- Gramado Brasil “a la europea”
¿Se puede imaginar "un Las Vegas" sin juegos de azar y sin tabaco? ¿Y unas Navidades que duran más dos meses? ¿Y jardines repletos de flores todo el año, con impecables avenidas por las que deambulan peatones y automóviles en armonía?
Se puede imaginar y además existe. Se trata de Gramado, una ciudad de 34 000 habitantes, situada en plena Sierra Gaucha, en el estado más meridional de Brasil, Rio Grande do Sul. Un lugar al que se le podría estampar la etiqueta de slow life, es decir: esa vocación europea por lo que viene denominándose "ciudades lentas". Gramado constituye, sin lugar a dudas, un enclave exótico que desafía a la clásica imagen que supuestamente caracteriza a ese país suramericano.
Para el viajero que llega por primera vez, la impresión es haber aterrizado en alguna población centroeuropea por la peculiar arquitectura de sus casas alpinas —incluidos los hoteles y restaurantes—. La segunda percepción es que quizá haya despertado en un parque temático de cartón piedra. Gramado es ambas cosas. También tiene algo de kitsch, en cuanto a los elementos decorativos recargados, pero lo sintamos como lo sintamos, el conjunto perceptivo resulta muy entrañable… siempre y cuando entremos en "el juego", porque el juego de Gramado es ¡la buena vida! Calidad en los servicios, elegancia en sus calles y comercios, excelencia en la oferta gastronómica y seguridad vial; componentes requeridos para pasar unas agradables vacaciones.
La economía de Gramado está dirigida al turismo, baste decir que cuenta con más de 100 restaurantes capaces de atender a 10 000 personas simultáneamente. Pero no siempre fue así. Su historia comienza a principios del siglo XIX con la llegada de los primeros emigrantes a esa región montañosa llena de acantilados rocosos, ríos, cascadas e intensa vegetación. Un escenario natural del que aun hoy el visitante puede disfrutar, desde el belvedere del Parque Knorr al contemplar el Valle de Quilombo.
A los primeros colonos —que fueron lusitanos— se les unieron los alemanes, seguidos por los italianos. Así fueron generando una herencia histórica que permanece viva, que es motivo evidente de orgullo y permanece en las costumbres, la gastronomía y en su peculiar arquitectura urbana.
Aunque las montañas de la Sierra Gaucha no superan los mil metros de altitud, en invierno (de junio a agosto) suele nevar y las casas toman el aspecto de chalés suizos de postal, con sus tejados blancos contrastando con el vívido rojo de las contraventanas. Este clima —tan diferente al resto del país— hace que muchos brasileños de otras regiones acudan a Gramado con la ilusión de ver el paisaje nevado. En verano (de noviembre a enero) florecen por doquier miles de hortensias que constituyen el símbolo de la ciudad. Es la época en la que se celebra la Navidad —¡que no es una Navidad cualquiera!—, y es, también, la temporada alta del sector turístico.
Turismo Emocional
Sé que estoy hablando de Brasil, pero sé que en Gramado no hay ni playa, ni voleibol ni carnavales ni samba. Hay otro tipo de eventos de carácter turístico, como la feria del chocolate Chocofest; el prestigiado Festival de Cine (www.festivaldegramado.com.br); la consolidada Feria de Turismo FESTURIS (www.festivalturismogramado.com.br), una de las más importantes de América del Sur, que este año ha alcanzado su 27ª edición.
Gramado tiene también varios parques temáticos para el disfrute del turismo familiar, como el Mini Mundo, un conjunto de réplicas en miniatura de casitas típicas, castillos, catedrales, molinos y ferrocarriles; el Lago Negro, un lugar encantador con juegos recreativos en un entorno natural; y el Snowland (www.snowlandgramado.com.br), un complejo de ocio "bajo cero" donde se puede esquiar todo el año. Y no me olvido de la Aldea de Papá Noel (www.papainoel.com), un lugar mágico para niños y mayores donde viven "los papás Noel" durante las fiestas navideñas junto a renos de carne y hueso.
Además, Gramado celebra un acontecimiento anual que congrega a casi dos millones de visitantes llamado Natal Luz (www.natalluzdegramadocom.br), las navidades más largas del mundo, desde el primero de noviembre y hasta el 12 de enero, donde la ciudad derrocha alegría y luce decorada con gran profusión de adornos. Durante los 73 días que se celebran los festejos navideños se suceden desfiles y atracciones teatrales casi a diario. Natal Luz es el mayor espectáculo navideño de Brasil. Un equipo de 500 personas (entre técnicos, actores y artistas plásticos) reproduce e interpreta los fastos del mediático acontecimiento de la venida de Jesucristo a este "valle de lágrimas". Todo un cóctel de carrozas, saltimbanquis, danzantes, patinadores, luz y sonido, cañones de nieve, rayos láser y fuegos artificiales que rondan un presupuesto de un millón de reales (más de 350.000 dólares americanos), cantidad que a buen seguro, y a tenor de los precios de los tickets de entrada (que oscilan entre 15 y 70 dólares), está bien invertida porque siempre genera pingües beneficios.
Todos los años se representan tres diferentes producciones, en diferentes lugares y en colosales escenarios construidos ad hoc: "La Fantástica Fábrica de Navidad", un viaje al imaginario de un niño que es llevado por un ángel a un mundo de fantasía, recreada en un inmenso plató de tramoyas y juguetes de atrezo; "Nativitaten", un espectáculo operístico al aire libre interpretado por varios tenores que se sitúan sobre unas plataformas ancladas en el lago Rita Bier, que en medio de destellos láser, potentes llamaradas y espectacular traca pirotécnica, ilumina la noche gramense; y el "Gran Desfile de Navidad", un show considerado como el más importante evento navideño de Brasil, que discurre por la Avenida de las Hortensias y en el que desfilan, entre sorpresas, carrozas alegóricas de los cinco continentes, gigantescos soldaditos de plomo y el exotismo de los Magos de Oriente. La marcha termina con una numerosa troupe de papás Noel que genera los momentos más emotivos del desfile, pues son verdaderos ancianos provistos de largas barbas blancas y provenientes de distintas regiones del país. ¡Un Papá Noel para cada niño! Conmovedor.
Gramado fue la tierra prometida para los europeos de antaño, y ahora es una ciudad "a la europea". Sinónimo de paz y tranquilidad, alejada del agobiante ritmo frenético de las grandes urbes, y donde, sobre todo, se respira el halo de la buena vida.