Loly Estévez

Hermoso, sugerente, breve, mas no fugaz. Así percibo a «Letra y espíritu», lema de la Academia Cubana de la Lengua (Acul). Fundada en 1926, la institución festejó su nonagésimo aniversario con un programa que incluyó la presencia en La Habana del doctor Darío Villanueva Prieto, director de la Real Academia Española (RAE) y académico correspondiente extranjero hispanohablante de la Acul.
Para el escritor y catedrático Rogelio Rodríguez Coronel, director de la Acul, los integrantes de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale) tienen «el deseo común de identificar y preservar sus respectivas identidades nacionales. Nuestra lengua y modo de hablarla constituyen un rasgo de identidad que enarbolamos con gran orgullo».
Quizá por eso Rodríguez Coronel no se inmutó ante mi interrogante sobre la amenaza al idioma de las modas y modos de los nuevos tiempos. «Muchos piensan que la lengua está asediada por los vocablos que vienen de otras ciencias, por palabras en inglés indispensables para el manejo de la informática, o por el impacto que van dejando el chateo, los e-mails o los sms. Pero eso siempre ha ocurrido».
Se basa Rodríguez Coronel en la síntesis propia de los telegramas —hoy prácticamente en desuso— ampliamente empleada en todos los países y lenguas. Por ello agrega: «Yo no tengo grandes preocupaciones al respecto, la evolución en nuestro idioma viene ocurriendo desde el latín vulgar. La lengua siempre está en ese proceso. También tenemos que estar conscientes de su uso en los distintos estratos donde nos movemos: no hablamos igual con los amigos, en nuestros hogares o en un transporte público que como lo hacemos durante una entrevista de trabajo o en un evento académico. Ese es el hablante que debemos formar: el que sepa manejar los diferentes niveles de la lengua de acuerdo a su situación comunicacional».
Registrar lo que imponen los hablantes es función de la Acul, al igual que la promoción del aporte cubano al español, todo ello en impulso conjunto con el Instituto Cubano de Literatura y Lingüística, la Facultad de Letras de la Universidad de La Habana, el Centro de Lingüística Aplicada de Santiago de Cuba, la Facultad de Lenguas Extranjeras y la Asociación de Lingüistas de Cuba. Hoy, al hojear el Diccionario de americanismos, considerado uno de los frutos granados de la política lingüística panhispánica de la RAE por Víctor García de la Concha, presidente de la Asale, tenemos la alegría de encontrar cubanismos como arrollar (en el carnaval, bailar alguien al ritmo de la música de una comparsa) y asere (amigo íntimo, compañero inseparable).
Seguir la pista de los cubanismos arrollar (para vivirlo a plenitud hay que ir a los carnavales de Santiago de Cuba) y asere (durante muchos años despreciado por considerársele el colmo de la vulgaridad) son el mejor aval del respeto de académicos, lingüistas e investigadores hacia las esencias de la identidad nacional y el rol definitivo de los hablantes en la dinámica infinita de la lengua de Cervantes.
Compartamos entonces, hispanohablantes del planeta, los saludables noventa años de la Academia Cubana de la Lengua.