Lescay, director del proyecto Albertico Lezcay & Formas.

Santiago de Cuba se reafirma como una excelente plaza para los seguidores del jazz. A los disímiles acordes musicales que reinan en esta ciudad se sumaron virtuosos del género para compartir la sede del Festival Internacional Jazz Plaza.
Alberto Lezcay Castellano —conocido como Albertico— tenía solo dos años de vida cuando en 1980 se crea el Festival Jazz Plaza, sin dudas uno de los eventos más relevantes de la música en Cuba, en el que han participado destacados exponentes del género a nivel mundial.
Este joven, graduado de la Escuela Nacional de Arte, asegura que a tono con el auge actual del género, extender por primera vez la sede a su ciudad natal —que muchos aseguran abrió las puertas de Cuba al jazz— fue algo gratificante. Es un anhelo realizado para los amantes de esta música en el espectro sonoro de la urbe y, a su vez, un reconocimiento para los noveles instrumentistas que se destacan en estos tiempos.
Además de trompetista y tecladista, Lescay —director del proyecto Albertico Lezcay & Formas— posee el don de buen comunicador. Sus dotes nada deben al favor de su apellido, sino al talento que ha reunido, que con el tiempo dirá de la presencia y permanencia del jazz por estos rumbos.
Su proyecto, dice, de origen santiaguero —aunque hace dos años se presenta en espacios de la capital—, fue invitado a la edición 32 del Festival Internacional Jazz Plaza, que se celebró este año entre el 15 y el 18 de diciembre. Al igual que otras agrupaciones, Albertico Lezcay & Formas asistió con el propósito de promover el jazz cubano, a tono con el objetivo del evento musical que auspicia el Instituto Cubano de la Música y el Centro Nacional de Música Popular.
Este hecho lo considera una iniciativa plausible para quienes disfrutan de este género en el oriente del país. Recuerda cuando el destacado instrumentista Roberto Fonseca ofreció un concierto en Santiago de Cuba. «Allí se sintió a gusto. Fue él quien promovió la idea de extender el Festival Jazz Plaza hasta el oriente del país. Fonseca estuvo en Santiago no solo en calidad de músico y para presentar su nuevo disco, sino como director artístico del evento».
Como joven, Lescay sueña en «llegar con la música a la gente para que la vivan, la sientan y disfruten, y crezcan espiritualmente. Pienso que el Jazz Plaza es un festival grande que llega a muchas partes. Son cientos de personas que lo siguen, y esta fue una oportunidad genial para mostrar nuestra música a Cuba y al mundo. El hecho de poder interactuar con esas personalidades es muy bueno. Constituyó una oportunidad para que ellos se nutrieran de lo nuestro con naturalidad y cubanía y nosotros de todo lo que ellos nos presentaron».
«El jazz se ha convertido con el paso del tiempo en un género musical universal, cada país lo acoge fusionándolo con elementos de su propia cultura. En el caso de Cuba se ha demostrado a través del tiempo que las nuevas generaciones de músicos vamos logrando innegables aportes a nuestra cultura nacional».
Cuando en Santiago de Cuba surgió la idea de diseñar e inaugurar un club de jazz no fueron pocas las expectativas. En cierto modo la caribeña ciudad no se había destacado en el cultivo sostenido del género y consecuente aceptación de público.
Hoy el ambiente es otro, asegura. Cuando abrió sus puertas el Teatro Martí —uno de los lugares legendarios de la ciudad— y dio la bienvenida el día 15 a Roberto Fonseca en el concierto de apertura, el Iris Jazz Club, la sede de la Uneac y la Sala Dolores se convirtieron en los principales escenarios de la actual etapa jazzística en la no solo sonera urbe, mientras que el maestro Chucho Valdés, en su condición de presidente del Festival, hizo la apertura en el teatro Mella, en La Habana.
Particularmente, el Iris Jazz Club fue el escenario ideal para lo que ocurrió durante los días del Festival. No solo dio cabida a la música, pues es sabido que el jazz ha logrado insuflar bríos a otras manifestaciones artísticas. Allí se presentaron exposiciones de artistas de la plástica y la revista Arte por Excelencias, que no solo promueve al jazz como género musical, sino también las artes plásticas y visuales. Esta vez fue el jazz el motivo para la integración de las artes.
Orgulloso de su música, Lescay considera importante «que los jóvenes jazzistas cubanos hayamos podido participar y compartir escenarios en Santiago de Cuba con el norteamericano Arturo O’Farrill y la banda Fatoumata Diawara, a quienes se le sumaron la totalidad de los jazzistas del patio».
En esos días los santiagueros pudieron disfrutar nuevamente de las formas jazzísticas del proyecto liderado por Lescay, quien compartió escenario en el Iris Jazz Plaza con Roberto Fonseca y Temperamento, y en el Patio de la Uneac con Zulema Iglesias, Zule Guerra y Ákana, además de otras agrupaciones que incursionan en el género en la actualidad sonora santiaguera.
Los programas del evento permitieron alternar las presentaciones en las sedes. Así los grupos santiagueros estuvieron acompañados en la capital de invitados extranjeros de Estados Unidos, Australia, algunos países caribeños, y de Cuba, «todos de primera línea», precisa.
La primera edición del Jazz Plaza en Santiago de Cuba tuvo intensas jornadas de intercambio propicias para hablar, sentir, y disfrutar a ritmo de jazz. Fue una oportunidad de recordar a los asistentes que este género, que nació como búsqueda de libertad, estado permanente de creación y consiguiente mezcla de estilos, sigue siendo en Cuba una fuente constante de creatividad.