Durante el siglo XIX, empresarios alemanes mostraron un marcado interés por la mayor de las Antillas, atraídos de manera especial por su riqueza natural, su posición geográfica y su industria azucarera.

Importantes inversiones de capital alemán se situaron en el desarrollo del ferrocarril, la industria cervecera, la soga y la cordelería, así como en varios ingenios azucareros en calidad de propietarios. 

Muestra de esa activa presencia es el hecho de que fuera un alemán el fundador del Acueducto de Matanzas, en 1871. Otro germano se convirtió en uno de los primeros propietarios de terrenos en la hoy famosa playa de Varadero, antes de que se asentara como pueblo en 1887.

En el ámbito del comercio resultan significativos los fuertes vínculos que existieron entre Cuba y Alemania en lo que respecta al tabaco. Ya a  finales del siglo XVIII, Cuba llegó a exportar a Alemania apreciables cantidades de tabaco en rama. Según afirma el sabio cubano Don Fernando Ortiz en su obra Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar :  “En Alemania el cigarro o tabaco puro tipo Habano pronto tuvo buen mercado. En el año 1788 un tal Schlottmann establece una fábrica de ellos en Hamburgo con rama que le va de Cuba. Y con el tiempo Hamburgo llega a ser un gran centro del comercio tabaquero, que envía factores a La Habana y aquí arraigan abriendo almacenes de rama, fábricas de ricas vitolas y hasta casas de banca para financiar su negocio”.

Al culminar el año 1859 las exportaciones de tabaco en rama desde Cuba ascendieron a 13 549 670 libras, de las cuales 3 927 232 fueron compradas por Alemania, aunque se debe hacer la salvedad de que no toda esa cantidad se dirigió al mercado alemán. Existían agentes distribuidores alemanes que vendían el producto a otros países europeos.

En la historia de las relaciones económicas y financieras alemanas con Cuba, la firma H. Upmann, con sus raíces en Bremen, aparece como la primera de procedencia extranjera –con la lógica salvedad de los españoles por ser Cuba, entonces, una colonia de España-,  en aportar capital de inversión directo en el tabaco cubano.

Correspondió a H. Upmann y Cía. una destacada presencia en el mundo de los negocios existentes en Cuba, vinculando el comercio con la banca, que se había establecido definitivamente en 1868. Los hermanos Upmann, Herman y August, naturales de Bremen, se iniciaron en la esfera del tabaco a partir del 1 de marzo de 1844, en La Habana, aunque la licencia de fundación de la fábrica H. Upmann aparece concedida, con fecha 9 de mayo de ese año, por el Capitán General de la Isla Leopoldo O´Donell. Por entonces, se calculaban en más de 1 800 las fábricas de tabaco.

Gracias a su famoso Habano, la firma H. Upmann logró penetrar con éxito en los mercados extranjeros de mayor exigencia. Ese sería su principal rubro de producción y exportación.

Es de resaltar un hecho que demuestra la pujanza económica y el prestigio alcanzado por la firma H. Upmann. Entre el 9 de octubre de 1883 y el año 1891, la empresa absorbió 28 marcas de tabaco, según los Registros  Marcarios de Cuba correspondientes a los siglos XIX y XX. 

En ese contexto, otro alemán, Luis Marx, realizó un importante aporte a la industria del tabaco cubano.

Hacia 1890, ante la demanda del mercado tabacalero, fundamentalmente en Alemania y los Estados Unidos, se impuso la necesidad de obtener una variedad cuya hoja debía poseer un color claro, además de la fortaleza necesaria. En fin, se buscaba una hoja uniforme que hasta el momento no se había alcanzado.

Después de muchas pruebas, con la introducción de la técnica importada desde los Estados Unidos del “cheese cloth” (cultivo bajo tela) en la siembra del tabaco, se logró lo deseado.

Tomando esa experiencia, correspondió a Luis Marx superar la misma en su finca del territorio de Alquízar, en la provincia de La Habana, alcanzando pleno éxito, que se extendió a otros lugares, al comprobarse que era altamente beneficiosa para la producción del tabaco de capa. Marx llegó a tener en sus tierras la siembra de capas más extraordinaria que se hubiese conocido hasta entonces.

Con el regreso de Herman Upmann a Bremen, y su fallecimiento en 1894, viajan a Cuba sus hijos, Herman y Albert, para continuar sus negocios a partir de 1897. August también decidió retornar a Bremen, al comprobar que sus sobrinos estaban aptos para relevarlo, pero se mantuvo como jefe máximo de la firma, gerente general de la casa bancaria de los Upmann y de la fábrica de tabacos H. Upmann y Cía. 

Después de culminar la guerra por la independencia de Cuba contra España (1895-1898), Herman hijo recibió fuertes presiones por parte de los trust norteamericanos e ingleses para que vendiera su firma, a lo cual no accedió. Ya por ese tiempo se había asociado a la firma H. Upmann el también alemán Heinrich Kaufen.

La década de 1890 marca el inicio del interés directo del capital financiero estadounidense por la industria cubana, acentuándose el incremento de la concentración del capital de esa nacionalidad en el sector tabacalero, mediante la compra de fábricas y marcas o vegas de tabaco para producir la hoja que necesitaba la industria tabacalera de Estados Unidos.

El primer antecedente de ese movimiento puede hallarse en la fusión de las fábricas “El Águila de Oro” y “Henry Clay”, en 1887, con lo cual quedó formada la primera sociedad anónima dedicada al giro tabacalero.

Por entonces, la fábrica H. Upmann —donde también laboraba como dirigente otro alemán nombrado Paul Meyer—, se hallaba en un edificio de dos plantas, con un sótano, situado en una manzana de terreno entre las calzadas de Belascoaín y Carlos III, y las calles Estrella y San Carlos, y era conocida por los tabaqueros como “La Madama”. En una edificación contigua se estableció el taller conjunto Upmann-Kaufen, con el nombre de “Flor del Pacífico”, para la confección de tabacos.

Hacia 1918, culminada la Primera Guerra Mundial, la situación económica de Cuba se hizo dramática, al producirse un crack bancario y comercial de incalculables consecuencias, que sumió en el desempleo a  decenas de miles de trabajadores. Debido a esta situación, la firma H. Upmann y Cía, al igual que muchas otras, quebró en 1922, rematándose por solo 30 000 pesos. Tres años después, el 3 de septiembre de 1925, aconteció el fallecimiento de Herman, mientras Albert se fue a residir a Estados Unidos.

La situación antes expuesta conllevó a que la marca de tabacos H. Upmann pasara en años subsiguientes a propietarios de varias nacionalidades, entre ellos ingleses, españoles y alemanes (Otto Brades y Paul Meyer). La industria nunca más volvió a ser exclusivamente alemana.

En 1935, la familia española Menéndez y García se convirtió en dueña de la fábrica H. Upmann. En 1944, conmemorando el centenario de la famosa marca de tabacos, se inauguró el nuevo edificio de la fábrica H. Upmann, en la calle Amistad 407 – 409, en La Habana.  

Afamada Cuba desde el siglo XIX, sobre todo por la calidad superior de su tabaco torcido, nombres como H. Upmann, La Corona y Partagás se habían convertido en palabras familiares para la aristocracia en Europa y Estados Unidos.