LOS HABANOS NO SOLO ARMONIZAN EN LA SOBREMESA, COMO COLOFÓN DE UNA BUENA CENA O COMPLEMENTO DE UN DESTILADO O CAFÉ, SINO QUE PROMETEN MUCHO MÁS, PUES ASEGURAN COMBINACIONES CASI ILIMITADAS DE SENSACIONES GASTRONÓMICAS

Cada vez más las nuevas tendencias en la cocina a nivel mundial hacen de la experimentación el proceso indicado para sorprender y cautivar. Corren tiempos en los que, mientras más osado se sea, más éxitos se recogen. Innovar, siempre con el conocimiento y el buen tino por delante, supone la puerta al estrellato, una ventana a nuevos placeres.
En el universo de sensaciones que dispone la alta cocina, el maridaje ocupa un puesto especial, pues combinar sabores es enamorar al paladar. Por ello, actualmente empastar bebidas y comidas, también pensadas para luego degustar un Habano, viene siendo el nivel más alto del complicado mundo del maridaje, una especie de póker gastronómico concebido para los que saben disfrutar de los placeres.
Un vino de alta gama o un espirituoso de lujo funcionan como acompañante ideal para un Cohiba, un Montecristo e incluso un Hoyo de Monterrey, siempre que se sepa seleccionar bien la vitola dentro de sus amplios portafolios.
Sin embargo, ¿qué pasaría si se piensa de antemano el maridaje para que prepare el paladar para luego disfrutar de un buen Habano?
Aunque la tendencia más asentada en el mundo es el extenso menú de una cena bien bañada con vinos y coronadas con cafés, espirituosos y el infaltable Habano, la agitada contemporaneidad, la dinámica de la vida social y la influencia de la globalización culinaria, ha impuesto la moda de las pequeñas porciones de comida, e incluso del tapear como estilo de degustación de muchos sabores y fusiones gastronómicas.
Las tapas ofrecen la libertad de probar una gran variedad de sabores y texturas. Por ello se ha popularizado esa costumbre española en todo el mundo, y también ha venido en auxilio de los amantes de los Habanos.
Se ha vuelto costumbre entre los amantes de los Puros Premium “tapear” un poco antes de pasar a planos mayores con los espirituosos y los Habanos, placer que puede volverse todo un viaje de experimentación si tenemos en cuenta primero que debemos tratar de armonizar lo que vamos a comer con el tipo de bebida que se tomará, el tiempo disponible, el estado de ánimo del fumador y hasta el ambiente, para así seleccionar mejor una determinada marca y vitola.
Si la comida es moderna, sofisticada, de pequeñas porciones y platos muy estilizados —como muchas de las tapas que hoy se nos ofrecen— es lógico que la elección del Habano recaiga en un formato moderno y refinado, de territorio de sabor medio o medio fuerte, más bien sutil, de elegante amargor y muy equilibrado en su riqueza aromática y sabores.
Aun así, como en el mundo de los maridajes se puede experimentar con casi cualquier cosa, no nos neguemos a los contrastes, a platos bien especiados, que dejen el paladar casi listo para Habanos de territorio de sabor fuerte, que sepan borrar junto con grandes vinos o espirituosos Premium ese rastro que dejaron las tapas a su paso por nuestras papilas gustativas.
Por ejemplo, una tapa de “vaquitas a la plancha”, preferiblemente bien salpimentadas, bien pudieran ser seguidas de un Churchills de Romeo y Julieta; mientras que unos “pimientos del piquillo rellenos de mariscos”, con claros sabores ácidos, quizás empastarían después con un Magnum 56 de H. Upmann; o una “tabla de jamón serrano con queso manchego curado y semicurado”, de sabores muy intensos, regado con un vino gran reserva del Viejo Mundo, bien podría servir para disponernos mejor hacia un Cohiba Behike acompañado de un espirituoso Ultra Premium.
No obstante, estas quizás sean solo ensoñaciones de sibarita. Lo cierto es que hoy, con el amplio abanico de sensaciones que ofrecen los Habanos, llegar hasta ellos puede lograrse también tras un viaje de experimentación, que comience en algo tan sencillamente complejo como un tapa.