El notable pianista clásico de origen santiaguero Adonis González.
El baterista, orquestador y compositor Dafnis Prieto, único músico cubano que ha sido galardonado con la codiciada beca Genius Grant.
El saxofonista, arreglista y compositor Yosvany Terry, profesor en la Universidad de Harvard.

La realización del festival Artes de Cuba: From the island to the world (desde la Isla para el mundo) en el Centro John F. Kennedy de la ciudad de Washington D.C., en Estados Unidos, resulta una gran fiesta de la cultura artística y literaria de nuestro país y, a la vez, expresión de los mejores deseos de paz y armonía de todos los seres humanos de buena voluntad, en particular de los pueblos de dos naciones que, más allá de sus diferencias políticas, pueden avanzar en el camino de las relaciones, siempre que sea desde el respeto mutuo.
Entre los representantes de la cultura cubana que actuarán en el Kennedy Center de Washington D.C., los cultores de la música sobresalen de manera especial, tanto por su cuantía como por la notable maestría que los caracteriza. En este singular puente de amor y paz entre los pueblos resalta el hecho de que en la delegación cubana se integran creadores residentes en nuestro país y otros que son parte de la diáspora, pero que comparten idéntico amor por la tierra que los vio nacer.
En ese sentido de integración sin hacer distingo por el sitio donde se ha elegido residir, se destaca en la delegación cubana el grupo de compatriotas que se dedican a la práctica del primer gran lenguaje sonoro del pasado siglo xx, es decir, el jazz, entre ellos varios radicados en Estados Unidos. Sucede que los vínculos musicales entre Cuba y esa nación son de larga data, pues como Leonardo Acosta ha señalado en el ensayo «Interinfluencias y confluencias entre las músicas de Cuba y los Estados Unidos», publicado en el libro Culturas encontradas: Cuba y los Estados Unidos (eds. Hernández, Rafael y John H. Coatsworth. La Habana, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello y Centro de Estudios Latinoamericanos David Rockefeller, Universidad de Harvard, 2001):
«Las interrelaciones e influencias recíprocas en las expresiones musicales de Cuba y los Estados Unidos, sobre todo en música popular, han sido de tal magnitud que resulta imposible historiar una sin, al menos, mencionar a la otra, y aunque abundan los estudios sobre esta materia, el campo de investigación es aún muy amplio. Sin embargo, hay que considerar que, además de un proceso de intercambio o interinfluencias, debemos tener en cuenta otros dos fenómenos en el terreno de la música: la existencia de raíces comunes, por una parte, y un innegable paralelismo en el desarrollo de las formas musicales en uno y otro país, que nos permite ha­blar de confluencias más que de influencias».
No está de más recordar que tras el triunfo de la Revolución en 1959 y la ruptura de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, con el consiguiente cese del natural intercambio musical entre ambos países, el proceso migratorio de músicos nuestros hacia aquella nación, que antes había sido algo común y corriente entre muchos jazzistas de acá que deseaban ir a probar suerte a ver si conseguían realizar el sueño de ir a bailar a casa del trompo, se politizó a extremos antes nunca imaginados, fenómeno que empieza a cambiar a partir de la última década de la anterior centuria, cuando una nueva generación de cultores del jazz de nuestro país, con una muy sólida formación académica recibida en los conservatorios de la Isla, ante la cruda realidad económica de lo que se dio en llamar periodo especial, optan por irse a residir a Estados Unidos, donde a partir de su altísimo nivel como instrumentistas capaces de abordar cualquier estilo, no solo se mueven entre agrupaciones musicales de compatriotas, sino que han conseguido integrarse a la nómina de disímiles proyectos de jazzistas estadounidenses.
La relación entre las instituciones cubanas y la diáspora musical de la nación no fue fácil a partir de 1959. Probablemente, nunca se llegue a saber con certeza quién fue el que tiró la primera piedra: si los que afirmaron que el son se había ido de Cuba o los que se negaron a admitir que quienes se marchaban del país continuaban siendo cubanos. Lo cierto es que ese alimentarse de negaciones recíprocas, al margen de las contradicciones políticas, le hizo un enorme daño a nuestra cultura y en particular a la música, que, por la condición de ser también una industria, sufre presiones que no se dan en la literatura o las artes plásticas.
Poco a poco, y como señal de madurez, se ha ido restableciendo el derecho natural de la normal y fluida comunicación de la cultura cubana con nuestros músicos que viven en el exterior, relación que nunca debió ser cortada si se piensa en el gigantesco vacío creado, así como en la tristeza generada al borrar -sin querer o queriendo- una considerable porción de la memoria de este país.
Ello es parte de un fenómeno que catalogo como «procesual» dentro de la política cultural cubana en relación con la música y que tiene varios antecedentes, entre los cuales uno de los más cercanos en el tiempo es el hecho de que las producciones fonográficas registradas en la diáspora, desde la emisión correspondiente a 2009 pueden competir en Cubadisco, donde incluso algunas de ellas han sido galardonadas.
Así llegamos a un evento como Artes de Cuba: From the island to the world, donde por igual intervienen músicos residentes en Cuba como otros que son parte de la diáspora, y que comparten el hecho de haber sido formados en las maneras y hábitos de los centros docentes de Cuba. Semejante fenómeno, algo hasta hace poco impensable, además de ser reflejo del pensamiento sociocultural que se va imponiendo entre las nuevas generaciones de artistas e intelectuales de Cuba, es un llamado a la identificación de todos los nacidos en nuestra tierra, así como a echar abajo fronteras y extremas e internas incomprensiones. De ese modo se verifica que estos instrumentistas están unidos por idéntica sensibilidad epocal y, en no pocos casos, por haber crecido juntos en nuestras escuelas de música.
De tal suerte, en el ámbito de la música académica, una compositora como Keyla Orozco Alemán representará lo que afuera de nuestro país están haciendo figuras como Ileana Pérez Velázquez, Eduardo Morales-Caso, Ailem Carvajal, Louis Aguirre, Tania León (ganadora del prestigioso premio Fellowship Guggenheim en 2007), Sergio (Fernández) Barroso, Flores Chaviano, José Novás, Orlando Jacinto García, Yalil Guerra o Ramiro Valdés Puentes.
También yo pudiera hablar aquí extensamente de otro que intervendrá en estas jornadas: el notable pianista clásico de origen santiaguero Adonis González, hoy residente en Estados Unidos, quien se destacó desde sus días de estudios en el Instituto Superior de Arte y luego cuando ganó los principales premios en el Concurso de Música de la Uneac, el Concurso Festival Internacional Ernesto Lecuona, de La Habana, y el venezolano Teresa Carreño, y que tiene en el DVD Adiós a Cuba una deliciosa producción audiovisual que propone un diálogo entre la escuela romántica europea y el pianismo practicado en nuestro país a partir de mediados del siglo xix y durante principios del xx, heredero de aquel lenguaje, pero con remarcadas esencias criollas que lo han hecho perdurar hasta el presente en el repertorio de numerosos intérpretes.
O quizás sería conveniente referirse a algunos de nuestros jazzistas transterrados y que estarán en el jolgorio auspiciado por el Kennedy Center en Washington D.C., para difundir entre los estadounidenses parte de nuestro intenso quehacer artístico. Nombres como el de la cantante, flautista y percusionista Yaité Ramos Rodríguez, más conocida como «La Dame Blanche», hija del famoso trombonista Jesús Aguaje Ramos, con una carrera internacional impresionante, aunque en su tierra natal y de la que un día partió apenas se tengan noticias; o el saxofonista, profesor en la Universidad de Harvard, arreglista y compositor Yosvany Terry, hacedor de una harto interesante discografía, en la que brillan álbumes como Metamorphosis, Today’s opinion y New throned King, con un trabajo a partir de las raíces afrocubanas, pero no las de origen yoruba y que son las más recurrentes, sino con las procedentes de la cultura arará.
El prestigio alcanzado por estos músicos afincados en la diáspora se sintetiza a la perfección en el caso del baterista, orquestador y compositor Dafnis Prieto, único músico cubano que ha sido galardonado con la codiciada beca Genius Grant, otorgada por la Fundación MacArthuren New York, que no se trata de un premio a los logros del pasado, sino un estímulo monetario o una inversión en una persona con visión y originalidad, a fin de que pueda desarrollar su creatividad sin trabas económicas.
Fonogramas como About the Monks, Absolute Quintet,
Taking the Soul for a Walk, Si o Si Quartet / Live at Jazz Standard, Dafnis Prieto Proverb Trio o Triangles and Circles dan sobrado testimonio de las virtudes de este eminente baterista y compositor, oriundo del Condado, un barrio pobre y muy musical de Santa Clara, de donde gracias al nunca demasiado bien ponderado sistema de enseñanza artística cubana han surgido figuras como José Luis Cortés El Tosco o Dafnis Prieto, uno de nuestros compatriotas que expondrá su música en el festival Artes de Cuba: From the island to the world.
Por último, cabe señalar que la nómina de participantes en este evento corrobora que, en breves palabras, se es cubano, y un buen cubano por opción, se viva donde se viva. Y los cubanos todos podemos aportar nuestro granito de arena a ese sueño colectivo y esperanzador de cómo queremos sea el futuro del país que nos vio nacer. Un futuro al que con todos y para el bien de todos, como lo preconizó el Apóstol de la independencia cubana, José Martí, vivamos donde vivamos, estamos, de cierta manera, obligados a contribuir.