- Plazas coloniales más allá de la arquitectura.
COLOMBIA
LAS MANIFESTACIONES CULTURALES CONTENIDAS EN LA LLAMADA PLAZA DE MERCADO, RECREAN Y DESARROLLAN NUEVOS SISTEMAS DE VALORACIÓN Y DIVULGACIÓN, QUE PUEDEN HIBRIDAR EN PRÁCTICAS TURÍSTICAS
La configuración de las plazas de mercado desde la colonia hasta la actualidad, han hecho que se conviertan en importantes referentes urbanos y arquitectónicos de las ciudades. A partir de estas se crean núcleos comerciales que se transforman en puntos de encuentro en la cotidianidad de la urbe. De esta manera, la plaza de mercado se ha consolidado como destino turístico, que centra su discurso en el contexto histórico. Sus construcciones moldean el paisaje urbano, a la vez que se constituyen en lugares de atracción socio cultural.
Pensemos la plaza de mercado como un espacio que trasciende los intercambios, así como la compra y venta de bienes de consumo, pues en esta se gestan el diálogo y la convivencia de los seres humanos con enorme vitalidad. La plaza de mercado rebasa la simple necesidad de proveer de alimentos y mercancías a los habitantes de la ciudad; allí se configuran y tejen vínculos sociales que sirven como punto de encuentro para el intercambio cultural y, a la vez, se refuerzan los sentimientos de identidad comunitaria.
La plaza, como contenedora de manifestaciones del patrimonio inmaterial, está constituida por las prácticas, los usos, las expresiones, los conocimientos y las técnicas que generan sentimientos de identidad y establecen vínculos con la memoria colectiva. Se trata de comprender el tejido que configura el acervo cultural y cuál es el vínculo –quizá afectivo– entre el espacio dispuesto para el comercio y las relaciones y prácticas sociales que hilan el entramado del patrimonio cultural inmaterial. El objeto último es, en consecuencia, poner de manifiesto por qué la plaza de mercado es un lugar de hibridación entre las prácticas turísticas y las prácticas culturales.
El mercado es un lugar de apropiación con reconocimiento simbólico, dado que ciertos individuos le otorgan un valor, identidad y significado. Es aquí donde se entretejen una serie de vínculos, tanto individuales como colectivos, en un espacio que construyen socialmente de manera permanente, en el ejercicio de habitar por razones económicas.
Un repaso a las ciudades que se han configurado como un destino turístico cultural, nos muestra la estrecha interrelación necesaria entre tres elementos básicos: 1) una actividad: el turismo; 2) un elenco de recursos: el legado cultural y patrimonial, y 3) una ordenación territorial y social: la ciudad.
El turismo, como práctica social y fenómeno de masas en la contemporaneidad, cumple la función de patrimonialización de las manifestaciones culturales; ello obedece a un proceso voluntario de incorporación de valores socialmente construidos, contenidos en el espacio-tiempo de una sociedad particular y forma parte de los procesos de territorialización que están en la base de la relación territorio-cultura. La apropiación y la valoración como acciones selectivas, individuales o colectivas, se expresan en acciones concretas que permiten construir referencias identitarias duraderas.
De esta manera, se puede pensar el espacio cultural de la plaza de mercado como un escenario posible para que las personas lo visiten con motivos turísticos, pues estamos en un momento en el que los gustos y preferencias se están transformando en la medida en que se vive el cambio de un paradigma: el paso de un turismo estandarizado, de corte fordista, a uno especializado y alternativo, que se contextualiza en los destinos y atractivos que pongan al alcance del turista los valores naturales y culturales.
La globalización, la internacionalización de la economía y el libre tránsito de pasajeros hacen que el turismo se consolide como una de las mayores expresiones del proceso globalizador. Esto propicia que las comunidades receptoras y ciertos destinos turísticos empiecen a redescubrir y a fortalecer la identidad cultural, así como a resignificar el patrimonio como elemento de convergencia, de punto de encuentro y generador de oportunidades. En cuanto a los turistas y visitantes, se evidencia la búsqueda de nuevos destinos que sean alternativos a los que ya conocen y que se enmarquen en la diversidad cultural, en lo diferente, en lo autóctono y, fundamentalmente, en lo popular.
El turismo en la plaza de mercado puede contribuir a generar una toma de conciencia colectiva, en relación con la preservación del patrimonio intangible. Así las cosas, la plaza puede servir para dar raíces y consistencia a una sociedad como la nuestra, para elevar el nivel y el capital cultural de las personas; debe ser un instrumento para sentir y generar orgullo, para atraer visitantes que reconozcan la importancia de estos espacios y adquieran un sentido de valoración y apropiación. En ese sentido, el turismo cultural debe ser pensado como una herramienta de transformación social, que teje los elementos que le son comunes a un pueblo, en busca de la permanencia y la reafirmación de un conjunto de tradiciones, valores y criterios de identidad colectiva, que deben apostarle al beneficio económico y a la sostenibilidad de su acervo cultural.
La plaza debe ser vista como un espacio cultural que está determinado por aspectos políticos, históricos, económicos y sociales; como lugar contenedor de manifestaciones culturales, en el cual se entrecruzan toda una amalgama de factores, para recrear y desarrollar un nuevo sistema de valores que, en definitiva, logrará darle nuevas características a la cultura, para constituirse como un referente turístico que propicie la valoración del patrimonio a la vez que posibilite el turismo como instrumento de la divulgación patrimonial.
Artículo resumen del libro: “Patrimonio cultural inmaterial: recreación y salvaguardia en la plaza de mercado”, presentado por el autor en el XXVI Congreso Panamericano de la CONPEHT en La Habana, Cuba.