- La cofradía más musical de Trinidad
Todo empezó en un muelle, frente al mar, como si fuera una escena mítica de novela de amor. La joven recostada al hombre, presa del sonido de su voz. Él, desentrañándole los misterios, delineando sueños de guitarra y acordes, de vivir por y del pentagrama, de los anhelos. Así decidieron llamarse en principio: dúo Anhelos.
Lo recuerdan todavía, veinte años después, Liamer Lía Llorente Góngora y Eusebio Pachi Ruiz Silvén, fundadores de la cofradía más musical que ha tenido, tiene —¿acaso tendrá?— la tercera villa de Cuba, cofradía más allá del nombre que ostentan desde 1994, luego de haber participado en varios concursos y conseguir cierto prestigio en el gremio trovadoresco del país. «A partir de todo el sedimento y lo que habíamos logrado decidimos cambiar de nombre. En su acepción no religiosa, cofradía significa reunión de amigos con intereses comunes. Eso es lo que somos: personas que les gusta tener amigos, compartir nuestras ilusiones», comentan.
Y por tener amigos y compartir ilusiones se refieren a abrir las puertas de su casona —también bautizada con el nombre de la agrupación—, ubicada en la céntrica calle Real, en el centro histórico de Trinidad, para acoger a quienes deliran con la buena música, a los niños con inquietudes artísticas, a los visitantes foráneos que llegan buscando a estos seres naturales del oriente cubano —Lía nació en Moa, Holguín, y Pachi en Florida, Camagüey—, aplatanados desde el 2001 en la ciudad ubicada «cerca del mar y del monte».
«Pero ahora es que estamos arrancando», aluden después de celebrar estas dos décadas de entrega en el escenario, como si fuera poco arrasar con premios en las recientes ediciones del festival Cantándole al Sol, las ovaciones arrancadas en Argentina, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos y tantos otros países, o los proyectos que han mantenido a flote contra viento y marea.
La pasión de Lía y Pachi sobrepasa la guitarra y la interpretación. Ambos sucumben ante los niños. Por ellos erigieron el proyecto Musicarte, auspiciado por la Oficina del Conservador de la Ciudad de Trinidad y el Valle de los Ingenios, para que los pequeños pudieran explotar sus potencialidades artísticas, y luchar, desde el arte, contra la decadencia de valores.
«Trabajar con niños es parte de nuestra esencia —dice Lía—. Al principio queríamos hacer talleres semestrales con veinticinco niños. Empezamos con ochenta. Lo hacíamos todos los días en la tarde. Pachi organizó una orquesta de guitarras, hacíamos obras de teatro, de danza. Es muy reconfortante saber que de esa iniciativa surgieron instructores de arte, músicos y compositores que integran agrupaciones locales y nacionales».
«Yo conocí a Lía —agrega Pachi— comandando un movimiento de niños en Moa. Ella vive, muere y renace por ellos. Esa idea debía continuarse. A veces los adultos subvaloramos a los niños, y son capaces, como sucedió conmigo, de ofrecer una solución, de dar un argumento para completar una canción con esa ingenuidad y a la vez sabiduría que tienen. Eso me marcó. Hoy todavía nos sorprende alguno cuando nos llama en la calle y nos dice “profe”».
»Tú sabes que veinte años no es nada. Con esa edad uno quiere comerse el mundo. Queremos saldar la deuda de grabar un disco con todas las de la ley. Ese es nuestro sueño inmediato. Vamos a frenar cada proyecto que tengamos, desde los comunitarios hasta los personales, con tal de dejar registrado nuestro trabajo en un fonograma oficial, algo que resuma lo que es Cofradía en todo este tiempo. Tenemos una primera grabación que no funcionó, un disco en vivo grabado en el Centro Pablo, otras cosas a dúo y hasta un demo hecho en nuestra propia casa. Pero es tiempo de superar todo eso».
En 2008, el periodista José Luis Estrada Betancourt los calificaba como uno de los dúos vocales más impresionantes de los últimos tiempos en Cuba. «Mostrarnos como somos es lo que nos ha distinguido desde el principio —considera Pachi—. Cuando hay un encuentro, un festival de trovadores, casi todos terminan en nuestro cuarto.
Se trata de responder a la esencia de nuestro nombre: una cofradía que busca atraer amigos, ayudar a la gente. Tratamos de esquivar lo tradicional, lo trillado, para ser la mejor versión de nosotros mismos».
Quizás por el afán de reivindicar la canción en estos tiempos difíciles, por el amor que le profesan a la tierra trinitaria que los adoptó, no puede vivir sin escucharlos.
«Trinidad se quedó prendada de Pachi y de Lía, los acogió como una pasional amante, como una madre protectora, como una amiga eterna. Este dúo vino a traernos también un poco de jazz y un poco de blues, cuya instrumentación y melodía se derivan principalmente de la tradición musical afroamericana, con una cualidad rítmica, un fraseo, una producción de sonido y elementos de armonía especiales», asevera Anisley Miraz Lladosa, poetisa del terruño colonial, quien ha hilvanado versos junto a los trovadores.
Lía y Pachi no conocen el descanso. Desde hace pocos años sumaron a la travesía a la agrupación + Nuevo, con la voz prodigiosa de Lucimila Rodríguez del Rey, procedente del extinto dúo espirituano Aire y Madera. «Tenemos la inquietud de ampliar el formato para enriquecer nuestras canciones con arreglos y armonías de otros instrumentos. Cuando estuvimos juntos por Francia, comprendimos que teníamos química para el trabajo. Queremos que sean ellos quienes nos ayuden con el futuro disco», detalla Pachi.
A veinte años de aquel día en que soñaron juntos mientras contemplaban el mar desde el muelle, queda todo, pero multiplicado. Siguen buscando más arriba, como escribieran en la que ha resultado ser una de sus canciones más aclamadas. La muchacha de Moa y el joven floridano que un día anhelaron crear una cofradía de dos, hoy tienen a Trinidad atrapada en las cuerdas de su guitarra y de sus voces.