El Cobre SANTUARIO MAYOR
Quizás no haya en Cuba poblado más visitado que El Cobre. Como tampoco sea absoluto afirmar que no hay cubano, más allá de las creencias religiosas que profese, que no identifique entre las muchas imágenes del catolicismo la de esta virgen de piel cobriza, llamada Virgen de la Caridad del Cobre, que es venerada desde hace tres siglos en el Santuario de esta localidad de la oriental provincia de Santiago de Cuba. Cada año miles de personas -religiosas o ateas, cubanas o extranjeras, de todas las edades, en visitas individuales o en grupo-, recorren los 20 kilómetros que separan el pueblecito del Cobre de la capital santiaguera, para conocer este hermoso templo vinculado a las tradiciones, la historia, la cultura y la religión de la Isla. La génesis del poblado se remonta a la lejana fecha de 1530, cuando el Ayuntamiento de la villa conoció de la existencia de una montaña de mineral de cobre en aquel lugar, razón por la cual desde entonces se le llamó Cobre a todo aquel territorio. Más no fue hasta el año 1546 que la Corona Española autorizó la explotación de las minas.
Pero el lugar comenzó a adquirir mayor notoriedad a partir del siglo XVII, con la construcción de una ermita destinada a venerar una imagen de la virgen que, según la leyenda popular, los tres Juanes (dos indios y un negro) habían encontrado flotando en 1612, sobre una tabla en la bahía de Nipe. El madero rústico, hoy conservado en el propio Santuario, llevaba grabada una frase: «Yo soy la Virgen de la Caridad». Y aquel acontecimiento se consideró un milagro. Todavía habrían de pasar muchísimos años para que en aquel poblado Real de Minas, donde se abría una de las mayores vetas de cobre a cielo abierto de América, fuera conocido también y sobre todo, por su majestuoso Santuario, cuya construcción estuvo lista para 1927. Hermoso, de sobria arquitectura y elaborados vitrales alegóricos a la figura de la Virgen de la Caridad, la espaciosa construcción acoge en su nave central un fino altar de mármoles, labrado en refulgente plata maciza, sobre el que diariamente parece derramarse toda la serenidad del mundo. La Virgen, con su traje amarillo, su corona y aureola de oro, engastada con 1 450 brillantes, y su pequeño niño en brazos, parecebendecir a quienes llegan buscando su amparo. Fueron los veteranos de la Guerra de Independencia quienes en 1915, escribieron al Papa Benedicto XV para pedir la proclamación de la Virgen de la Caridad del Cobre como Patrona de Cuba. Unos años más tarde, el Papa Pío XI autorizó la coronación canónica de la sagrada imagen; hecho que fue finalmente consumado en la mañana del 20 de diciembre de 1936 por el entonces obispo de Santiago de Cuba, Monseñor Valentín Zubizarreta.
Muchos hijos ilustres de Cuba fueron bautizados en su nombre con el patronímico «de la Caridad», como es el caso del general Antonio Maceo.
Pero la Virgen de la Caridad tiene devotos y fieles no solo entre los practicantes del catolicismo. En el largo proceso de transculturación que dio origen a la identidad nacional esta virgen ha sido identificada como una de las deidades más veneradas del panteón yoruba. Bajo el nombre de Ochún, ella es también adorada en los cultos sincréticos afrocubanos y reconocida como la diosa del amor y del dinero, de la sensualidad y la fertilidad, a la que le gustan los girasoles y el color amarillo, además de ser dueña de las aguas dulces. Por ello muchos cubanos, incluso desde su doble condición de practicantes de ambas religiones, celebran con devoción los 8 de septiembre, las festividades en su honor.
Cada mañana el Santuario del Cobre abre sus puertas para oficiar misa y dar paso a los visitantes, muchos de los cuales llegan hasta su altar acompañados de las más variadas ofrendas. Flores, velas, objetos personales, cartas, medallas deportivas, títulos, muletas, joyas, dinero, amuletos y… toda una infinidad de objetos son depositados debajo del Camarín de la Virgen, donde se encuentra la denominada Capilla de los Milagros. Allí están desde los votos de personas anónimas, hasta los de celebridades como el escritor norteamericano Ernest Hemingway, quien envió a este Santuario la medalla de su Premio Nobel. Pero lo cierto es que nadie, no importa su origen, jerarquía o creencia religiosa, se marcha de este lugar sin llevarse una virgencita o unas piedras de cobre como recuerdo de su visita al Santuario mayor de Cuba, donde fue bendecida y coronada la Virgen de la Caridad del Cobre por el Papa Juan Pablo II, a raíz de su viaje a la Isla en 1998; ocasión en que el Alto Pontífice la reconoció además como «Reina de los cubanos».