Camagüey arriba al 500 aniversario de su asentamiento como otrora Villa de Santa María del Puerto del Príncipe. La tradición oral marca la constitución de la ciudad el 2 de febrero de 1514, y las actuales investigaciones científicas demuestran que el suceso ocurrió a finales de junio o principios de julio - un año después.
Los historiadores nos fueron trasmitiendo aquella tradición fundacional que evidenciaba que el actual Camagüey fue asentado en la costa norte de la provincia, en el litoral interior de la bahía de Nuevitas, en un lugar que hoy conocemos como Pueblo Viejo de Nuevitas. Este asentamiento es sometido a una investigación científica con la ayuda de la cooperación internacional, la participación de expertos del orbe y bajo la conducción del gabinete de arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad, con el fin de abrir el libro de la historia y algún día demostrar, al calor de las nuevas circunstancias, lo que sucedió en aquel entonces.
Se ha corroborado que desde 1513 esa ubicación fue lugar habitado. Hoy la ciencia se debate y los expertos de aquí y de otros sitios que contribuyen con nosotros, investigan profundamente un asunto que tiene gran importancia para la historiografía cubana. Excepto Santiago de Cuba, las siete primeras villas fundadas se trasladaron de enclave, tuvieron varios asentamientos y algunas incluso, dieron origen a otras.
La villa camagüeyana se trasladó en dos oportunidades más; a un segundo emplazamiento  asociado al cacicazgo del aborigen Caonao y a un tercer lugar, entre los ríos Tínima y Hatibonico, y se movió también dentro de este asentamiento a la zona que hoy ocupa el parque Ignacio Agramonte, donde se configuró la ciudad hispanoamericana típica con su Plaza de Armas, su Cabildo y la Parroquial Mayor.
El propio acto de nombramiento del Centro Histórico en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, se produjo el 7 de julio de 2008 y se esperó hasta el 2 de febrero del siguiente año, para proclamarlo ante el mundo por el apego que tienen los agramontinos a esa fecha específica.
Más que nada celebramos el hecho cultural que es lo más trascendente, asociado a una ciudad cubana cuya base económica fue la ganadería. Eso determinó la manera de vivir, incluso los modos asociados al contrabando en una etapa importante de la villa; una práctica no sólo exclusiva de Camagüey sino también de otras ciudades, a partir de las imposiciones para el comercio dictadas por la Metrópoli a la Colonia en aquel entonces. 
Esta inmensa llanura con muy pocas elevaciones produjo mucho ganado y fue sitio de monteros. También fue emporio asociado al surgimiento de la industria azucarera y el empleo masivo de la fuerza de trabajo proveniente primero de África, en los siglos anteriores al XX. La provincia se convirtió en un foco importante de producción de azúcar de caña lo cual conformó una manera de ser y una cultura particulares.
Puede leerse en la tradición la influencia republicana de quienes, a partir de las posibilidades económicas familiares dieron a sus hijos la opción de aprender tanto en La Habana como fuera del país. Y ese espíritu que después se vio reflejado en todas las constituciones mambisas de la República en Armas concebidas aquí, inspiró a los independentistas del período.
El camagüeyano tiene una manera muy particular de expresar su religiosidad. La ciudad perdería su identidad sin el influjo del repertorio arquitectónico religioso cuya influencia trasciende a la conformación de la trama urbana; de lo que significan las torres de los pináculos de las iglesias en el paisaje camagüeyano. En esa fisonomía de llanura no es difícil seguirlas; se impone a simple vista qué significa nuestro panorama, en la configuración de los barrios más importantes.
A partir de la construcción de una ermita, devenida después iglesia o gran templo como el de La Merced, se estableció un vínculo feligresía-iglesia-barrio-plaza pública, que hoy marca sin duda alguna los valores más substanciales de la ciudad: su trama a la usanza de un plato roto, su repertorio arquitectónico religioso, sus más de 30 plazas y plazuelas en el Centro Histórico.
En términos patrimoniales se designa como valor universal excepcional, a la autenticidad y armonía entre todos los períodos históricos que exhibe Camagüey. Cada tramo de su crecimiento se ha ido superponiendo sin afectar uno al otro. Aunque es muy fácil hallar en el Centro Histórico detrás de una fachada neoclásica lo que fue una mansión colonial, expresada en sus techos, en sus arcos magníficos, en la configuración de esa casa que siempre tributa a un patio, con la típica batería de tinajones.
No es posible hablar de la aportación, o de ese gran mosaico que alguien dijo una vez es la cultura cubana, sin mirar hacia la región histórica que fue el gran Camagüey de entonces y el Camagüey de hoy, con una participación primordial en la configuración de nuestra nacionalidad.
Podemos constatar en nuestra ciudad ese orgullo de sentirse camagüeyano, que quisiéramos, sin chovinismo, no se perdiera ni difuminara nunca. Las intervenciones que se fueron realizando en lo físico y las influencias recibidas en lo espiritual han sido muy respetuosas con quienes la habitaron antes.
Esa perdurabilidad debe protegerse con celo en ciudades como estas, organismos vivos con 500 años, donde las patologías que se van mostrando requieren de cuidados especiales y a veces intensivos. Por eso el tratamiento y diagnóstico urbano no puede recaer solo en el personal especializado: debemos tener muy en cuenta a quienes viven la  antigua villa ciudad.
Entre las expresiones que caracterizan a Camagüey una muy  original es la manera de hablar y comportarse.  Hay gente que se pregunta por qué a las diez de la noche la ciudad está vacía, sencillamente porque esa es la manera de comportarse el camagüeyano; y al tiempo que es hospitalario también es recogido. Quizás la razón esté en que se preparó la vida hacia adentro de la casa, hacia el patio.  La gente iba a los liceos, a la tertulia, y luego se refugiaban en sus moradas. Al camagüeyano le molesta el ruido;  tiene un juicio crítico muy alto nacido del sentimiento de pertenencia al lugar donde vive. Quisiéramos que las nuevas generaciones siguieran manifestándose de la misma manera.
En los años inmediatos Camagüey se fortalecerá como destino turístico; hoy figura como ciudad de paso. ¿Cómo cuidar esos valores y mostrarlos sin que se pierdan o dañen?¿Cómo lograr que lo que se reciba a partir de esa incursión turística imprescindible y necesaria, sea un beneficio? Son todos retos para una urbe orgullosa de sí misma que asiste renovada a su quinto centenario.

Camagüey arriba al 500 aniversario de su asentamiento como otrora Villa de Santa María del Puerto del Príncipe. La tradición oral marca la constitución de la ciudad el 2 de febrero de 1514, y las actuales investigaciones científicas demuestran que el suceso ocurrió a finales de junio o principios de julio - un año después.
Los historiadores nos fueron trasmitiendo aquella tradición fundacional que evidenciaba que el actual Camagüey fue asentado en la costa norte de la provincia, en el litoral interior de la bahía de Nuevitas, en un lugar que hoy conocemos como Pueblo Viejo de Nuevitas. Este asentamiento es sometido a una investigación científica con la ayuda de la cooperación internacional, la participación de expertos del orbe y bajo la conducción del gabinete de arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad, con el fin de abrir el libro de la historia y algún día demostrar, al calor de las nuevas circunstancias, lo que sucedió en aquel entonces.
Se ha corroborado que desde 1513 esa ubicación fue lugar habitado. Hoy la ciencia se debate y los expertos de aquí y de otros sitios que contribuyen con nosotros, investigan profundamente un asunto que tiene gran importancia para la historiografía cubana. Excepto Santiago de Cuba, las siete primeras villas fundadas se trasladaron de enclave, tuvieron varios asentamientos y algunas incluso, dieron origen a otras.
La villa camagüeyana se trasladó en dos oportunidades más; a un segundo emplazamiento  asociado al cacicazgo del aborigen Caonao y a un tercer lugar, entre los ríos Tínima y Hatibonico, y se movió también dentro de este asentamiento a la zona que hoy ocupa el parque Ignacio Agramonte, donde se configuró la ciudad hispanoamericana típica con su Plaza de Armas, su Cabildo y la Parroquial Mayor.
El propio acto de nombramiento del Centro Histórico en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, se produjo el 7 de julio de 2008 y se esperó hasta el 2 de febrero del siguiente año, para proclamarlo ante el mundo por el apego que tienen los agramontinos a esa fecha específica.
Más que nada celebramos el hecho cultural que es lo más trascendente, asociado a una ciudad cubana cuya base económica fue la ganadería. Eso determinó la manera de vivir, incluso los modos asociados al contrabando en una etapa importante de la villa; una práctica no sólo exclusiva de Camagüey sino también de otras ciudades, a partir de las imposiciones para el comercio dictadas por la Metrópoli a la Colonia en aquel entonces. 
Esta inmensa llanura con muy pocas elevaciones produjo mucho ganado y fue sitio de monteros. También fue emporio asociado al surgimiento de la industria azucarera y el empleo masivo de la fuerza de trabajo proveniente primero de África, en los siglos anteriores al XX. La provincia se convirtió en un foco importante de producción de azúcar de caña lo cual conformó una manera de ser y una cultura particulares.
Puede leerse en la tradición la influencia republicana de quienes, a partir de las posibilidades económicas familiares dieron a sus hijos la opción de aprender tanto en La Habana como fuera del país. Y ese espíritu que después se vio reflejado en todas las constituciones mambisas de la República en Armas concebidas aquí, inspiró a los independentistas del período.
El camagüeyano tiene una manera muy particular de expresar su religiosidad. La ciudad perdería su identidad sin el influjo del repertorio arquitectónico religioso cuya influencia trasciende a la conformación de la trama urbana; de lo que significan las torres de los pináculos de las iglesias en el paisaje camagüeyano. En esa fisonomía de llanura no es difícil seguirlas; se impone a simple vista qué significa nuestro panorama, en la configuración de los barrios más importantes.
A partir de la construcción de una ermita, devenida después iglesia o gran templo como el de La Merced, se estableció un vínculo feligresía-iglesia-barrio-plaza pública, que hoy marca sin duda alguna los valores más substanciales de la ciudad: su trama a la usanza de un plato roto, su repertorio arquitectónico religioso, sus más de 30 plazas y plazuelas en el Centro Histórico.
En términos patrimoniales se designa como valor universal excepcional, a la autenticidad y armonía entre todos los períodos históricos que exhibe Camagüey. Cada tramo de su crecimiento se ha ido superponiendo sin afectar uno al otro. Aunque es muy fácil hallar en el Centro Histórico detrás de una fachada neoclásica lo que fue una mansión colonial, expresada en sus techos, en sus arcos magníficos, en la configuración de esa casa que siempre tributa a un patio, con la típica batería de tinajones.
No es posible hablar de la aportación, o de ese gran mosaico que alguien dijo una vez es la cultura cubana, sin mirar hacia la región histórica que fue el gran Camagüey de entonces y el Camagüey de hoy, con una participación primordial en la configuración de nuestra nacionalidad.
Podemos constatar en nuestra ciudad ese orgullo de sentirse camagüeyano, que quisiéramos, sin chovinismo, no se perdiera ni difuminara nunca. Las intervenciones que se fueron realizando en lo físico y las influencias recibidas en lo espiritual han sido muy respetuosas con quienes la habitaron antes.
Esa perdurabilidad debe protegerse con celo en ciudades como estas, organismos vivos con 500 años, donde las patologías que se van mostrando requieren de cuidados especiales y a veces intensivos. Por eso el tratamiento y diagnóstico urbano no puede recaer solo en el personal especializado: debemos tener muy en cuenta a quienes viven la  antigua villa ciudad.
Entre las expresiones que caracterizan a Camagüey una muy  original es la manera de hablar y comportarse.  Hay gente que se pregunta por qué a las diez de la noche la ciudad está vacía, sencillamente porque esa es la manera de comportarse el camagüeyano; y al tiempo que es hospitalario también es recogido. Quizás la razón esté en que se preparó la vida hacia adentro de la casa, hacia el patio.  La gente iba a los liceos, a la tertulia, y luego se refugiaban en sus moradas. Al camagüeyano le molesta el ruido;  tiene un juicio crítico muy alto nacido del sentimiento de pertenencia al lugar donde vive. Quisiéramos que las nuevas generaciones siguieran manifestándose de la misma manera.
En los años inmediatos Camagüey se fortalecerá como destino turístico; hoy figura como ciudad de paso. ¿Cómo cuidar esos valores y mostrarlos sin que se pierdan o dañen?¿Cómo lograr que lo que se reciba a partir de esa incursión turística imprescindible y necesaria, sea un beneficio? Son todos retos para una urbe orgullosa de sí misma que asiste renovada a su quinto centenario.