Suena el cañonazo, son las nueve de la noche. Ya no es leyenda; hace más de veinte años que Isabel Bustos y su compañía Danza-Teatro Retazos dejaron claro cuáles serían las reglas del juego: «Romper con estereotipos y convencionalismos para llegar a un público más amplio por medio de la exaltación del gesto natural y cotidiano, y de la expresión en sí misma; romper con los espacios preestablecidos e invadir las calles…».
Por este camino echó a andar Danza-Teatro Retazos, siguiendo una línea coreográfica regida por la sensopercepción del movimiento y el sentido altamente teatral y expresivo de la visualidad en la representación. Del tratamiento del gesto, de la acción, de las metáforas, frases y secuencias coreográficas, hasta la complicidad de las atmósferas teatrales, donde la banda sonora y la iluminación participan del entramado espacial.
Solo que, de un tiempo a esta parte, Isabel votó por desafiar las calles, los fantasmas y leyendas de esta mítica villa de San Cristóbal de La Habana. Su danza ha sabido volverse más atrevida y convocante, más sensual y emocionante, más trastornada y trepidante. Danzar en calles, plazas, parques y patios del casco histórico de la vieja Habana viene siendo una perenne obsesión. Gracias al acompañamiento de la Oficina del Historiador de la Ciudad, el Centro de Teatro de La Habana y el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, los anfitriones se vuelven pórticos de acogida para numerosos creadores y espectadores, de cuerpos que se reinventan ante las bondades de una Isla, de una ciudad y de su gente mágica.
En esta edición 23, junto a los habituales pasacalles, las intervenciones espaciales, los trabajos de las agrupaciones siempre fieles, oportuno es destacar la presencia de la Plataforma de Difusión DanzaSur y Danzas del Futuro, venidos desde Chile para compartir con muchos actores de la danza sobre el contexto sudamericano y experiencias cubanas. Diferentes juegos de presentación de agrupaciones y/o artistas, propuestas de vinculación y trabajo en red pautaron el trabajo colaborativo. Por su parte, el proyecto Danzas del Futuro actualizó la práctica de danza contemporánea en el espacio público, que busca generar el encuentro sensible entre los cuerpos, en tanto su convocatoria, abierta a la ciudadanía y a los artistas, posibilita el disfrute de la experiencia de ser un espectador activo.
Durante los días del Festival, fueron muchas las obras vistas por sorprendidos espectadores casuales, por el público avisado, por los vecinos y por todos los participantes en el encuentro. Compañías, agrupaciones y academias de diecisiete países (Alemania, Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, México, Italia, Noruega, Puerto Rico, Reino Unido, Suecia, Suiza, Uruguay), junto a más de treinta propuestas de casi toda Cuba, compartieron intereses similares y distantes. Muestras expositivas, videográficas, talleres y foros hablan de la madurez del Festival. Su serio y atinado diseño de programación, la coherente labor promocional y el hecho de poder contar con grupos de casi todo el país dejan sentir que sigue siendo el Festival Internacional de Danza en Paisajes Urbanos Habana Vieja, Ciudad en Movimiento ese evento necesario y esperado.
Igualmente, como una de las expresiones que acogieran Isabel y Retazos, regresó el Festival Internacional de Videodanza DV-Danza Habana, Movimiento y Ciudad, coincidiendo este año con el encuentro 2018 de la Red Iberoamericana de Videodanza (Rediv). La ocasión permitió recibir en Cuba a programadores, gestores, realizadores y directores de varios festivales de la manifestación en el mundo. La coreógrafa y realizadora suiza Jasmine Morand dictó un seminario-taller donde tecnología y danza propiciaron un fértil diálogo.
Y es que el Festival Danza Callejera, como se conoce, no se trata solo de un espacio visto por los ojos, sino de un espacio recorrido por los cuerpos desde las curvaturas de una ciudad presta para vestir sus primeros cinco siglos de vida. En ella, sabor y color se alían a la piedra, al polvo, al sol, a la mirada esquiva y cómplice del expectante voyeur, única manera de registrar el ambiente urbano y el añejo entorno arquitectónico de la urbe. Es volver a reunirnos al llamado del siempre certero cañonazo habanero que, como guardián fiel, persistirá en ver La Habana Vieja como una ciudad de danzas múltiples.