"Compartir paseos con amigos o hermanos promueve en los niños el sentimiento de sociabilización, favorece sus capacidades comunicativas y les ayuda a expresarse con más espontaniedad."

Piedras, palos, hojas, ríos, animales, insectos, etc., despiertan siempre la curiosidad de los pequeños y los cautivan desde el primer momento. Si a esto le unimos el interés y la curiosidad por practicar alguna actividad al aire libre, tendremos todos los ingredientes para que disfruten de forma sana y sean felices, a la vez que experimentan nuevas sensaciones, entran en contacto con la naturaleza y aprenden de ella. De una forma u otra, la relación con el medio natural y sus elementos es una constante. Los críos salen a un parque, encuentran una piedrecilla y la lanzarán una y otra vez; saltarán un charquito, se acercarán a una flor. En el campo, se sentirán fascinados de ver un fruto en su árbol y hasta intentarán trepar el tronco, potenciando sus habilidades motrices. Descubrir e investigar, probarse a sí mismos, realizar alguna pequeña aventura como adentrarse en una cueva o cruzar un río poco profundo, les llenará de curiosidad y emoción. Todas estas actividades en la naturaleza serán los elementos que mejor contribuirán a desarrollar sus sentidos, su inteligencia y su creatividad, su voluntad y las habilidades de su cuerpo y también a expresar todas sus emociones de forma libre y espontánea. La enorme variedad de sensaciones que los niños percibirán durante las actividades y su contacto directo con el agua en un barranco, los sonidos del entorno en una piragua, los olores, el frío o el calor propios de cada actividad, son ingredientes que favorecen el crecimiento y desarrollo del menor de forma equilibrada. Los niños, y más aún los de grandes ciudades, pasan cada vez más tiempo delante del televisor, ordenadores y juegos interactivos que los sustraen del mundo, sus emociones y riquezas; y por eso muchos expertos recomiendan como el mejor regalo que pueda hacérseles, llevarles al campo, a sitios naturales, donde puedan desatar su imaginación y curiosidad por las cosas vivas, hallar el punto de equilibrio entre realidad y ficción. Se tiene en consideración el hecho de que esas incursiones los hacen más sensibles, voluntariosos y entusiastas. Hay que comprobarlo en el buen ánimo que les genera el simple anuncio de que en los próximos días irán de paseo a algún sitio natural que ya conocieron o uno nuevo en el que pueden imaginar que jugarán y vivirán algunas emociones. Si para eso disponen de la compañía de un hermanito o amigo de su edad, e incluso de un grupo, les irá mucho mejor y así lo sienten. Normalmente los niños que van solos con sus padres tienden a mostrarse más caprichosos y se suelen aburrir o cansar antes, lo que no ocurre cuando disfrutan e interactúan entre varios. Es interesante mantener a los niños bajo el influjo de las novedades que van a vivir, en forma de descubrimientos, retos, sorpresas o situaciones agradables; y para ello será bueno recordarles qué elementos de su interés van a encontrar durante el paseo: riachuelos, árboles gigantescos, animales silvestres… alguna montaña que escalar. Acompañarlos para enseñarles nombres de plantas, jugar con ellos, mostrarles las diferencias de colorido en un mismo paisaje, les despierta un especial interés y los motiva a aprender nuevas cosas. Lo mejor incluso será dejarles caminar, alejarse un poquito siempre que no exista ningún peligro, poner a prueba su sentido de la orientación, que recolecten algunos tipos de piedrecillas. A la vez que recreación, será abrirles los caminos al amor por la naturaleza.

Descubrir e investigar, probarse a sí mismos, realizar alguna pequeña aventura como adentrarse en una cueva o cruzar un río poco profundo, les llenará de curiosidad y emoción.

La expectativa que genera en los infantes el simple anuncio de una próxima excursión a la naturaleza, desata en ellos un gran entusiasmo que se concreta después en profundo disfrute, bienestar y salud emocional.