De vino en vino
VARIAS SON LAS VÍAS QUE CONDUCEN A LA PLAZA DE OBRADOIRO Y MUCHAS DE ELLAS ESTÁN MARCADAS POR EL AROMA Y EL SABOR DE ESTA BEBIDA
Se sabe que recorrer cualquiera de las rutas que conducen al sepulcro del Apóstol Santiago es una infinita experiencia en todos los sentidos. Lo que para muchos representa un viaje marcado por la espiritualidad, para otros supone un enorme reto físico, mas a todos brinda una inmejorable oportunidad de cargar, junto a las imprescindibles vituallas, con la belleza de los paisajes, la historia y las vastas tradiciones de territorios donde el buen comer y beber es casi una obligación.
Desde el mismo punto de partida elegido, quienes se aventuren a recorrer el trazado hasta la mítica Catedral de Santiago de Compostela quedarán expuestos a la tentación que supone atravesar extensos viñedos, cuna desde hace varios siglos de algunos de los vinos más exquisitos del mundo.
A partir del descubrimiento de las reliquias del Apóstol, fueron precisamente los primeros peregrinos responsables, en cierta medida, de semejante riqueza enológica. Desde diferentes rincones del mundo, muchos traían consigo cepas de uvas que, a lo largo del tiempo, han propiciado la gran variedad de vinos encontrados en el trayecto, ya sea haciendo el camino del Norte, el Primitivo, el de Invierno, el del Mar o la Vía de la Plata.
Sin embargo, ninguna de estas vías aportaría tanto gozo a los amantes del buen vino como el Camino Francés. El paso por territorios con diferencias climatológicas muy marcadas como Aragón, Navarra, La Rioja, Castilla y León o Galicia, conducen a la oportunidad de probar varios vinos merecedores de una Denominación de Origen (DO), capaces de satisfacer los más exigentes paladares.
Ya en Jaca, final del trayecto iniciado en St. PIed de Port, Roncesvalles o Somport, el peregrino podrá degustar del delicioso Somontano, que significa «al pie del monte». Nace en privilegiados viñedos situados entre el valle del río Ebro y los Pirineos, y constituye una de las más de 70 DO que existen actualmente en España.
En Navarra resulta casi imposible obviar el paso por la localidad de Ayegui, donde en uno de los muros de Bodegas Irache está instalada la famosa fuente en la que el peregrino puede saciarse con el vino que emana de uno de sus grifos.
El próximo destino sería Logroño, la capital de La Rioja y hogar de numerosos viñedos y emblemáticas bodegas que, junto a las de Priorat, en Cataluña, conforman las dos únicas DO Calificadas –debe cumplir normas más estrictas– que se encuentran en España.
Nada mejor para continuar la extraordinaria experiencia que cubrir las etapas que atraviesan Castilla y León. Desde hace más de tres décadas allí se asienta Ribera del Duero, una DO que cubre las zonas de Soria, Burgos, Segovia y Valladolid, y cuyo número de bodegas y prestigio mundial no ha dejado de crecer. No muy lejos de esa región se pueden hallar otras como Rueda y Toro, mientras que en la ribera del río Sil destaca la célebre Bierzo, con sus viñas de Mencía, la variedad principal junto a las uvas de Godello.
En Galicia, cada jornada hasta llegar a la Plaza de Obradoiro es una invitación a celebrar los últimos tramos del camino con los vinos gallegos, principalmente los blancos conseguidos a partir de la uva Albariño.
Desde O Cebreiro hasta la ciudad de Santiago de Compostela, pasando por Palas de Rei y Arzúa, existen cinco DO, y sería un verdadero pecado no prestarle atención a alguna de ellas como los Ribeiro, que se localizan en la unión de los valles bañados por los ríos Miño, Avia, Arnaia y Berbantiño; Rías Baixas o Ribeira Sacra… Sería un cierre de lujo para el espíritu, el cuerpo… y el paladar.