Proyecto Arlequín, mucho más que arte
Castigador, ten el corazón de niño, para ella, castigador… es solo una melodía de antaño, pero el que se asoma al Centro de Gestión Cultural llamado por la melodía, no puede menos que asombrarse, un grupo de niños dibujan con su cuerpo la canción antigua, como si en lugar de niños, fueran personas de la tercera edad que vivieron y bailaron esta música, luego se enteran: es la danza del Conjunto Artístico Arlequín, una agrupación que nació el 19 de septiembre de 1999 , como parte de un proyecto de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey que tiene el objetivo de preservar el patrimonio material e inmaterial de nuestra ciudad.
Arlequín se crea compuesto fundamentalmente por niños y adolescentes entre 7 y 16 años de edad de las diferentes escuelas de la ciudad en las manifestaciones de música, danza, teatro y artes plásticas, como una forma de que estos niños se incorporen a la misión de preservar el patrimonio de manera que se sientan identificados con lo que hacen.
Adiestrar a los niños y adolescentes en las diferentes manifestaciones del arte, contribuir al universo cultural de estos y la promoción de valores de nuestra cultura local y nacional son entre otros los objetivos de este proyecto.
Pero sin duda la danza del Conjunto Arlequín es la que más sobresale en el proyecto, guiado por su instructor Osmari Fustiel, un eterno estudioso de los ritmos cubanos, caribeños y de influencias africanas, que con inteligencia y buen tino ha enseñado a estos niños a hacer lo que ahora exhiben con orgullo, el mejor grupo infantil de danza aficionado de la provincia. En mi opinión, lo avalan sus grandes premios en los festivales de danza de aficionados. Pero los que piensan en Arlequín como una compañía de danza y se quedan admirados de sus interpretaciones, hacen bien, pero se pierden una parte importante del grupo, Arlequín es una gran compañía, pero es sobre todo una escuela. Junto a danzar estos niños aprenden a comportarse, a ser mejores seres humanos, es esa combinación de artistícidad y civismo, lo que hace de este grupo una cosa singular, y de la compañía una escuela para sucesivas generaciones.
Y es que su instructor no cesa de buscar en nuestra música y la de nuestra región, pero unido a esta búsqueda de ritmos y danzas nuevas el hace crecer en estos niños el amor a la nacionalidad, el orgullo de ser cubano, cada nueva obra en montaje incluye el comentario preciso sobre el momento histórico que le dio origen o al hecho con que está relacionado. Así el niño no solo aprende de danza, sino de historia, pero el grupo va más allá, no solo se implican en su quehacer los alumnos también sus familias cierran filas al aprender del profesor. Es quizás este el mejor secreto guardado del grupo, los niños aprenden y enseñan a sus padres, muchos de los cuales nunca habían estado en un teatro o al menos no de la forma asidua con que ahora lo hacen.
Los Arlequines crecen, es inevitable, pero al marcharse, junto al orgullo de pertenecer a la institución se llevan ellos y sus familias un poquito de cultura, de buen gusto, se vuelven gentes distintas y mejores que aman más a su patria y a su país porque conocen más su cultura.
Cada año unos suplen a otros que entran a la agrupación, el profesor tiene la difícil disyuntiva de escoger entre la cantidad de niños que se presentan, lo mejor. Algo si queda claro para padres y alumnos: pertenecer a la compañía es un orgullo compartido, tener un hijo en Arlequín es motivo de satisfacción para los padres, pero esto no es gratuito, ellos saben porque lo han oído y lo constatan día a día, que en la compañía no solo se aprende a bailar bien, muy bien me atrevería a decir, la compañía es además una fragua donde se forjan hombre buenos, cultos y que le servirán mejor a la sociedad.