"El proceso de producción de esta bebida consta de cinco fases fundamentales: la cosecha del agave tequilana Weber Variedad Azul en el campo, la cocción del mezcal –el corazón de la planta–, su molienda, fermentación y destilación."

Esta no es una mera travesía etílica, sino un circuito que revela la auténtica cultura agavera, la antigua tradición artesanal, pueblos coloniales, minas de ópalo, sitios arqueológicos y parajes para el turismo de aventura que poco a poco lleva a través de símbolos del espíritu mexicano como los charros, los mariachis y el propio Tequila.

La Ruta del Tequila se puede seguir en auto, autobús, tren y hasta en moto, e incluso la experiencia intensa requiere de trayectos a pie. El camino está plagado de sorpresas y sitios de interés como tradicionales fábricas tequileras, haciendas de los siglos XVII y XVIII, algunas convertidas en magníficos hoteles; un centro ceremonial de una misteriosa cultura prehispánica (descubierto hace apenas unas décadas) o hacer skydiving en el cráter de un volcán inactivo desde hace 300 mil años. Pero comenzamos con el famoso Tequila Express, que sale de la estación de Guadalajara hacia Amatitán –donde está la hacienda San José del Refugio, la casa del Tequila Herradura– y recorre el paisaje agavero declarado en 2006 Patrimonio de la Humanidad, junto con las antiguas fábricas en las que se destila el más puro tequila mexicano, envasado en preciosas botellas con etiquetas que rezan orgullosas que es 100 % de agave y, en algunos casos, proceso original (siglo XVI). El viaje está matizado por música mariachi en vivo, aperitivos, tortillitas de maíz, barra abierta con tragos de tequila «derecho» y cócteles en vagones alfombrados y climatizados. Avanza durante una hora y 45 minutos entre los inmensos campos del agave azul que ocupan gran parte de la región, donde sobresalen las montañas de la altiplanicie mexicana y el volcán Tequila, con 2 900 metros de altitud. Una vez en la Hacienda, en uno de esos ambientes bucólicos que ya no abundan, se disfruta de la gastronomía autóctona y demostraciones de charrería, música folclórica, un recorrido por la vieja fábrica (1870-1973) y el museo. Es la hora de escuchar y preguntar sobre blancos, reposados y añejos, jima y jimadores, cabeza del agave, fermentación y destilación, tahonas, alambiques, barricas de roble y hasta de los llamados cuernitos, ascendientes de los actuales caballitos o shots en los que se estila tomar esta bebida…, la historia de un cultivo que comenzó hace unos 2 000 años para fabricar bebidas fermentadas y textiles, y que, tras el aporte español del destilado, se forjó como industria y modo de vida desde el siglo XVII. En la noche, nuevamente el tren emprende el regreso a Guadalajara, una de las grandes ciudades mexicanas, llena de propuestas para una exquisita velada y con una larga cartelera de eventos culturales y entretenimiento nocturno.

En la ruta La región protegida por la Denominación de Origen del Tequila comprende el estado de Jalisco y varios municipios localizados en Michoacán, Guanajuato, Nayarit y Tamaulipas. Sin embargo, es en Jalisco, en un área de 200 kilómetros cuadrados, donde se reúnen las mejores condiciones para el desarrollo del cultivo por la altitud, el suelo volcánico y el clima semiseco. La Ruta del Tequila discurre por esa zona, entre los municipios de Arenal, Amatitán, Tequila, Magdalena y Teuchitlán. Pero no se trata sólo de tequila. Primero, se puede tomar como centro de operaciones uno de los hoteles de Guadalajara –los hay de todas las categorías– o los más íntimos y tranquilos ubicados en las casonas de las antiguas haciendas, cómodos, frescos y con muy buen servicio como El Carmen, una hacienda del siglo XVI. A partir de ahí, el abanico de posibilidades es inmenso. En el pueblo de Tequila (1530), además de las rancias casas tequileras (Sauza, Don Valente, Destilería la Alborada, la mítica Casa Cuervo) está el Museo Nacional del Tequila. La antigua Plaza de Armas, las casas de fachadas multicolores y los tianguis de artesanías preparan el escenario para terminar en Fonda Cholula, de Mundo Cuervo; o alguno de los pequeños restaurantes locales y pedir la birria (guiso), tortas ahogadas (pan salado remojado en salsa de chile y relleno con cerdo y frijoles) u otro plato jalisciense, como el alambre agavero, que utiliza tequila como ingrediente. Si decide quedarse en la noche –uno de los alojamientos disponibles es el pequeño hotel Plaza Jardín– será testigo de un hecho singular: a las 9:00 p.m. el cura ofrece una bendición sonando tres campanadas y todos, no importa qué estén haciendo, se ponen de pie y de cara a la iglesia. Algo que sin dudas llama la atención en pleno siglo XXI. Se puede hacer una excursión hasta los bosques de la falda del volcán, llegar hasta La Tetilla, con enorme roca volcánica en su cima; y contemplar la panorámica del valle de Tequila, o escalar en las cascadas conocidas como Los Azules, a unos minutos del pueblo, donde también hay cavernas para explorar. Pero hay muchas más posibilidades en la Ruta del Tequila: ciclismo y camping en las barrancas de Achío, en Amatitán, donde se ha abierto la opción de paseos en globo; las minas de ópalo y obsidiana en los pueblos mineros de San Pedro de Analco, Hostotipaquillo y Magdalena; abundantes talleres de artesanía y facilidades para cabalgatas. Será una experiencia inolvidable visitar los Guachimontones –cerca de Teuchtitlán y Guadalajara–, centro ceremonial de pirámides circulares levantado por una poco conocida civilización hace más de 2 000 años y descubierto apenas en 1970. Puede ser buena razón para llegar hasta Jalisco y celebrar el equinoccio de primavera, en marzo, con fiesta incluida, ceremonia en lengua indígena; danzas, gastronomía y rituales prehispánicos, conferencias y camping para pernoctar y poder asistir después, a las 6:00 a.m., al toque de caracol y al saludo a los cuatro puntos cardinales en la zona arqueológica. Cerca hay una laguna con muy buenos restaurantes en la orilla. Aunque fuera de la ruta, vale la pena mencionar las raras Piedras Bola en el Valle de Ameca, al oeste de Guadalajara, donde un arqueólogo norteamericano descubrió en 1867 más de 20 esferas con más de 3 metros de diámetro, modeladas por la cristalización de cenizas volcánicas a muy altas temperaturas. Es otro de los espectáculos singulares en esta rojiza tierra caliente que el agave pinta de azul, donde, además del tequila, hay mucho más del más puro México. Para después de la ruta Concluida la travesía por la Ruta del Tequila, la gran ciudad de Guadalajara puede significar un cambio de aires, con sus museos, plazas antiguas y teatros, la tradición alfarera y platera en la villa colonial de Tlaquepaque; las fábricas de vidrio soplado y las artesanías del tianguis en Tonalá (jueves y domingos); el acento turístico en la avenida Juárez-Vallarta y la bohemia en la de Chapultepec (cafés, bares, restaurantes, centros nocturnos y librerías); la Catedral y Plaza de Armas, el magnífico zoológico (34 hectáreas, con delfinario incluido), el parque de diversiones Selva Mágica y los mercados populares de la Merced y San Juan de Dios. Quizá hasta pueda ver en acción a las Chivas, el equipo de fútbol más popular de México. En el litoral del estado, en el Pacífico, está Puerto Vallarta, uno de los centros turísticos más internacionales del país: playas, completa selección de hoteles, marina, cafés y restaurantes, amplia oferta de golf, avistamiento de ballenas, ecoturismo, paseos en bicicleta por escenarios naturales, recorrido en cuatrimoto por las montañas, ríos y poblados aledaños, buceo, tirolesa y rappel, todo entre las impresionantes montañas de la Sierra Madre y el Océano Pacífico. Jalisco ofrece a sus visitantes doce áreas naturales con ecosistemas muy diversos, más de 160 kilómetros de playas, importantes extensiones de bosque de pino y accidentes como el volcán nevado de Colima, donde se practica el rappel. Hay opciones de excursiones, campismo, natación, canotaje y alpinismo.