EN CUBA COBRA AUGE LA MODALIDAD DE TURISMO RELIGIOSO. NO SON POCOS QUIENES ARRIBAN A LA HABANA, SOBRE TODO PROCEDENTES DE EUROPA, CON LA INTENCIÓN DE CONOCER UNA CUBA DIFERENTE, A TRAVÉS DE LA VISITA A LOS TEMPLOS CATÓLICOS DONDE ABUNDAN LAS HUELLAS DEL VIEJO CONTINENTE, Y LA PARTICIPACIÓN EN CEREMONIAS POPULARES

Muchos son los motivos que puede tener quien enrumbe sus pasos por parajes desconocidos. Consciente de que toda vivencia tiene un saldo emocional que oxigena el alma, el viajero puede incluir en su agenda de interés el turismo cultural sobre la religión, o como algunos lo denominan, el turismo religioso: una de las mejores maneras de conocer el origen de las culturas y la historia de los países. Asociado en no pocos casos al fenómeno de la peregrinación, es común encontrar también quienes se interesen por la apreciación del arte relacionado con este rico universo o por participar en una ceremonia para conocer más de determinadas creencias.
En Cuba cada vez cobra más auge esta modalidad. No son pocos quienes arriban a La Habana, sobre todo procedentes de Europa, con la intención de conocer una Cuba diferente, a través de la visita a los templos católicos donde abundan las huellas del Viejo Continente, y la participación en ceremonias populares.
La primera iglesia construida por los españoles en la capital cubana ocupaba los terrenos de la actual Plaza de Armas, pero fue destruida por los piratas franceses en 1538. Quedan entonces otras en el Centro Histórico de La Habana, de belleza deslumbrante, que acaparan las miradas.
Construida como oratorio de los Hijos de San Ignacio de la orden de los Jesuitas, la Catedral de La Habana posee una decoración impresionante con importantes obras y reproducciones realizadas por el francés Juan Bautista Vermay. Allí, donde la primera piedra se colocó en 1748, se encuentran la capilla de Nuestra Señora de Loreto y numerosos atractivos para devotos y amantes del arte y la cultura.
La más antigua del país, la Iglesia del Espíritu Santo (declarada en 1773 como la única con derecho a otorgar protección a los perseguidos por las autoridades), se encuentra en el corazón de la Habana colonial. En 1638 se construyó la ermita, en su interior están las criptas funerarias descubiertas en 1953 y el sepulcro del obispo Gerónimo Valdés, hallado en 1936.
Situada en la Plaza del Cristo está la Iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje: destino final de la ceremonia del Vía Crucis que partía desde la Iglesia de San Francisco de Asís, localizada a pocos pasos de la Avenida del Puerto, donde también encontramos la Sacra Catedral Ortodoxa Rusa Nuestra Señora de Kazán, establecida en 2008. En 1899, tras la ocupación americana, Santo Cristo del Buen Viaje fue entregada a los padres agustinos norteamericanos, quienes edificaron en sus alrededores la residencia de los frailes, una escuela parroquial y el colegio privado de San Agustín.
Entre las tres joyas del Barroco Colonial de La Habana del siglo XVIII, clasifica la Iglesia de Santa Teresa de Jesús, aunque es poco conocida por estar fuera de las rutas turísticas frecuentes. El convento, destinado en un inicio a la orden religiosa de las Carmelitas Descalzas, más tarde fue deshabitado y en sus áreas se fundó otro con el nombre de María Auxiliadora, su nombre en la actualidad.
A dos manzanas de la Iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje podemos encontrar la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced, construida a mediados del siglo XVIII en estilo barroco y considerada una de las iglesias más suntuosas de toda La Habana. La fachada es sobria pero hermosa y contrasta con el esplendor interior, en el que predominan los suntuoso altares y murales, bóvedas con bellos frescos y una valiosa colección de pinturas antiguas.  Es un lugar elegido para las peregrinaciones de los devotos de la religión yoruba, pues en la santería la deidad Obatalá sincretiza con la Merced.
En los predios del conocido Barrio Chino de La Habana se construyó una iglesia décadas atrás para adorar a la Patrona del país, tal y como sucede en Santiago de Cuba. La Iglesia de la Virgen de La Caridad del Cobre, pintada de amarillo (color que identifica a la deidad), cada 8 de septiembre es el punto de encuentro de quienes no pueden viajar hasta el oriente del país y anhelan poner en sus manos una decisión importante de sus vidas.
En algunos templos en el Centro Histórico de La Habana ya no se realizan celebraciones litúrgicas, pero no faltan las motivaciones para visitarlos pues en la vida cultural del país tienen marcado protagonismo. Frente a la Bahía de La Habana, en la Iglesia de San Francisco de Paula, se estructuró una sala de conciertos para la llamada «música antigua» y una galería de arte. Mientras, el Oratorio San Felipe Neri (antigua sede de la Congregación de los Oratorianos, luego de la Orden de los Capuchinos y de la Congregación de los Padres Carmelitas Descalzos), acoge ahora una sala de conciertos en la que se contempla la actuación de relevantes músicos y agrupaciones como la Sinfónica del Instituto Superior de Arte, el Lyceum Mozartiano de La Habana, el Ensemble Cantiga Armónica y el Quinteto de Saxofones Arsis, entre otros. Así sucede también con el Convento de Belén, inmueble que quedó restaurado a finales de los años 90 del siglo XX, devolviéndole el esplendor a los espacios dedicados a las ciencias, como la torre noroeste del edificio, donde se sitúa el primer Museo Meteorológico de Cuba.
El Convento de San Francisco de Asís, devenido Complejo Monumental, ampara en su interior al Museo de Arte Sacro, con imágenes, piezas de orfebrería y arqueológicas, mobiliario y pinturas que son muestras de distintas escuelas de Latinoamérica, algunas de ellas pertenecientes a los fondos del Museo Nacional de Bellas Artes. La Basílica Menor acoge una sala de conciertos de gran popularidad por su magnífica acústica, sede  permanente de la Camerata Romeu y el Festival de Música Antigua de La Habana. En terreno aledaño, donde se erigía la cúpula de la iglesia, encontramos un jardín en homenaje de la Madre Teresa de Calcuta, con obras escultóricas de artistas contemporáneos y en el que se guardan las cenizas de importantes personalidades de la cultura cubana. También allí está la Catedral Ortodoxa de San Nicolás de Mira o Iglesia Ortodoxa Griega, creada en 2004.
Otros templos habaneros fuera del Centro Histórico merecen ser apreciados  pues le ofrecen al viajero la oportunidad de conocer una Cuba diferente, desde la mirada que recuerda uno de los lazos ascendentes de nuestra identidad.
La Bahía de La Habana invita a ser cruzada en dos lanchas, una con destino a Casablanca y la otra hacia Regla, donde se sitúa la iglesia de la Virgen de Regla, hoy Santuario Nacional. Se dice que la virgen negra, nombrada Patrona de la Bahía en 1708, es originaria de África y a sus pies se depositó la llave de San Cristóbal de La Habana. Cada 7 de septiembre, se realiza la procesión y la Virgen sale a la calle con todos sus ornamentos, se entonan cantos religiosos, se elevan plegarias y muchos asisten a la fiesta para cumplir una promesa.
Alejada del Centro Histórico de La Habana, en el Cotorro, está la Iglesia Parroquial de Santa María del Rosario, una reliquia del patrimonio cultural que fue bautizada por el Obispo de Espada como la «Catedral de los Campos de Cuba». Su altar mayor es considerado como único en la Isla con proporciones gigantescas: 10 m de ancho por 15 m de alto. Sus archivos y catacumbas son un valioso tesoro. En ella se conservan pinturas de santos del pintor Nicolás de la Escalera, tildadas de imprescindibles en la historia de la pintura cubana, sobre todo una de ellas, en la que se mostró por primera vez en un espacio como este, la figura de un negro esclavo.
Al suroeste de La Habana vale la pena llegar, específicamente al poblado de El Rincón, donde se encuentra el Santuario Nacional de San Lázaro, conocido en la religión yoruba como Babalú-Ayé. Allí, de manera especial, desde la víspera del 17 de diciembre y durante todo el día, se puede presenciar una de las más famosas manifestaciones de fervor religioso en Cuba. La peregrinación anual hasta esta iglesia es el pago a la concesión de una petición pero se hace de manera singular, según cada devoto, ya sea a pie, de rodillas, corriendo, sobre la cabeza o de cualquier otra forma que demuestre el agradecimiento con sacrificio.