Por sus famosas creaciones en barro se ha hecho muy popular este centro, uno de los más antiguos de su tipo en El Salvador y de toda la región. / Carlos, por su parte, es representante del arte naïf.
Algunos llegan buscando algún objeto de inspiración religiosa: a veces se interesan por piezas con imágenes del Arzobispo de El Salvador, Monseñor Oscar Arnulfo Romero; otras, quieren comprar el nacimiento del niño Jesús.

EL MERCADO NACIONAL DE ARTESANÍAS SE HALLA ENTRE ESOS SITIOS QUE DESCUBREN DE GOLPE LA INMENSIDAD CULTURAL, LAS RAIGALES COSTUMBRES Y TRADICIONES DEL PAÍS CENTROAMERICANO

A escasas cuadras del Centro Internacional de Ferias y Convenciones (CIFCO), en la ciudad de San Salvador, con más exactitud en la Avenida Manuel Enrique Araújo, se halla uno de esos sitios que descubren de golpe la inmensidad cultural, las raigales costumbres y tradiciones de todo un país: el Mercado Nacional de Artesanías.
En medio de un ambiente muy pintoresco, se distribuyen llamativos puestos que coexisten en contagiosa vecindad y van conformando, con la complicidad de los árboles, sombreados pasillos por los cuales se puede avanzar sin apuro para ir conociendo de a poco el tesoro que representan variados productos locales y regionales elaborados por laboriosas manos: artículos textiles, de barro, madera, mimbre, cerámica..., muestra de lo más autóctono dentro de la artesanía popular salvadoreña.
Basta con observar las coloridas piezas que se presentan en apretada exhibición para saber que han requerido no poco cuidado y dedicación. Sobre todo, porque sus creadores no quieren dejar escapar el legado que les ha sido transmitido de generación en generación. Julia, con sus 22 años, mantiene en su mente las enseñanzas que recibió de su madre cuando aún vivía.
De su querida progenitora Julia aprendió a elaborar los telares de manera artesanal. «Después que uno se familiariza con el proceso para la producción de hamacas, cobijas, etc., ya no le parece difícil, pues comienza a dominar la coordinación de movimientos que debe existir entre manos y pies», asegura.
Juan, por su parte, se halla entre lo que viaja casi a diario viaja hasta la popular feria. En su caso, desde el departamento de San Vicente, distante 50 km, con el fin de transportar las confecciones que realiza su mujer en San Sebastián, donde «existe la tradición de fabricar prendas de vestir, cortinas, cubrecamas, hamacas y colchas de todos los tamaños y colores».

RECUERDOS PARA SIEMPRE
El Mercado Nacional de Artesanías es de los sitios preferidos por los turistas que eligen a El Salvador y que no quieren abandonarlo sin llevarse consigo un delicado recuerdo del increíble país. Lo mejor es que no tienen ni siquiera que preocuparse porque sus obsequios, adquiridos por demás a precios muy accesibles, pudieran romperse dentro del equipaje durante el regreso a casa: las vendedoras son expertas envolviendo las artesanías en empaques muy resistentes.
Y luego los artesanos son tremendamente amables y serviciales, y siempre se muestran dispuestos a ayudarle a encontrar al interesado justo el regalo o suvenir que busca en aquel mar de mantas, centros de mesa, camineros, cojines, cinturones, toallas, tallas en madera, cerámica, manteles, cuadros… que al final son como una enorme recopilación de la cultura centroamericana.
Por sus famosas creaciones en barro se ha hecho muy popular este centro, uno de los más antiguos de su tipo en El Salvador y de toda la región. «Muchos vienen hasta aquí interesados tanto por la cerámica decorativa como por la tradicional: ollas, comales, nacimiento, cántaros... Es lo que más se vende», reconoce Raquel.
Otros llegan buscando algún objeto que tenga como principal inspiración al Arzobispo de El Salvador, Monseñor Oscar Arnulfo Romero, asesinado el 24 de marzo de 1980 mientras oficiaba misa en una humilde capilla. «La mayoría lo toma como un obsequio especial, porque Monseñor Oscar Arnulfo Romero será eterno ejemplo de una filosofía y de una práctica a favor de la humanidad», asegura una joven artesana que propone en distintos soportes la recreación de la imagen del mártir de la iglesia católica latinoamericana.
Orgullosamente descendiente indígena y representante de una tradición de artesanos, sobre todo especializados en tule y mimbre, Isadora Suachi guarda con celo todos los secretos que le han referido los suyos sobre estas fibras que domina a la perfección a la hora de tejer. «En mi pueblo, se acostumbra a trabajar con las puertas abiertas para los que buscan muebles tejidos con flores naturales, alfombras, canastas, cestas… puedan comprarlas. De todos modos, siempre hacemos lo posible por traer nuestros productos al Mercado, porque aquí están al alcance de un número mayor de personas», dice.
Carlos, por su parte, es representante del arte naïf. Lo de este joven es pintar sobre madera y tela de manta para realizar coloridos cuadros. «Me inspiro en las situaciones que me rodean. De ahí surgen las imágenes que luego empleo. Además, me gusta hacer tarjetas decoradas que son muy demandadas.
«Es un sentimiento muy placentero el que se vive cuando un turista te compra alguna pieza, no solo por el dinero, sino porque es como si se llevaran para sus países un pedazo de la cultura salvadoreña».