Los Roques, Venezuela. PURO Relax Caribeño
Islas desiertas y arrecifes de coral es lo que domina el paisaje cuando apenas quedan minutos para desembarcar en esta especie de atolón perdido al sur del Mar Caribe, en el que sigue vivo el mito del buen salvaje y el paraíso terrenal.
La aventura de Los Roques puede empezar desde el mismo comienzo del viaje. Si por mar constituye un anticipo de lujo porque la travesía es agradable, surcando combinaciones de azules difíciles de imaginar sin antes verlas, por aire se descubre la dimensión espectacular de este paisaje de cayuelos planos y estrechos, repletos de luz y soledad, con una extensión de 200 mil hectáreas. Aún a pesar de que el archipiélago aparece reseñado en una antigua cartografía española de 1529, al no haber manantiales ni fuentes de agua dulce y ser escasas las lluvias, no se estableció nunca allí ningún asentamiento y los únicos visitantes de las ínsulas roqueñas durante siglos fueron navegantes extraviados, aventureros y pescadores de paso. Es esa precisamente la gran atracción del lugar todavía hoy: dejar atrás el mundanal ruido aislándose del mundo y regalarse el capricho de tener para sí una playa de naturaleza intacta como en el alba de los tiempos para disfrutar la aventura del buen salvaje arropado solo de cómodas sandalias y short, comiendo pescados recién extraídos del mar, al margen de las noticias del día y los ganchos publicitarios de Internet. Con unos 42 cayos de corazón verde y un conjunto de más de 250 arrecifes coralinos cuyas siluetas cambian con las variaciones de la marea, Los Roques se integran en un Gran Parque Marino situado al norte de la costa central de Venezuela, exactamente a 166 kilómetros del puerto de La Guaira. Hacia el noreste, protegidos por una extensa barrera coralina de 24 kilómetros, se levantan los cerros de El Gran Roque –la isla principal–, que concentra las escasas instalaciones disponibles. Por allí es por donde primero pasan los visitantes de un día o los turistas que llegan para estar una semana. Les da la bienvenida algún funcionario del parque y les informa sobre lo que se puede y no se puede hacer en la jurisdicción de esta reserva natural creada por decreto presidencial el 8 de agosto de 1972 y actualmente manejada por el Instituto Nacional de Parques (INAPARQUES).
Cierto es que Los Roques han dejado de ser un secreto de pescadores y algunos venezolanos y navegantes solitarios bien informados, por lo que sus autoridades les explotan con escrupulosa cautela para que los trasiegos humanos no quiebren el frágil equilibrio de sus ecosistemas. Ahora existen allí un aeropuerto para aviones de pequeño porte, un atracadero, algunos almacenes para los abastos esenciales, una planta desalinizadora, depósitos de agua, taquillas para el cambio de ropa, un puñado de alojamientos en hoteles pequeños y posadas confortables, las oficinas del parque y otras autoridades, algunos restaurantes y bares, cabinas telefónicas, pequeños estanquillos para el alquiler de equipos de buceo y poco más. El kayac, el velerismo, el windsurf, sobrevolar las ínsulas en ultraligero, realizar seafaris, tumbarse en una playa desolada en la que la luz del trópico inunda hasta el último de sus resquicios o perderse durante horas sobre un catamarán por el laberinto de canales que culebrea entre las ínsulas roqueñas, hasta hallar el recoveco ideal y lanzarse al agua a contemplar sus fondos maravillosos, son las ofertas básicas. Grandes atractivos Para los amantes del mar y los deportes náuticos, Los Roques constituyen un real paraíso con todo lo necesario para que no tenga espacio el aburrimiento. Pero también lo es para ecoturistas devotos de rarezas y exclusividades. El archipiélago, por ejemplo, es uno de los pocos lugares del mundo con programación de excursiones nocturnas para el avistamiento de las tortugas en el proceso de desovar. Tiene aves únicas de allí, como el canario de mangle y la reinita negra, y reptiles muy curiosos como el lagarto guaripete, que se alimenta de flores de cactus y se ha vuelto un hábil depredador de los huevos que suelen poner entre las rocas, algunos tipos de pájaros que frecuentan el archipiélago. Las iguanas, otro raro reptil conocido como machurife, la salamandra y un único mamífero –el murciélago pescador–, son las especies básicas de la fauna local; junto a las aves marinas, con grandes poblaciones de alcatraces, guanaguares, pájaros bobos, gaviotas, alcaravanes y playeros, junto a una numerosa colonia de flamencos rosados radicada en cayo Los Canquises. Paseando a través de los senderos abiertos en varios de estos territorios diminutos, se descubren escenarios interesantes siempre con el mar como telón de fondo y a veces exóticas especies cactáceas, que se alternan con espinares y otras plantas xerófilas, como resulta típico en zonas tropicales secas y calientes. La curiosidad vegetal por excelencia es el llamado tabaco del pescador, así conocido por sus fuertes efectos alucinógenos; mientras que los mangles en sus variedades rojo, negro, blanco y el llamado botoncillo, constituyen los principales protagonistas de la flora local. Naturalistas o turistas de inclinación ecológica, suelen frecuentar la Sociedad Científica de Dos Mosquises, el principal centro investigativo de Los Roques, que está asociado a la Organización Internacional Ecochallenge y desarrolla importantes estudios sobre corales, peces, explotación de recursos pesqueros y oceanografía. En un esfuerzo de sensibilización hacia la naturaleza que se ha convertido, además, en uno de los grandes atractivos de Los Roques, los científicos de Dos Mosquises ofrecen a los visitantes la posibilidad de apadrinar bebés tortugas, delfines y tiburones, a los que marcan y monitorean siguiendo sus progresos durante años, cual nuevo miembro de la familia submarina del parque, a la que le prodigan especiales atenciones y mimos. Pero con todo, el más importante tesoro de esta enorme reserva caribeña de Venezuela empieza justo cuando la tierra termina y se vuelve plataforma sumergida extendiéndose hacia el fondo del mar, donde aparecen los arrecifes coralinos con miles de especies en un espectáculo bello y deslumbrante, formando biotopos de gran valor ecológico, fisiográfico y escénico. De tal manera, la fauna marina y otras formas de vida oceánica que ellos albergan, constituyen el recurso natural más rico e importante de Los Roques y la predilección indiscutible de la mayoría de las personas que los visitan. Son frecuentes peces como los navajones, cirujanos o barberos; las achamas, las isabelitas y los llamados loros, que tienen una boca en forma de pico parecida a la de esa ave, la cual utilizan para limpiar los pólipos de la superficie calcárea de los corales, en una labor natural de saneamiento que mucho ayuda a la salud y colorido de estas formaciones. Abundan también el jurel corcovado, la langosta espinosa –de esta especie en el archipiélago se capturan los principales volúmenes de la producción nacional de Venezuela–; los botutos, las estrella de mar, las esponjas tubulares, las anémonas y los corales lechuga, orejón y de fuego, entre muchos otros, que se encuentran desde la plataforma somera al talud. Hacia la tarde, cuando ya se necesita reponer energías después de cumplirse los planes iniciales, desde El Gran Roque –que es el punto de recalo del archipiélago–, se descubre el horizonte como una línea de oro que centellea al fondo del universo visible, sobre el mar color esmeralda. Siguiendo las reglas del turista perfecto, nada será mejor entonces que tirarse sobre una tumbona al borde del acantilado, comerse unas tapas de mariscos con mayonesa acompañando una cerveza helada y alistar la máquina de fotos para dejar constancia gráfica de la puesta de sol, que es otra de las grandes maravillas que ofrece este singular paraíso caribeño.
Información general Superficie. 221 120 hectáreas. Accesos. Parten vuelos diarios hacia el Gran Roque desde Maiquetía y la Isla de Margarita. Por la vía marítima, se puede llegar a los diversos cayos en embarcaciones privadas o alquiladas. Clima. Las condiciones de temperatura son extremas y los días largos y soleados, con un registro medio anual de 28,9 °C, siendo los meses de septiembre a octubre, los más calurosos. Con su permanente efecto regulador, sin embargo, los vientos alisios resultan un agradable paliativo. Es importante no olvidar un buen protector solar. Principales opciones. Paseos en bote, navegación a vela o en embarcaciones a motor (por zonas autorizadas), natación, snokerling, submarinismo y observación de naturaleza y recorridos por senderos en grupos no mayores de 15 personas, visitas al criadero de tortugas situado en Dos Mosquises Sur. Servicios y facilidades. En el Gran Roque se concentran la pista de aterrizaje, el Centro de Atención al Visitante donde se puede solicitar información y permisos, la Superintendencia de INPARQUES, la Oficina de la Autoridad Única de Área, el puesto de la Guardia Nacional, la estación de Guardacostas, la Inspectoría de pesca y la Comisaría; algunos abastos; un puesto médico asistencial, teléfonos públicos y bases de enzeñanza y entrenamiento de buceo y alquiler de equipos. Existen alojamientos modestos pero confortables operados por empresas desde las principales ciudades de Venezuela que ofrecen paquetes de excursiones y hospedaje. Hay zonas para acampar con autorización previa, pero se debe llevar el equipamiento y carpa para ese fin. Tarifas y permisos. La Autoridad Única del Parque cobra a visitantes nacionales e internacionales una tarifa al entrar. Permisos especiales requieren actividades como acampar, fondear, el submarinismo en sus diferentes variantes y la pesca deportiva