- Cajamarca la belleza del rayo
LAS DEIDADES DEL TAHUANTINSUYO PARECEN HABER DEVUELTO LA ADORACIÓN AL NÚCLEO TURÍSTICO DE LA SIERRA NORTE DEL PERÚ, ENTRE LOS 18 DESTINOS INTERNACIONALES RECOMENDADOS PARA 2018
La adoración a los dioses incas parece haberle prodigado sus bendiciones al núcleo turístico de la sierra norte del Perú. Es como si las deidades del Tahuantinsuyo, entre estos el rayo o Dios Catequil, hubieran consagrado con su oráculo, que con el paso de los siglos se les retribuyera con encantos la idolatría a los habitantes de Cajamarca.
También considerada como el centro económico, minero, industrial y comercial de esa porción peruana y como Patrimonio Histórico y Cultural de Las Américas, fue escogida por la cadena estadounidense CNN como uno de los mejores lugares para visitar en 2018.
La decisión de glorificarlo como un destino destacado para viajeros que buscan más allá de las populares playas, tuvo en cuenta su rica historia prehispánica y colonial, la arquitectura barroca de sus iglesias, el poder relajante de sus baños termales, su espectacular carnaval, sus celebraciones con chicha de jora y los masivos juegos con pinturas en las calles, por mencionar solo algunos de sus trepidantes atributos.
TODO EL BRILLO DE UN DIOS
Visitar Cajamarca es revivir la apasionante historia de resistencia de los nativos americanos frente a los colonizadores, sus mitos y leyendas, y hasta lo sofisticado y sorprendente de muchas de sus creaciones.
Entre los más llamativos está el conocido Cuarto del Rescate, en el centro histórico, especie de galpón identificado como el lugar que el emperador Atahualpa ofreció llenar de oro y plata a los españoles a cambio de la libertad que nunca logró, porque acabó ejecutado por preparar una rebelión.
Otras opciones vinculadas con ese pasado son los Baños del Inca, que la Organización Internacional del Turismo identifica como el balneario termal más bello y animado de Suramérica; las Ventanillas de Otuzco, conjunto de nichos de los antiguos habitantes del lugar empotradas sobre las montañas; el complejo arqueológico de Cumbemayo, vestigio de altares ceremoniales y acueductos preincas; el complejo ceremonial de Kuntur Wasi, de la misma etapa, conformado por varias plazas y plataformas sostenidas por muros de piedra de gran tamaño; y la Pirámide de Layzón, que ubicada en el cerro Sexamayo a 2 898 m.s.n.m., acogió la cultura intermedia Layzón, que sobresalió por su dominio de la cerámica.
De gran relevancia es además el Mirador de Santa Apolonia, cuya privilegiada cima para observar la ciudad se levanta a 500 m. Su modificación data de más de 1 200 años antes de Cristo, y siempre constituyó un sitio de adoración, por lo que hoy acoge una capilla de la Virgen de Fátima. Le acompañan rastros de construcciones prehispánicas como la conocida silla del Inca.
Historiadores destacan que, con la captura en 1532, por Francisco Pizarro, del Inca Atahualpa, se inició allí el encontronazo de dos mundos, que sería además el origen del mestizaje y una nueva época en la historia mundial. Tan singular acontecimiento ocurrió precisamente en el sitio donde ahora se halla la plaza de armas.
LA OTRA ADORACIÓN
Si el paso de los primeros habitantes del continente marca todos sus contornos, la Cajamarca citadina tiene, en contraposición, una más acentuada huella colonial y barroca como si nunca acabase, simbólicamente, el choque entre dos mundos. La ascendencia española distingue sobre todo en las edificaciones religiosas, como la Catedral, los templos de San Francisco, Belén y la Recoleta, así como las casas de dos pisos y techo a dos aguas.
La imponente Catedral, cuya construcción data del siglo XVII, muestra una fachada inspirada en el arte barroco y fue declarada Patrimonio Cultural de la nación. Como en otras edificaciones de culto, sus torres quedaron a medias, porque durante la etapa colonial se subvencionaba a las iglesias inconclusas.
Tanto la Recoleta como el Conjunto Monumental Belén se erigieron en el siglo XVIII. La primera con una fachada sobria tallada en piedra y remarcada por esbeltas espadañas en triple arco; y el segundo, que se extiende por media manzana y se considera la más hermosa obra de arquitectura de la ciudad, se construyó con piedra de cantería trabajada de forma artesanal.
Finalmente, la Iglesia de la Concepción, conocida como de las Monjas, descuella por su estilo simple y sobrio neoclásico. Su portada es vista como una pintoresca versión de arquitectura doméstica, con puntos de diamantes que cubren las pilastras y el friso.
CARNAVALES HASTA POR LEY
Tan placentero, divertido, colorido y formidable es el carnaval de Cajamarca, que hasta una ley del Congreso de la República lo oficializó como Fiesta Nacional en la que nadie debe dejar de bailar al ritmo del silulo, la carolina, el cumbe-cumbe o la matarina. Uno de los divertimentos del espectáculo, que tiene como personaje icónico al Rey Momo, es danzar alrededor del palo silulo. También es famoso porque ninguno de los presentes se salva de un baldazo de agua, ni de los tintes ni de un buen trago de chicha de jora, una bebida especialmente preparada para la ocasión por la gastronomía local.
El comienzo de los festejos lo marca la entrada del Ño Carnavalón, cuando se sale con pinturas a cantar, bailar y beber. El lunes de Carnaval es tomado como el día central. Entonces se escenifica el Gran Corso de Carnaval, con cientos de carros alegóricos de cada barrio e instituciones desfilando por las principales calles con sus reinas agasajadas por la multitud.
Este episodio es seguido por el Velorio de Ño Carnavalón, momento en que se sale vestido de luto y las «viudas» lloran desconsoladas sobre su ataúd en el barrio Santa Apolonia. El dolor se comparte con cigarros y licor, además de con un riquísimo caldo de cabeza que se distribuye entre los presentes. Todo el jolgorio concluye el día siguiente con el entierro del personaje en los Baños del Inca. Para la ocasión se lee el testamento, tras lo cual se le da candela entre el llanto «desconsolado», para de ese modo purificar a una ciudad que sigue realizando esta fiesta en la que, como el misterioso rayo del Dios Catequil, se unen en un espléndido relámpago toda la mística, la belleza y el espíritu de la región.