República Dominicana se viste de Naranja
LA ISLA CARIBEÑA NO QUIERE QUEDARSE ATRÁS EN ESTA NUEVA MODALIDAD TURÍSTICA, EN LA QUE EL VIAJERO TIENE LA OPORTUNIDAD DE DESCUBRIR LO MÁS GENUINO DEL DESTINO A PARTIR DE LA EXPERIENCIA PROPIA
En las últimas décadas, el turismo ha experimentado una explosión de modalidades, muchas veces vinculadas a un color. Así han surgido, entre otros, el turismo verde o ecológico, y el turismo blanco, asociado a los deportes de invierno y montaña. Como tendencia, los viajeros buscan cada vez más nuevas experiencias y sensaciones, y los intereses al momento de planificar un viaje ya no son los mismos: a muchos les espanta la idea de ser siempre un turista durante sus periplos por el mundo.
Acaso por eso ha surgido el turismo naranja, la nueva modalidad que busca fusionar los sectores cultural y turístico para ofrecer al viajero la oportunidad de descubrir lo más genuino del destino a partir de la experiencia propia. Se trata de una filosofía de viajes que ha seducido a millones de personas en todo el orbe. De manera que la República Dominicana no ha querido quedarse atrás, y se ha propuesto convertirse también en uno de los principales destinos de América Latina y el Caribe para este segmento.
Rodeada por el océano Atlántico al norte y el mar Caribe al sur, la nación antillana es un paradisiaco país tropical que cuenta con unos 1 600 km de costa, 400 km de las mejores playas del mundo, lujosos hoteles y una variedad de opciones deportivas, recreativas y de entretenimiento. Allí se baila el apasionante ritmo del merengue; se pueden explorar las antiguas reliquias de los siglos pasados; o saborear la deliciosa gastronomía dominicana.
En este magnífico destino, que ahora se viste de naranja, resulta interesante experimentar la vida como si fuésemos un ciudadano local. Es muy factible explorar el país por carretera, pues las principales ciudades se encuentran a no más de 4h de distancia y existen diversas opciones para el transporte público y privado. Si se comienza en la animada capital de Santo Domingo, un viaje por tierra al este, para relajarse en Punta Cana, toma menos de 3h. Luego, se puede conducir unas cuatro horas al norte a la exuberante y verde Samaná. También se podría tomar un vuelo nacional desde alguno de los ocho aeropuertos del país.
Sin embargo, viajar en automóvil ofrece como plus una gran variedad de delicias al borde de la carretera, en los variopintos paradores que brindan comida rápida con el típico sabor dominicano. En muchos de ellos es probable encontrar cerdo en púa, una popular receta local, junto con sabrosos postres elaborados por los lugareños, como el dulce de coco tierno. La experiencia de recorrer la parte sur del país regala también al viajero el disfrute de una gran cantidad de árboles frutales que se alinean en las carreteras, entre los que se incluyen mangos, aguacates, maracuyá y coco.
Entre las promisorias ventajas del turismo naranja está la posibilidad de combinar diferentes segmentos turísticos. Y en ello República Dominicana tiene todas las de ganar, pues su rica diversidad ecológica le permite al viajero combinar el turismo ecológico (verde) con diversas modalidades.
En la prometedora región del suroeste de Barahona, la tendencia del campamento de lujo (o glamping, como se le conoce en inglés), ofrece la oportunidad de acampar en algunas de las playas más prístinas del mundo. Ahí es posible dormir plácidamente bajo las estrellas y despertar con el sonido de las olas; o disfrutar de siestas en hamacas bajo la sombra de palmeras tropicales.
Ni siquiera es preciso empacar bolsas para dormir, pues las tiendas de camping están equipadas con camas. Además, los campamentos cuentan con baños, duchas y un restaurante y bar completamente abastecido. Muchos de ellos proponen tours y snorkeling por playas escondidas. Precisamente una de las excusiones más populares es el viaje a la impresionante Bahía de las Águilas, reconocida como uno de los balnearios más bellos y vírgenes del país.
En la nación caribeña tienen lugar también diversos eventos importantes, entre los que merece la pena destacar el Taste of Santo Domingo, que invita a disfrutar de los mejores platos dominicanos de la mano de la cultura, la vida nocturna y la historia de la ciudad cosmopolita. El Festival Dominicano del Ron es otra de las celebraciones más significativas, donde se promueve una de las industrias principales del país y se agasaja una de sus bebidas más queridas.
Por otro lado, los hoteles boutique son también muy conocidos por su calidez y hospitalidad. En los más pequeños se puede interactuar mejor con la gente, al tiempo que incorporan cocina local con opciones de productos que van de la granja a la mesa; además de otras inmersiones culturales que garantizan una estancia inolvidable.
Paralelo a los partidarios de la forma tradicional de turismo, existen muchos que buscan algo más: una experiencia sincera, de interacción no solo con el paisaje, sino también con la cultura y las costumbres locales, con la gente y su calidez. La República Dominicana brinda todo esto para dibujar esa senda naranja por donde, de seguro, el viajero querrá regresar una y otra vez.