Vocación patrimonial
Declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad, el Centro Histórico camagüeyano posee edificios de diversos períodos y estilos, dentro de los que rige el eclecticismo de la primera mitad del siglo XX. Presente está sin dudas el encanto de la etapa colonial y sus patios interiores con amplios colgadizos, jardines y tinajones.
Para mantener tal condición y conservar sus inmuebles se hace necesario el concurso de cuantas instituciones, organismos y agramontinos que amen su arquitectura, historia y tradiciones opten por hacer de su ciudad el centro de su diario quehacer.
Con la reciente apertura de las iniciativas privadas han ido proliferando un nuevo tipo de establecimientos que integran la cocina tradicional camagüeyana con la historia y la arquitectura de sus edificios. Tal es el caso del restaurante 1800, enclavado en la Plaza San Juan de Dios, un sitio restaurado por su dueño Edel Izquierdo Fernández quien con el asesoramiento de especialistas de la Oficina del Historiador, respetó los códigos coloniales existentes y logró rescatar los arcos de medio punto, los techos de madera y la carpintería propia de la época.
Sobresalen también otros restaurantes como El Patio, en la céntrica calle República, La Terraza, en Santa Rosa y El Solar, en Independencia, sitios que dotan a sus dueños de un modo de subsistencia a la vez que realzan el patrimonio edificado.
La Oficina le facilita a cada propietario las regulaciones urbanísticas en caso de que necesiten modificar fachadas o hacer obras en interiores como cambios de cubiertas. Este es un organismo de consulta que aprueba o no las intenciones del trabajador por cuenta propia. Para hacerlo se tiene en cuenta el lugar donde está enclavada la vivienda, el estilo arquitectónico o la espacialidad del local a arrendar.
La ciudad se beneficia sin dudas con el trabajo por cuenta propia toda vez que cada dueño de establecimientos restaure sus inmuebles en bien del patrimonio y las ganancias se revierten en la calidad de vida del agramontino que invierte nuevamente en la conservación de sus edificios.
Pero no solamente el patrimonio tangible se beneficia con este modo de trabajo, las leyendas y tradiciones camagüeyanas se reproducen ante los visitantes que se asombran con historias como las del Indio Bravo o la del Aura Blanca, o sencillamente sonríen cuando una camarera les sentencia “el que toma agua de tinajón a vivir se queda en Camagüey”.
El emprendimiento privado ha devenido una puerta más para el intercambio cultural y el afianzamiento de tradiciones a la vez que inmuebles ya deteriorados por el paso del tiempo han recobrado el esplendor de sus primeras décadas.
Una muestra más de que para conservar la condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad todas las manos, todas las voluntades, deben marchar a la par.