Alicia Alonso

FUE ALGUNA VEZ EL TEATRO MÁS GRANDE Y LUJOSO DE AMÉRICA LATINA Y EL TERCERO DEL MUNDO, SOLO SUPERADO POR LA SCALA DE MILÁN Y LA ÓPERA DE VIENA. PERO CUANDO EL TIEMPO PARECÍA QUE LO IBA A CONSUMIR, LOS TELONES DEL GRAN TEATRO DE LA HABANA SE LEVANTAN PARA PRESENTAR UNA NUEVA HISTORIA

Ni murales a la entrada ni la inmensa galería de arte ni el lugar donde solía tomarse un café conocido como El Adagio lo recibirán la próxima vez que llegue a este sitio. A simple vista, quizás, no le resulte conocido puesto que una reparación capital iniciada en 2013 cambia ya el rostro de lo que fue una vez el teatro más bello de América.
“Es una de las obras de restauración más importante que acomete el país.” Así declaró el viceministro de cultura de Cuba, Julio Ballester, quien asegura que “una gran cantidad de la inversión es de importación, puesto que lo principal que incide en un teatro es su tecnología. Aquí, a partir de ahora, todo es de primera: la telonería, la mecánica escénica y el tratamiento acústico”.
Por vez primera el recinto cuenta con clima centralizado, se rescataron camerinos y los dos elevadores con sus cabinas originales, se restauraron los exteriores y los pisos y se amplió el lobby. Dispone también de nuevos mobiliarios, salones de ensayos para los bailarines y la orquesta, un estudio de grabación y más de 20 camerinos y baños.
Pero es la sala García Lorca una de las más favorecidas, justo el sitio que acoge las célebres funciones del Ballet Nacional de Cuba o donde ocasionalmente se presentan bailarines del Royal Ballet de Londres, de la Scala de Milán, del New York City Ballet o del Ballet del Teatro Colón, de Argentina.
Una sala que, sin lugar a dudas, no sería la misma sin uno de sus símbolos: la mítica lámpara Araña de Tacón. Uno de los mayores atractivos, cortesía de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, será una nueva lámpara hecha de cristal de bohemio; interpretación de la que existía anteriormente, que nos recuerda a la primera que fue colocada en el Teatro. Era una enorme y bella lámpara de fino vidrio importada desde París y que dicen las leyendas populares, que sufrió la ira del público una noche de 1863.
Una vez abierta la sala, la lámpara estará abajo. Al terminar de entrar el público y minutos antes de comenzar cada función, irá subiendo lentamente como sucedió en una época.
Pero ciertos rumores han envuelto las obras. Hay quienes aseguran que por una mala ejecución, el teatro sufrió una inclinación a partir de una grieta en una pared. Lo cual confirman autoridades del teatro. No obstante, señalan lo siguiente: “Se hizo una excavación  buscando un espacio para el piano, pues no debía estar al nivel del escenario. Como son muros muy antiguos, de mampuesto, hubo una ligera inclinación. Pero con la técnica de última generación se logró arreglar, e incluso mejorar”.  
Aún no terminan las obras, pero quienes transiten por el Prado habanero harán un alto al paso: un nuevo sistema de luces invita a refrescar la mirada. Luego de concluir la majestuosa reparación del exterior principal, con todos sus detalles, se llevó a cabo un proyecto de ambientación a partir de un diseño de iluminación de fachada. Ahora las esculturas, cual ángeles vivientes que quieren emprender vuelo, dan la bienvenida entre matices de colores al impetuoso edificio.
El lugar donde estuvo el antiguo teatro Tacón en la década del treinta del siglo diecinueve vuelve a la vida. Si con sus 90 palcos, más de 20 filas y capacidad para 2000 espectadores, fue el escenario por excelencia de la aristocracia criolla, otra vez lo será, pero ahora para quienes hacemos la historia del siglo XXI.

Nuevo nombre para el  Gran Teatro de La Habana
En septiembre, el gobierno de la República de Cuba acordó denominarlo Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso”, en reconocimiento a los aportes de una de las figuras de la cultura cubana más renombradas, la Prima Ballerina Assoluta, Alicia Alonso, directora del Ballet Nacional de Cuba.