Endemia, punk rock de Costa Rica, en la Tribuna Antiimperialista de La Habana.
Eruca Sativa, de Argentina.

En el principio-o al principio- fue el mito: «La nuestra ha sido siempre una ciudad-puente». Escuchar esto a la vera del Yayabo, con su muy mentando puente a escasos 30 o 40 metros de la vista, traía el presentimiento de aquella «mística» referida por el cronista en el quinto centenario del enclave espirituano. El argumento provino de las autoridades provinciales de cultura. Esgrimido como razón histórica, traslucía sin embargo la convicción de que los destinos de mujeres y hombres, y sus consecuentes golpes de timón, no están sino en sus propias manos.
Imaginé un tren. Para un bonaerense, la metáfora ferroviaria es casi una categoría de pensamiento (el tren nos enseñó, entre otras cosas, a jugar al futbol). Era más o menos así: el tren iba hacían oriente; venia de oriente, mejor dicho. Una tradición de caravanas triunfales venidas de la zona oriental del país propiciaba la inofensiva arbitrariedad. Permitía, incluso, señalar Holguín como punto de partida. La máquina y los descascarados vagones, repletos de coloridos pasajeros. Avanzaban a ritmo sostenido. Pasaban por los linderos de la provincia y por diversos motivos, nunca paraban, o los hacían muy esporádicamente. El tren —de la cultura en tal caso— siempre seguía de largo.
El modesto, empeñoso trencito del festival Patria Grande hizo escala en Sancti Spíritus en noviembre de 2015, dos meses después de aquel primer encuentro en el que pude conocer gente fuera de serie a nivel humano y profesional. Fue instantáneo, como polos que se atraen: personas con serias intenciones de producir hechos concretos.
A instancias de un equipo plurinstitucional encabezado por la dirección provincial de cultura, se realizaron dos conciertos consecutivos: uno en el teatro principal y otro en la Casa de la Guayabera, bastión de gestión y producción cultural liderado por el infatigable promotor —y ahora amigo— Carlos Figueroa.
En dichos conciertos participaron dos agrupaciones foráneas del circuito emergente, ambas de alta factura artística: Don Palabra (Colombia) y Paquiderma (México)
El debut de la ciudad en calidad de subsede resultó un suceso para el público y los artistas. Prohijó, además, un intercambio bilateral de consideración, con la presencia de una delegación multidisciplinaria mexicana en el festival Lunas de Invierno 2016. Llego a generar un folclor mínimo: cierto músico de tierras aztecas volviendo a la provincia para casarse con una vecina de Jatibonico…
Este año se decidió subir la apuesta. No solo irían las bandas emergentes; también irian las principales, las de mayor relevancia internacional. El ambiente previo y la máxima autoridad en cultura transmitían seriedad y confianza. Otra vez, los resultados fueron altamente satisfactorios. Se dieron dos conciertos en simultáneo, a kilómetros de distancia. Se logró que artistas de la talla de Ana Tijoux (Chile) o Eruca Sativa (Argentina) tocaran en Trinidad, mientras Endemia (Costa Rica) y Diafragma (Panamá) lo hacían en Sancti Spiritus. Por razones de fuerza mayor, que son de dominio público, hubo de suspenderse el cierre estelar del legendario grupo Aterciopelados (Colombia) planificado para el 26 de noviembre en la Casa de la Guayabera, proyecto que sin duda será retomado y llevado a cabo en el 2017.