- De asombro en asombro
CON MÁS DE 300 LUGARES HISTÓRICOS, EL CENTRO DE LA URBE PRIMERA A LA CUAL LA CORONA ESPAÑOLA LE OTORGÓ LA CARTA REAL ACOGE A LA CALLE DE LAS DAMAS, EL PRIVILEGIO DE INAUGURAR LA MODA DE LOS ADOQUINES EN EL CONTINENTE AMERICANO
En apenas los 3 km2 que cubre su Zona Colonial, la ciudad que fundara Don Bartolomé Colón, Gobernador de las Tierras de Fronteras, en 1496 (y primera nacida en el Nuevo Mundo), Santo Domingo de Guzmán, se las arregla para llevar a los ojos de asombro en asombro.
Fue en 1502 que Nicolás de Ovando construyó el Centro Histórico de la urbe primera a la cual la Corona Española le otorgó la Carta Real y convirtió en sede central de la administración del Nuevo Mundo. Con más de 300 lugares históricos, en ella destacan tres arterias que constituyen un símbolo de la ciudad: la Calle Isabel la Católica, la Padre Billini y la de las Damas, esta última manteniendo el privilegio de inaugurar la moda de los adoquines en el continente americano.
Su nombre se lo dieron las finas señoras de la corte del virreinato que se hicieron el hábito de transitar a diario ese camino, encabezadas por María de Toledo (1490-1549), sobrina del Rey de España y esposa del primogénito del Gran Almirante, Diego Colón. De aquella época datan los diversos monumentos, casas que habitaron relevantes figuras de la sociedad colonial y que con los años, por sus innegables valores patrimoniales, han devenido en interesantísimos museos, que inspiran a ser recorridos una y otra vez, porque siempre habrá algo nuevo que descubrir.
Y es inevitable que suceda si se elige para comenzar el paseo por el extremo norte de la Calle de las Damas, por la Plaza España, donde se impone, por ejemplo, el Palacio Virreinal Alcázar de Colón (1512). Cierto que de las 55 habitaciones que antiguamente tuvo esta edificación que combina el estilo gótico con el renacentista, perteneciente a Diego Colón y María de Toledo, hoy solo se conservan 22, pero no poco serán los hallazgos cuando se atraviese la residencia virreinal más antigua de América y nos encontremos con 800 piezas originales que nos contarán siglos de historia (del XIII al XX), entre instrumentos musicales, pinturas, tapices, armarios, cómodas...
Impactante resulta asimismo la Fortaleza de Santo Domingo o Fortaleza Ozama, la construcción militar más antigua de origen europeo en las Américas. Debe su nombre a su cercanía con el río Ozama. Esta joya de la arquitectura colonial, la cual se comenzó a levantar en el 1502 a base de piedra coralina a la manera de un castillo medieval, bajo las órdenes del maestro constructor Gómez Garcia de Varela, con el fin de proteger a la ciudad de los ataques de piratas e invasores.
Torre del Homenaje y Torre de la Vigía (desde su torre central de 18,5 m de altura se podía observar la urbe) fueron otras denominaciones que tuvo el que también se empleara como recinto carcelario (allí permanecieron bajo rejas personajes históricos como Cristóbal Colón y Juan Pablo Duarte).
Muy próxima a la Fortaleza Ozama se ubica la majestuosa Casa de Bastidas, edificada en 1505 para servir como residencia del explorador y conquistador Rodrigo de Bastidas (1460-1527), quien se desempeñó como alcalde honorario de Santo Domingo en 1512 y fundara varias ciudades de América del Sur (en la actualidad funge como la sede del Museo Infantil Trampolín o Museo del Niño Dominicano).
Otros encantos
Tal vez la mayoría de los niños que hoy corretean por delante de las pintorescas fachadas de la Calle de las Damas desconozca que tiene el privilegio de jugar mientras viaja a través del tiempo. Habrá que contarles una y otra vez que allí donde son tan felices, todavía permanece en pie el sitio en el cual Hernán Cortés preparó su expedición a México, la Casa de Francia, que fuera propiedad, a principios del siglo XVI, del gobernador Nicolás de Ovando. Se le llama de ese modo porque durante cinco décadas (a partir de 1978) se convirtió en el centro cultural de la nación gala, antes de transferir aquí su embajada.
Otra cita con la historia sería visitar el Panteón Nacional, última morada de los más renombrados héroes y personalidades dominicanos: Gregorio Luperón, Eugenio María de Hostos, José Núñez de Cáceres, José Reyes, Emilio Prud Homme, Socorro del Rosario Sánchez, Juan Sánchez Ramírez, José Joaquín Puello, Gabino Puello, Santiago Rodríguez, Juan Isidro Pérez, General Antonio Duvergé, María Trinidad Sánchez, Gaspar Polanco, José María Cabral, Benito Monción, Gastón F. Deligne, Concepción Bona, Américo Lugo, Pedro Santana...
La que inicialmente fuera la Iglesia de los Jesuitas, de estilo neoclásico renacentista, y se plantara casi en la esquina de la calle Las Mercedes, tuvo varias utilidades antes de ser el Panteón de la Patria: almacén de tabaco, teatro y oficinas gubernamentales. Fue a mediados del siglo XX que, por determinación del tirano Rafael Leonidas Trujillo, se dedicó a rendir tributo a los ciudadanos más ilustres de la República Dominicana.
Con tres naves (en la Central se observa un inmenso candelabro regalado por el dictador español Francisco Franco), este enorme edificio de piedra caliza gris, que luce un espléndido mural donde se aprecia la Ascensión a los Cielos y El Juicio Final, es custodiado por una guardia de honor.
La Calle de las Damas, impresionante vía de la parte colonial de Santo Domingo, declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, que se extendía desde la Fortaleza Ozama hasta el Alcázar de Colón (originalmente se denominó Calle de la Fortaleza), muestra con orgullo en sus dominios al Museo de las Casas Reales de Santo Domingo, que viene de los tiempos del rey Fernando II de Aragón quien ordenó que en ese inmueble se localizaran las oficinas administrativas de las colonias españolas en las Américas.
Sede de la Audiencia Real, el primer tribunal del Nuevo Mundo, entre muchas otras funciones, sirvió como Palacio Gubernamental durante la breve presidencia de Carlos Felipe Morales (1903-1905), y recibió una extensa colección de armas y armaduras (que aún permanecen en exhibición) en el período de Trujillo, hasta que en 1973 fue instituido como museo por el presidente Joaquín Balaguer.
No estaría de más que antes de dejarse llevar por el hechizo que siempre ejerce la Calle de las Damas quienes se van a disponer a transitarla se acerquen al reloj de sol encuadrado por cuatro cañones, para que igual a como se hacía a partir de 1753, puedan conocer la hora en la que empezarán a perder la noción del tiempo, embelesados ante tanto interesante y hermoso que aprender y ver.