega la lluvia y se tiñen de colores en los atardeceres, uno entiende que esta flor de 39 m es pura jardinería arquitectónica!
Vista de cerca se descubre su magia: un tallo hidráulico de 19 m sostiene el alternativo «pestañear» de la orquídea sobre el edificio que representa un tepuy como el que, en el inmenso Parque Nacional Canaima, lanza al abismo al mismísimo Salto Ángel, la catarata más alta del mundo.
Además de un festín para los ojos, el conjunto se erige en impactante paradigma de arquitectura sostenible porque su funcionamiento se integra, cual orquídea verdadera, a los ciclos de la naturaleza. La flor de Venezuela no consume energía para regular la temperatura porque lo hace con el efecto del aire que circula a través de jardineras escalonadas hacia el capitel central.
La construcción de esta estructura de vanguardia tampoco dejó residuos nocivos al medioambiente porque se hizo en seco, con materiales reciclables no contaminantes que tornan sencillo el desmontaje. Si se quisiera una gran prueba de integración con el entorno, esta orquídea mecánica puede darla, pues los peces tembladores –la anguila eléctrica del río Orinoco- tienen su propia tarea en el parque: ¡cuando asoman del agua, a respirar, generan los cerca de 800 V que alumbran una pantalla con la bandera venezolana!
Así es; en la instalación pueden hallarse unas 200 000 plantas y más de 2 600 peces de la región que incluyen, ¡no faltaba más!, las insaciables pirañas. El sitio también dispone de biblioteca, anfiteatro y un escenario para foros y presentaciones culturales al que se integran proyectos de toda la nación.
Hace tiempo que Barquisimeto es conocida como la Ciudad de los crepúsculos, pero desde que le nació esta flor, la capital del estado de Lara multiplicó su atractivo. Se dice que, al filo de las noches, los tonos fucsias pintados por el sol que se marcha tienen que competir, de belleza a belleza, con los destellos de una orquídea que se apresta a dormir sobre el poderoso pecho de un tepuy.