En 1978 las perdidas de la Chrysler ascendían a más de 160 millones de dólares teniendo una producción anual de más de 1 300 000 automóviles. Asi andaba la salud financiera de la compañía. Iacocca puso como condición ser el número uno de la empresa y contar con libertad absoluta para disponer cambios de cualquier tipo. Pensó entonces en una multinacional llamada Global Motors con la participación de Estados Unidos, Japón, Francia, Canadá, Alemania y otros, pero en aquellos tiempos las leyes antitrust norteamericanas no lo permitieron, ni siquiera la fusión Chrysler-American Motors que luego se llevo a cabo en 1987. Comenzó vendiendo el Simca de Francia y el grupo Rootes de Inglaterra, fabricante de los autos Hillman, Sunbeam, Singer y Humber; estas fábricas estaban casi en la quiebra. De los 35 subdirectores dejó solo a dos y luego eliminó el sistema de garantías por 5 años que ni siquiera la gigantesca General Motros podía mantener, pues costaba mas de 350 millones anuales. Entre otras medidas prohibió abusar de la especialización por considerar que la medida limita la iniciativa del individuo. Renovó todos los diseños y comenzó a proyectar nuevos autos económicos, llamados Serie K, para los próximos 4 años que pudieran usar motores de 4 cilindros con tracción delantera y que sus plataformas fueran usadas en la mayoría de los modelos de la Compañía. La Chrysler poseía, desde 1971, el 15% de la Mitsubisshi Motors del Japón. Iacocca amplio la colaboración e intercambio tecnológico para poder hacer frente a la crisis que ya amenazaba al país con la huida del Sha de Irán que disparó al doble el precio de la gasolina. Pero según el propio Iacocca lo que más le dolió fue verse obligado a vender a la General Dynamics, la desarrollada fábrica de autos de combate y tanques que poseía la Compañía en 348 millones de dólares. Mientras la economía del país se deterioraba, Lee formó un equipo de su entera confianza liderado por Hal Sperlich, más tarde presidente de la Chrysler, quien vino con otros compañeros de la Ford, y nombró a Generald Greenwald vice-presidente, acontecimiento que conmocionó a la industria automotriz norteamericana por tratarse del primer judío con un cargo tan alto en la historia de los 3 grandes. Entre 1979 y 1980 la presencia de la empresa en el mercado bajó a solo un 8%. Ya la única solución posible era pedir un gran préstamo al gobierno porque no tenían de donde sacar los 1 500 millones que necesitaban para no perecer. Uno de los argumentos más fuertes que esgrimió Iacocca ante el Congreso fue que de cerrar la Chrysler quedarían sin empleo mas de 600 000 personas y por tanto el gobierno tendría que pagar mas de 2 700 millones, tan solo en el primer año, por seguros de desempleo y prestaciones sociales, además existían antecedentes de prestamos gubernamentales a otras empresas, aunque no de tal envergadura. Por fin el préstamo fue aprobado y debía reintegrarse a fines de 1990. Iacocca dijo años después que si el gobierno hubiera sido entonces republicano, la Chrysler hubiera desaparecido. Aparecen en 1981 los primeros modelos K de 4 cilindros, 6 pasajeros, tracción delantera y capaces de rendir 9Km con 1 LT de gasolina en la ciudad. Fueron bautizados con los nombres Aries y Reliant según fueran Plymouth o Dodge. El éxito fue total; a continuación aparecieron los MPV (Vehiculo Multi-Propósito) Voyager y Caravan que se convirtieron rápidamente en los autos de mayor venta en la década del 80 en su categoría. Estos nuevos autos más el saneamiento de las finanzas, permitió reflotar a la Chrysler limitando la producción a unos 700 000 automóviles anuales con ganancias tales que el 15 de agosto de 1983 se pagó la deuda, 7 años antes de lo conveniado. Para Lee su felicidad no pudo ser completa pues tres meses antes había fallecido su querida Mary, compañera y esposa de toda la vida. Quedando solo con las fábricas de Estados Unidos, Canadá y México, la Chrysler recuperó su salud gracias al genio de Lee Iacocca, mago de las finanzas. El periódico Wall Street Journal publicó en junio de 1982: “Se rumora que Lee Iacocca desea ocupar un cargo público, pero no uno cualquiera, sino presidente de los Estados Unidos. Bueno, si puede serlo un actor de Hollywood, por que no un vendedor de autos de Detroit?”. Lee contesto medio en broma: “Sí, no voy a negar que me gustaría, pero solo por un año”. A fines del 83 suscribió nuevo contrato con la Chrysler por 3 años más. Ahí mismo terminaron las habladurías sobre su posible candidatura presidencial.