A la izquierda Quique Martínez, presidente de Ingenería del Arte, junto a José Manuel Fors y la arquitecta italiana Laura Roselli en el brindis de inauguración.

Pabellón de Cuba en la Bienal de Venecia

Entrevista a Quique Martínez, presidente de Ingeniería del Arte

Esta es quizás la más importante muestra de arte cubano contemporáneo que se haya presentado en Europa en la última década. Usted, que hizo posible toda la logística, ¿cómo percibe ese criterio?
La participación cubana en la 57 Bienal de Venecia resultó un evento excepcional, emocionante, extraordinario. El pabellón cubano, concebido como una exposición colectiva de quince artistas, representaba un gran reto que asumimos con la ilusión y el compromiso con que nuestra empresa ha llevado a término innumerables proyectos de arte desde la Décima Bienal de La Habana en el 2009.
Para esta ocasión Ingeniería del Arte no solo asumió el embalaje, transportación, acondicionamiento, montaje de la exposición y la gráfica, sino que asumió la producción y el aseguramiento de todas las acciones derivadas de la presencia cubana, lo cual suponía estructurar un engranaje múltiple y dilatado, que además debía adecuarse a las muy particulares condiciones de Venecia, una ciudad hermosísima, pero construida a partir de sus canales.
Esto, que parece sencillo al relatarlo, significó en términos concretos desplegar una estrategia pormenorizada: organizar desde la contratación del espacio, los pasajes aéreos y el hospedaje de los artistas, la documentación del proceso, el aseguramiento y organización de la inauguración. Ello como complemento a la transportación de las obras, el montaje particular de cada una de ellas en los espacios de la Biblioteca del Instituto Veneciano de las Artes y las Letras —sitio espléndido y complejo—, el intercambio y asistencia a cada artista según el carácter de su trabajo, desde las necesidades de un performance como el de Carlos Martiel o el emplazamiento de una gran escultura de escala urbana como la de Esterio Segura.

¿Cómo localizó un palacio veneciano disponible para la muestra cubana?
Como casi todo en la vida, una mezcla de perseverancia y azar. Ingeniería del Arte había acompañado la participación cubana en la 55 edición de la Bienal de Venecia. Desde ese momento habíamos tejido el gran sueño de conseguir una presencia autónoma, donde los artistas cubanos no compartieran el espacio con ningún otro país. El presidente del Consejo Nacional de las Artes Plásticas, desde ese año 2013, me propuso el desafío… Y ciertos acontecimientos de mi vida personal que me obligaron a guardar reposo de alguna manera favorecieron esas horas donde recuperé algunos contactos de una vieja agenda manuscrita… y me lancé a la aventura.
Con una colega hicimos una primera visita, recorrimos muchísimos espacios posibles en cuarenta y ocho horas. El Palacio Loredan fue el primer lugar de la lista. Estuve convencido desde el primer momento de que este sería el sitio perfecto. Pero la disciplina y la curiosidad nos hicieron recorrer toda Venecia según una larga lista de posibilidades que nos había organizado un colega arquitecto. Palacios casi extraviados en las intrincadas callejuelas venecianas que solo tenían unos metros disponibles, salas en excelentes edificaciones, pero donde solo podrían albergarse uno o dos artistas, museos que tenían disponibles únicamente espacios comunes muy contaminados…, todo ello homologado por astronómicos alquileres.
Así que mi primera corazonada quedaba verificada: el pabellón cubano a la 57 Bienal de Venecia estaría emplazado en el Palacio Loredan, uno de los espacios más céntricos y espaciosos que pudiera soñarse en Venecia, y a partir de ahí se desató la utopía.

¿Cuántos otros obstáculos logísticos fue necesario salvar?
Los obstáculos han sido interminables, creo incluso que lo siguen siendo, pues todavía estamos enfrascados en la devolución de las piezas. Unos de carácter objetivo, solucionables con recursos financieros; otros derivados de la complejidad de las obras o los espacios, que precisan más de nuestra capacidad resolutiva o experiencia en la organización de estos eventos. Por supuesto, también se presentaron obstáculos derivados de soluciones en el montaje que no siempre son acertadas.
En todos los casos procuro accionar atendiendo a la solución que considero óptima para el proyecto. Cuando me comprometo y me ilusiono en una empresa como esta del pabellón cubano en la Bienal de Venecia me distancio un poco de los dictados de los presupuestos y me apasiono con el resultado final, con la manera óptima con que debe mostrarse el trabajo de los artistas que participan en la exposición en sentido general y con las exigencias específicas de cada una de las instalaciones o piezas en lo particular. Pongo en ello todo mi empeño, sorteando los avatares lógicos —y los inesperados— que nos imponen empeños de esta naturaleza.
Lo cierto es que se creó una muy buena sinergia entre los artistas y el resto del equipo de asistentes y técnicos de montaje. Precisamente, esa mancomunión de voluntades contribuyó a que la exposición resultara atractiva, impecablemente bien montada, interesante en su variedad de obras, visiones y generaciones de artistas integrantes de la nómina… En resumen: un muy buen ejemplo de lo que es el arte cubano de hoy día.

¿Existe alguna estimación del público asistente, algún resumen de los criterios de críticos y prensa?
Pusimos un libro en la sala para que los visitantes dejaran sus impresiones. Resultó muy interesante, pues no se trataba de los criterios de la crítica especializada, que al final puedes rastrearlos en Internet, o de la conversación con tal o mas cual curador o especialista. Son visitantes de todo el mundo, y desde muy diversas perspectivas, quienes volcaron sus opiniones y muy especialmente las emociones que despertaron las distintas piezas o la exposición en su conjunto. Puedo asegurar que no existe absolutamente ningún criterio desfavorable.
Se trata de decenas y decenas de páginas en muchos idiomas, en ocasiones dibujos que inspira la propia exposición, aportando, desde la personal visión de cada visitante, una posibilidad de comunicación y relación con Cuba, sus artistas y su gente, y con este momento específico donde parece que se imponen «tiempos de intuición».