Te prometo, amor mío, la manzana
ENTREVISTA REALIZADA POR JOSÉ CARLOS DE SANTIAGO A RAIDEL HERNÁNDEZ, ESPOSO DE LA POETISA CUBANA CARILDA OLIVER LABRA
José Carlos: El pasado agosto, la ciudad de Matanzas fue estremecida por una sombría noticia: la muerte de Carilda Oliver Labra, criatura que se ha quedado con renuencia en sus versos para alentar esa fuente vitalísima de poesía que constituye un legado de fe en la palabra, en el amor y en la vida. ¿Qué ha significado para ti haberla acompañado como su esposo por casi tres decenios?
Raidel Hernández: Esa es una pregunta que no se puede responder con unas pocas oraciones. Para mí resulta un trabajo casi de orfebrería separar las palabras de la memoria, quitarlas de su dimensión física para fabricar ese discurso, ese mundo que puede imitar con mucha imperfección lo vivido. Allí donde estuvo su mano, su pelo, su ropa tibia, todo eso que la constituyó en el ser físico al alcance de los sentidos, se ha transformado súbitamente en un puñado de signos melancólicos. Eso que llamamos palabra es una forma de «reconstruir», jamás resucitar, a la mujer que ningún átomo le falta, la que ríe con su garganta y extiende hacia mi mano la suya. No puedo. Estoy incapacitado para describir otro episodio que no suceda dentro de la vida. Conservarla conmigo es una fiesta, una celebración en la que solamente dormimos por la fuerza. Ella es el espíritu más alegre con el cual me haya relacionado. La depresión, e incluso la tristeza, son pertenencias ajenas, cosas que les quita a los otros y que después tiras a las calles y a los versos.
JC: Algunos se preguntan cómo dos personas tan distantes generacionalmente tuvieron la energía necesaria para defender a lo largo de los años un proyecto de vida en común. Son 50 años de diferencia, lo cual representa medio siglo. Supongo que esto haya dado paso a incomprensiones y mitos de toda índole.
RH: A las personas les resulta un poco difícil tolerar lo diferente, aunque en apariencia cualquier anomalía que interfiera con las normas de convivencia no los afecte. Te digo esto porque no siempre vivir al margen de algunas normas sociales tiene necesariamente un impacto negativo para el grupo; sin embargo, es inevitable que cualquier variación en las dinámicas de convivencia sea percibida como una amenaza. Si esta amenaza se sostiene con éxito a través del tiempo se funda el mito. El mito tiene múltiples caras, o demoniza o idealiza la circunstancia. En nuestro caso ello se cumple con una fidelidad impecable. Siempre me ha parecido raro que algunas personas no logren comprender las actitudes poéticas. ¿Por qué no explicarlo de la misma manera en la que cualquier ser humano lo argumentaría? Nos enamoramos. La poesía está dada en lo que muchos consideran un amor imposible: el de un joven de 19 años con una mujer de 68. Este tipo de complicidades suelen resultar inexplicables para aquellos que viven dentro de patrones conservados generacionalmente.
JC: Raidel, actualmente presides un proyecto cultural denominado Al sur de mi garganta. Hemos visto, un mes tras otro, a través de los medios, el trabajo que se despliega a interiores de Tirry 81. ¿Cómo surge esta idea que llevaste junto a Carilda; este espacio que se ha convertido en un referente indispensable de la promoción cultural en Cuba?
RH: Tengo la satisfacción de haber contribuido de muy modesta manera a la difusión de su obra, y por ende a su defensa. El nombre del proyecto Al sur de mi garganta hace referencia a su segundo libro, Premio Nacional de Poesía en el año 1950. La tertulia que lleva su nombre y que se realizaba de manera regular en el museo Palacio de Junco, entró en una etapa de crisis. Ya era difícil organizarla con la presencia de Carilda, pues por razones de salud no se encontraba en condiciones de movilizarse fuera de su casa. Yo entonces trabajaba de sicólogo de la salud en el policlínico Carlos Verdugo, de la ciudad. Tuve que tomar una decisión muy delicada. Para poder restaurar la vivienda y habilitar los espacios; para estar más tiempo con mi esposa y para cuidar apropiadamente de su salud, renuncié a mi profesión y comencé de cero.
«Al cabo de los meses obtuve muchas satisfacciones, y la más deliciosa: logré llevar el mundo cultural hasta Carilda. Ya no tuvo que salir fuera de los predios de su casa para disfrutar del ambiente artístico y literario que ella misma contribuyó a forjar en la ciudad. Se constituyó en la anfitriona de las actividades culturales y recibió a los innumerables amigos y artistas que llegaron desde todas partes para compartir la música de Lecuona y la poesía.
«Actualmente el proyecto continúa su camino. Seguramente como habrás escuchado a través de los medios, las cenizas de mi amada esposa permanecerán en esta casa. Tomé está decisión no por una necesidad egoísta de retenerla a mi lado, sino porque es la vía que he encontrado para tributarle a su vida el honor, el júbilo, que siempre la acompañaron. Estará con nosotros en cada concierto; en cada lectura de versos; en cada tertulia; con los amigos que aquí se quedan; acompañada de sus mariposas blancas; de sus gatos que la buscan por los rincones; entre las ropas colgadas que no me atrevo a desprender de sus perchas, que aún tienen su perfume sin que el olor del tiempo las ultraje.
JC: De los momentos, que son muchos, porque 30 años soportan un lapso que es inmenso en términos de la vida humana; de esos innumerables instantes que tú has tenido el privilegio de compartir siendo su compañero, su soporte en épocas de enfermedad, y se puede decir que su mayor promotor, ¿qué puede subrayar Raidel como circunstancia inolvidable?
RH: Es una pregunta difícil. Tendría que seleccionar con mucho tino entre todas las alegrías, desenredarlas de su madeja, pesarlas, y sobre todo escoger aquellas que sin importar el tiempo transcurrido se conserven frescas, limpias de pasado. Recuerdo la primera vez que viajamos juntos. Han transcurrido desde entonces unos 17 años. México tenía el olor de las tortillas de harina y en el aire el fantasma del chile. Fuimos invitados por el señor Fredo Arias de la Canal, escritor y Presidente de la fundación Frente de Afirmación Hispanista, a unas conferencias con motivo de las fiestas culturales de Morelia. Nuestra visita duró apenas unos cinco días, nos permitió conocer un poquito la comida tradicional mexicana y algunas zonas del Estado en el que radicamos.
«Fue en aquella primera ocasión que tocamos con la punta de los dedos una felicidad muy alta. La conseguimos de regreso a Cuba, justo cuando el automóvil que nos condujo a Matanzas se acercó a la cuenca de la bahía y pudimos divisar nuestra ciudad, muchas pequeñas luces multicolores en la noche adolescente. Simplemente nos miramos y ella dijo: "¿ya tienes ganas de estar en la casa?" "Me muero por encender las luces del zaguán", le respondí. Y eso fue todo. Era la alegría del regreso. Ni siquiera había transcurrido una semana, y allí estábamos como si regresáramos de todas las ciudades del mundo.»
JC: La atención que le has prodigado a la promoción de la obra de Carilda Oliver, y que constituyó para ella una fuente de estímulo que le permitieron vivir con esa vitalidad y plenitud durante 96 años, ¿no te han alejado como resultado de tu propia creación literaria?
RH: Puede que sí. Quizá tuviera a estas alturas una decena de libros publicados, pero jamás hubiera comprendido lo que es la esencia de la poesía. Lejos de un libro, del poema hecho, o impreso, lejos de la vanidad de cumplir el rol de poeta, la naturaleza de la poesía reside en la manera en la que nos relacionamos con la creación. Lo esencialmente poético no estriba en la armonía de las palabras escritas o habladas sino en la comprensión absoluta de que solamente a través del amor y del servicio tiene sentido la vida. Sin lo anterior, la magia del universo se hace invisible a los ojos.
JC: Esta seguramente es una entrevista limitada por lo breve, y como usted dijo, es imposible compendiar 30 años de trayecto juntos en unos escuetos párrafos. Coincido en que las palabras nunca serán suficientes para dibujarnos la inabarcable dimensión de las almas. Aun así, me atrevo a preguntarle lo siguiente: ¿qué diría usted a Carilda justamente en este instante?
RH: No se puede concluir un diálogo que ha durado decenios. ¿Cómo podría concluir de repente la conversación que iniciamos hace tantos veranos? Te confieso que durante esa charla interminable muchas veces le consolé por la ausencia de su familia; por la muerte de un animal amado; por múltiples miserias que nos toca afrontar como parte de nuestro aprendizaje a través de nuestra experiencia humana. Es ahora su turno de consolarme; para ella será fácil, tan dada como es a la ternura.
«Ahora le toca ayudarme en el camino que se extiende y que pueda aprender a verla sin estos ojos hechos de tierra y a tocarla sin mis manos acostumbradas a desempolvar libros antiguos. Yo no pido nada, quién soy para pedir a quien ya lo dio todo. Si puede enseñarme a dar, si puede, ahora que la eternidad es suya, que no la toca la tristeza de la lluvia ni el dolor ajeno, con eso sería suficiente. Aunque hay algo que sí ya he recibido: aquella manzana prometida en alguno de sus poemas, la manzana que mordió el primer amante del mundo.