Raúl Valladares

RAÚL VALLADARES SE INSPIRÓ EN LOS HOMBRES DE LOS HABANOS PARA CREAR EL GALARDÓN MÁS IMPORTANTE QUE SE OTORGA EN EL MUNDO DE LOS PUROS PREMIUM

Tabaquero. Según su padre, tenía que ser tabaquero como él y su abuelo. Pero Raúl Valladares decidió ser otro tipo de artista. Uno que, en lugar de la mítica planta, emplea el metal para hacer obras maestras. Sin embargo, este escultor y orfebre se las ingenió para, de cierto modo, complacer los deseos paternos. Desde hace dos décadas crea con sus propias manos la estatuilla Premio Habanos del Año.
“Cuando en 1995 Habanos, S.A. hizo la convocatoria para la creación del premio, todos los concursantes, como es costumbre, presentaron los bocetos de sus propuestas. Yo me arriesgué y llevé la escultura hecha. Valió la pena”, recuerda Valladares mientras disfruta un Romeo y Julieta en su taller lleno de acero, bronce, titanio, plata y buena música cubana.
¿En qué se inspiró para hacer la estatuilla?
Los hombres del mundo de los Habanos fueron mi principal referencia. La estatua representa uno de ellos. Es un caballero elegante, estilizado y su figura recuerda la de un Habano. El hombre está fumando, pero no de manera explícita, prefiero las sugerencias. Ponerle un puro en las manos hubiese sido demasiado figurativo, quería que fuese un poco abstracto”.
Durante cada Festival del Habano se entregan tres trofeos y Valladares ha creado muchos de ellos. No obstante, el artista asegura que cada vez le gusta más darle vida a este “hombre”. 
“Cada temporada lo veo más lindo. Quizá antaño, la estatua tenía algunas partes más naíf, pero con el tiempo la he ido perfeccionando. Aunque su esencia es la misma, el Hombre Habano ha madurado junto conmigo. Soy mejor escultor que antes.”
La estatuilla, toda de plata, también ha crecido en tamaño. Su altura sobrepasa los iniciales 35 centímetros y se yergue, además, en un pedestal más sofisticado. “La base antes era de granito, ahora es de mármol y madera, materiales que le aportan mayor belleza y elegancia”, explica Valladares.
El artista, que acompaña su trabajo en el taller con una caja de Habanos, hace también humidores. “Me gusta fabricarlos, sobre todo aquellos con un estilo más contemporáneo”.
El inventor del “Oscar” de los Habanos, como algunos nombran el codiciado premio, es la prueba de que el ser humano nace con la virtud de crear, no la adquiere por la fuerza.
¿Cómo se inició en el mundo del arte?
Mi formación es autodidacta. Estudié Tecnología de los metales, o sea, me especialicé en la fundición, el corte y el maquinado de metal. Una vez graduado empecé a trabajar en una industria metalúrgica. Allí el escultor que llevaba dentro comenzó a hacer sus primeras apariciones. En la industria hice mis primeros objetos tridimensionales relacionados con el arte. Y no tenía formación alguna, solo un poco de oficio.
Cuando Valladares descubrió que ese era el camino que de verdad quería tomar, se dedicó por completo a la escultura y orfebrería, aunque confiesa su preferencia por la primera. “Una vez que decidí trabajar en el mundo del arte, empecé a estudiar yo solo. El tiempo trajo luego la experiencia y la profesionalidad”.
Y tan profesional es este entusiasta también de la música, que abre gustoso las puertas de su taller a los jóvenes que llegan hasta su hogar pidiéndole ayuda. “Siempre tengo estudiantes. Vienen a mí en busca de orientación y con ganas de aprender. Permanecen conmigo dos o tres años. Algunos se han convertido en buenos profesionales. Durante su estancia me ayudan con mi trabajo, aportan nuevas ideas y yo les aporto. ¡Ah!, y son un alivio para la soledad del taller”.
Buen escultor, orfebre y profesor y, por supuesto, amante de los Habanos —en especial los Cohiba Espléndidos—, son solo algunas de las cualidades de este hombre sencillo y hospitalario. Uno que ha hecho tangible el reconocimiento que, cada año, merecen los mejores en el mundo del Habano.