Con visión de futuro, América Latina y el Caribe avanzan en un proceso de mejoras cualitativas de su oferta turística y transitan hacia la reconversión de muchas de sus instalaciones en alojamientos de alta categoría y lujo, con el propósito de atraer mayores volúmenes de viajeros de alta gama.

Una naturaleza, una cultura y una historia impresionantes junto a una abundante oferta hotelera de medio y alto estándar que han consolidado al Caribe y América Latina como un gran destino internacional, son el punto de partida para un objetivo de mediano y largo plazos que ha movilizado fuertes inversiones en México, Brasil, Costa Rica, República Dominicana, Panamá, Cuba, entre otros países grandes y pequeños de la región. Trabajan decididos a captar mayores ingresos una vez remontada la crisis internacional a partir de abrir líneas de lujo en sus servicios turísticos que resulten seductoras para viajeros de alto poder adquisitivo. Y lo hacen en tres direcciones fundamentales: la reconversión y recategorización de antiguos resorts y hoteles ya explotados por años, el desarrollo de nuevos proyectos y aperturas en puntos muy bien seleccionados que de origen salgan al mercado con su respectivo sello de distinción, exclusividad, lujo y respeto por el medio ambiente; y cada vez con más fuerza, en la emisión de campañas de promoción que contrarresten la percepción frecuente de que estos son destinos low cost con infraestructuras de alta calidad limitadas. Según un informe sobre tendencias globales recientemente divulgado por la Consultora Internacional Eu­ro­monitor, en el Caribe y América Latina sólo el 8 % de los hoteles forma parte de una cadena, lo que supone un amplio margen para apostar por el negocio de lujo. La propia institución subraya que si bien el viajero de lujo representa apenas un 3 % del total anual de turistas, este gasta ocho veces más que la media de los viajeros. El lujo tiene varias caras Muchas caras y aristas tiene el lujo y lo que va quedando en claro para los países caribeños y latinoamericanos es que el camino no es replicar modelos 7 estrellas, al estilo del muy famoso y excéntrico Burj Al-Arab, en Dubai, con 321 metros de altura, enchapes de oro y suites de hasta 30 000 dólares la noche; ni de enrolarse en planes como el que ha convertido a Necker, el islote caribeño privado de Sir Richard Branson, en una cosa del otro mundo, donde 24 horas de estancia cuestan 36 000 dólares. Se trata de no perder de vista que existen otros lujos, otras posibilidades, otros encantos, por cierto exclusivos e irrepetibles, y que pueden convertirse en una experiencia sin igual y disfrutarse a precios menos prohibitivos. Sólo hay que imaginarse, por ejemplo, en medio del más alto confort, despertar o ver el atardecer desde una suite a segundos de Machu Picchu o a la orilla del Caribe, cerca de la segunda barrera de coral del planeta, a pasos de una selva y a la vista de imponentes ruinas mayas; respirando el aire más puro del mundo en la Amazonia o en una aislada ensenada en las Antillas, lejos y a la vez cerca de la civilización. Altos ejecutivos del turismo mundial han insistido en la idea de que la crisis internacional debe aprovecharse para renovar la industria y que el sector tiene necesariamente que orientarse hacia conceptos más exigentes en lo económico y lo ecológico. Fue una de las grandes conclusiones de la Cumbre de Ministros y Secretarios de Estado de Turismo, celebrada en el marco de WTM, y estará entre los temas principales de la Agenda de FITUR, en su 30 edición. Esa concepción que combina lujo con naturaleza e incluso rusticidad y aventura, ha ido ganando terreno en los últimos años, de la Patagonia al Caribe. Es por ejemplo, el concepto de Marriott con el JW Guanacaste Resort & Spa en Costa Rica, que además de golf, tenis y playa, tiene un spa con tratamientos rituales indígenas, cocina molecular y platos típicos locales; o el hermoso Refugio, en Perú, una lujosa residencia de piedra y madera a 3 000 metros de altura, en el corazón de Los Andes. Se expanden las grandes cadenas y son frecuentes las aperturas de lujosos eco-resorts con gastronomía, suites y spas de primer nivel, facilidades para convenciones y campos de golf concebidos por los más famosos diseñadores del mundo, situados en parajes de inigualable belleza. Crece la oferta de lujo en polos como Punta del Este, Cancún, Riviera Maya, Punta Cana y Varadero; y proliferan los pequeños hoteles boutiques en ciudades, como Cartagena, con un toque rústico, en aislados parajes. Estos últimos, muy íntimos y en sitios realmente deslumbrantes, han alcanzado la mayor sofisticación y logran una efectiva atmósfera de exclusividad y aislamiento, complementada con facilidades como jacuzzi, Internet y servicios de yates o helicópteros; un balance tan armónico entre lo suntuoso y lo natural que despierta en ocasiones el deseo de llevarse todo a casa –y no precisamente en la memoria–, desde la vista y las sensaciones, hasta la habitación. Exclusividad del entorno, plenitud de los sentidos Sofisticación y seguridad, glamour y diferencia e innovación, reconocimiento de marca, exquisitez en el detalle y excelencia, son conceptos que distinguen a la oferta de lujo. Pero hoy la experiencia del lujo, sin quitar peso en la gastronomía y el servicio, la arquitectura y el diseño, ha puesto énfasis también en la exclusividad del entorno y en la plenitud de los sentidos: se ha hecho, también, el lujo de la experiencia. El viajero de lujo gasta ocho veces más que el turista promedio, pero también exige proporcionalmente más. A esa exigencia se ha unido el arma más poderosa que ha tenido el consumidor en toda su historia: Internet. Redes sociales como Facebook o Twitter son a menudo plaza de consulta para decidir sobre un viaje. O para quejas. Y aparecen servicios como Oyster Hotels Review, cuyos expertos visitan anónimamente los hoteles y publican críticas y fotos «objetivas» para desmontar las «manipulaciones» de algunas gerencias que intentan confundir a los clientes. Hay una clave para prosperar en este segmento: entregar lo prometido, ser auténtico. Nadie sabe a cuántos potenciales clientes puede alejar una mala crítica en la red. Y hay otra clave para que se reproduzca constantemente: preservar dos recursos sine qua non, la naturaleza y las culturas locales. Latinoamérica y el Caribe lo tienen todo: ruinas arqueológicas, historia y cultura milenarias; una gastronomía diversa y ancestral; una naturaleza que engloba cataratas, selvas, playas exóticas y volcanes. Varios de los accidentes geográficos más singulares del orbe: el Salto Ángel y las Cataratas de Iguazú, la Amazonia, el desierto de Atacama, el lago Titicaca, la isla de Ometepe… Además, regiones de misterio como la selva maya o Nazca, ciudades coloniales y otras de nivel mundial como Río de Janeiro, uno de los destinos más diversos y tolerantes del planeta. En 2014 la región tendrá, además, el Mundial de Fútbol, y los Juegos Olímpicos en 2016. Montevideo acaba de estrenar un moderno aeropuerto, Cancún renovó el suyo y la Riviera Maya planea tener su propia terminal. Plazas fuertes como República Dominicana y México, desarrollan su infraestructura de golf y un intenso calendario de torneos; mientras que Brasil, con 130 campos, fue declarado «Destino de Golf por Descubrir», por la Asociación Internacional de Touroperadores de Golf –hay más de 50 millones de jugadores de golf en el mundo que como norma tienen un perfil de elevado consumo por viaje y son fieles a los destinos que les agradan. Por otro lado, Panamá abrirá en 2011 una obra que pondrá a la región en la órbita de la gran arquitectura contemporánea, el BioMuseo, diseñado por Frank Gehry. Aumentan el interés por el universo gourmet y del vino (Brasil va camino a convertirse en el quinto consumidor mundial) y la inclinación hacia la comida orgánica, muy relacionada con las cocinas indígenas; y crece, también, el calendario de eventos culturales, muchos de ellos en zonas turísticas, y hace poco nació en Argentina la red Elysiants, «una suerte de Facebook de lujo» según sus organizadores, que ofrece a su exclusiva membresía «un mundo de lujo, de información y eventos VIPs». Sin dudas, América Latina y el Caribe se mueven hacia una mayor oferta para este segmento de turismo y el boom que está ocurriendo ya en algunas zonas, alcanzará su máximo desarrollo dentro de cinco años.

Mientras en el Caribe y América Latina aumenta la presencia de marcas hoteleras de alto estándar, otras se reorientan, como Barceló Premium Palace Deluxe, NH Luxury Resorts, Hilton, Four Seasons, Hyatt Regency, Paradisus, ME by Meliá, Le Meridien. En el Caribe mexicano, R. Dominicana y Jamaica creció AM Resorts; y estará en Aruba el próximo año, cuando abrirá el Hyatt Regency Curazao Golf Resort, Spa & Marina (campo de golf de 18 hoyos, diseñado por Pete Dye, en Curazao). Isla Pastor, en Panamá, tendrá en unos meses el lujoso Emerald Monkey Eco-Luxe Resort y la compañía Four Season estrenará tres hoteles en Brasil este año, con una inversión de 450 millones de dólares. Abrió nuevas suites Élite el complejo Casa de Campo, en La Romana; mientras Ritz Carlton, J.W. Marriott, Mandarin Oriental, Rosewood y Revolution Places se han interesado en Guanacaste, Costa Rica, el último con un megaproyecto de 800 millones de dólares en Punta Cacique, además de que tiene un proyecto de siete estrellas en Perú. Argentina prevé abrir cinco hoteles de 5 estrellas en los próximos dos años.

Algunos hoteles «joyas» del Caribe y América Latina Cap Juluca, Anguila Tabacon Grand Spa Thermal Resort, Parque Nacional Arenal, Costa Rica Biras Creek, Virgin Gorda, Islas Vírgenes Británicas Caneel Bay, Islas Vírgenes, EE.UU. Anse Chastanet, Soufriere, St. Lucía Hotel Villa Rolandi Thalasso SPA - Gourmet & Beach Club, Isla Mujeres, Cancún, México Chan Chich Lodge, Orange Walk District, Belice Etnia Pousada & Boutique, Trancoso, Bahía, Brasil Jamaica Inn., Ocho Ríos, Jamaica Jumby Bay Resort, Antigua