Camagüey atesora en el laberinto de sus calles un rico patrimonio art déco, desarrollado fundamentalmente entre las décadas del treinta y finales del cuarenta del siglo XX. La época fue propicia para la entrada y asimilación del estilo en la ciudad, —que no debe limitarse solo a las edificaciones, como testigos claros del tiempo, sino también al mobiliario usado ampliamente en juegos de salas, cuartos y comedor—, y al auge de un espíritu vanguardista en las artes, en sentido general. Baste mencionar a Emilio Ballagas, uno de los cubanos en interpretar y acercarse desde aspectos estéticos a las vanguardias europeas y latinoamericanas, que le llevarían a escribir “Pasión y muerte del futurismo”, “Sergio Lifar, el hombre del espacio” y “La herencia viva de Tagore”.
La introducción y difusión del estilo art déco, fue una respuesta lógica al agotamiento del eclecticismo y a la poca fuerza que tuvo en la ciudad el art nouveau, a pesar de la influencia ejercida en ella por los maestros de obras catalanes y sus descendientes. Esta herencia permitió al art déco contar con una experiencia constructiva, a la cual se unirían arquitectos e ingenieros graduados de la Universidad de La Habana y del extranjero, quienes contarían con la contribución de los graduados de la Escuela de Artes y Oficios de la ciudad. A estas aportaciones se une, además, la presencia de una industria de materiales de la construcción, nada despreciable, que operaba en la ciudad.
La prefabricación de elementos aligeró de un lado el proceso constructivo y abarató los costos, y del otro contribuyó a la aparición de catálogos que favorecían la comercialización y divulgación del estilo. Estos elementos prefabricados eran utilizados, sobre todo, en los motivos decorativos zoomórficos, antropomórficos y geométricos combinados entre sí de manera creativa, como los plafones de yeso, las molduras, las escocias, llavines y aditamentos de metal cromado para uso hidráulico y sanitario. Esta facilidad de realizar variadas combinaciones de figuras geométricas hizo asequible el estilo a artesanos, constructores y usuarios, otorgándole ese carácter popular, perdurable hasta la actualidad. Este rasgo caracteriza gran parte de la obra de autores “anónimos” existentes en la ciudad y de manera especial en las viviendas confeccionadas con un fin especulativo.
El art déco se inserta en la ciudad estableciendo una adecuación a las estructuras compositivas de las fachadas tradicionales, logra una comunicación que en el menor de los casos implica una ruptura con lo existente y de darse el hecho lo hace a través de la altura que ganan algunas de las nuevas edificaciones o la utilización de elementos decorativos, con preferencia por los motivos geométricos.
El art déco desarrolla tres tipos básicos de edificaciones, en atención a la utilización de la asimetría o la simetría de sus diseños en fachadas: un primer grupo definido por el uso de una simetría regular, lograda por módulos repetitivos, siendo predominante en la ciudad; un segundo grupo que resalta la entrada a la edificación coincidente con el punto medio de la misma y un tercer grupo donde se distingue la entrada de la edificación, pero se desplaza hacia uno de los lados, rompiendo de esa forma la simetría. Esta decoración se logra en Camagüey en base a figuras elementales y se ubica en paños en las fachadas, ya sean principales o laterales, en ménsulas, balcones, pilastras, rejas, puertas y otros aditamentos, como mamparas, lámparas, molduras, esgrafiados. Las terminaciones variaban, pero se denota la preferencia por el uso del betún en exteriores. La simetría y la acentuación de la verticalidad con alternancia de líneas horizontales juegan un papel importante en el edificio art déco. Logra establecer un equilibrio entre las estructuras figurativas tradicionales de la cultura burguesa y los símbolos del mundo moderno.
Quedaron definidos los códigos formales básicos con el empleo de las figuras elementales —cuadros, triángulos, círculos o motivos romboidales, las trencillas y los diseños rectos—, aprovechados por la iniciativa popular en diversas combinaciones que acompañan la alternancia de las líneas horizontales y verticales de los portales, los vanos de puertas y ventanas. Predomina la utilización de las columnas básicas por las redondeadas pilastras macizas, generando un sistema de sutiles cortes lineales o volumétricos dentro de la propia masa constructiva, que de simples componentes funcionales se convierten en fluidas formas plásticas, resaltadas a su vez por las ligeras variaciones cromáticas y el coronamiento escalonado de la fachada principal, mientras que la presencia de la decoración en ésta, constituye el elemento distintivo que permite la catalogación de los exponentes dentro del estilo, sin importar el nivel económico del comitente.
El art decó se convirtió en una lección de coherencia arquitectónica a raíz del nexo establecido entre las elaboraciones en el ámbito de la cultura profesional y su popularización en el círculo de los usuarios y los constructores. Es demostración evidente de que la arquitectura nunca puede existir sin sus contenidos culturales, sin sus valores expresivos inherentes a las necesidades espirituales del hombre.