Ensayo

Es la vida misma pasando ante nuestros ojos, durante un momento en el que casi se roza la gloria. Y no es que las entregas coreográficas de Tania Vergara Pérez, también bailarina y directora del Ballet Contemporáneo Endedans, solo ponderen la belleza del movimiento, la plasticidad de una imagen, el virtuosismo técnico con que se ejecutan los pasos; es, sobre todo, la elocuencia, el lirismo, la sinceridad con que desde la más auténtica danza nos invita a asomarnos a esos instantes de nuestras existencia en los que por cotidianos apenas reparamos, y con ello nos empuja a llorar y a reír, a pensar y a soñar; a aferrarnos a la fe, siempre excitados frente a la certeza de que, al fin, hemos conocido lo que significa el arte.
Y en ese empeño de conmovernos, la danza siempre le pareció mucho más ideal que el ballet clásico, «porque por medio de ella, por ofrecerme mayor libertad creativa, podía expresarme de una manera más incisiva, a partir de un interés mío muy marcado de realizar un trabajo novedoso, experimental, más de vanguardia, de modo que nuestro crecimiento como artistas fuera resultado de una labor sistemática y orgánica, algo natural», explica la Vergara, quien tomando como base esos presupuestos fundó su propia compañía en 2002.
La llamó Ballet Contemporáneo Endedans, y enseguida argumenta sus razones: «Ballet, porque todos provenimos de la danza clásica, mientras que nos habíamos planteado bombardear constantemente la técnica clásica y alejarnos de las líneas, giros y movimientos hacia adentro (en dedans), patrón que rige al ballet clásico. Escogimos Endedans no solo por una cuestión de línea, sino por su connotación poética, enfatizando así que nuestra propuesta nace desde adentro.
«Nos interesa el virtuosismo del ballet clásico, pero sin serlo y, al mismo tiempo, asimilamos el trabajo de piso, de rodilla; la redondez y la virilidad de la danza contemporánea».
Cierto que justo por esas razones la hoy reconocida agrupación danzaria, en los inicios fue «altamente incomprendida, casi huérfana», según afirma la autora de piezas como La Carmen, Estuche, Las Bernardas o El entierro de la vida, y A los confines de la tierra, Premio Iberoamericano de Coreografía 2008. Sin embargo, en la actualidad la Vergara no esconde sus satisfacciones tras una década de intenso quehacer artístico.
Y es que en estos poco más de diez años, Tania ha logrado «concebir una obra personal, con resultados artísticos, estéticos y conceptuales, la cual, además, ha sido bien recibida por los espectadores y la crítica. Yo misma también he progresado como creadora, y nuestra labor con lo clásico y lo contemporáneo resulta superior técnicamente».
El alto nivel técnico y artístico de sus muy jóvenes bailarines «constituye otras de mis grandes satisfacciones. Para mí era esencial rodearme de bailarines que todo el tiempo evitaran acomodarse, que no se conformaran con aceptar cualquier propuesta fácilmente, sin siquiera cuestionar. He buscado a aquellos preocupados por decir con su cuerpo, con sus emociones.
Como su casa define Tania Vergara a esta compañía con ángel, en la cual ella y Julio César Delgado Ramos asumen la organización, la producción, las relaciones públicas... «Lo que más me complace es haber creado un discurso coreográfico que se diferencia de lo que se ve tanto en Cuba como en el extranjero. No lo digo con autosuficiencia, sino con orgullo. Y aunque asumimos obras de otros autores, incluidos miembros de la compañía, considero que contar con un coreógrafo en casa mantiene la compañía en constante búsqueda y estreno, viva, activa. De ese modo puede renovarse, cambiar».