Saladitos de plátano verde frito
Hace algunos años visitaba a una familia mexicana y todos me miraron asombrados cuando pregunté por qué no se vendían plátanos verdes en el mercado. Había ido a algunos, que siempre los tenían maduros, y los vendedores no se explicaban para qué los podía querer verdes.
Cuando de niño iba a la playa y los amigos de mi padre tomaban cervezas con él, además de dados de queso manchego, galletitas de soda con anchoas y aceitunas rellenas con pimientos, traían para «saladito» –o tapas, como dicen los españoles–, las gustadas mariquitas. Para prepararlas, mi abuela pelaba el plátano verde, el llamado plátano macho, que hoy se conoce como «tarro de buey», lo rebanaba en rodajas con un corte muy fino y ponía a freír estas hasta que estuvieran doradas y crujientes. Servidas con un leve toque de sal, complementaban otros sabores que podían ser muy fuertes.
Las mariquitas o chicharritas, o friticas –como llaman en Pinar del Río a cualquier tubérculo cocinado en grasa caliente–, se podían acompañar con cualquier tipo de bebida refrescante, como el «mojito», o una menos común ahora, preparada con cerveza y gaseosa, conocida como bull.
También se suelen cortar los plátanos verdes en trozos de 2 o 3 cm y ponerlos a freír en grasa fría, interrumpir su cocción cuando están semiblandos y aplastarlos entre dos papeles hasta achatarlos (por eso algunos los llaman “chatinos”) con un golpe seco, al que deben otro de sus nombres: “plátanos a puñetazo”; después se ponen a freír de nuevo hasta lograr que se tuesten, lo que les ha valido otra denominación más: tostones. En la parte más occidental de la Isla les llaman preferentemente «ambuilas», y en el oriente, «tachinos».
Recientemente han aparecido diversas variedades de plátano frito; ahora es muy común en Cuba el plátano «burro», más pequeño y grueso; al descascararlo suelta una resina lechosa que cuando se pone en contacto con el aceite caliente deja un suave y exquisito sabor que se desvanece en la boca. Además, hay otras formas de cortarlo, pues se puede hacer de manera longitudinal.
Para algunos es mejor utilizar los plátanos pintones, es decir, que no están ni maduros ni verdes, en trozos de cerca de 4 cm que luego de la primera fritada se horadan en el centro y se rellenan con una pequeña porción de queso y jamón molidos antes de completar su cocción definitiva. En una «timba» de dominó o en una charla entre amigos, resulta un delicioso saladito para «bajar» los tragos.