- Alicia Alonso amiga y ser humano irrepetible
Aunque soy cardiólogo intervencionista, siempre he sentido gran interés por el arte en general y por la fotografía en particular. En 2010 la Galería Taüll de Barcelona me propuso hacer una exposición y con la complicidad de su paciente-amigo y gran pintor, Antoni Vives Fierro, decidimos hacer una exposición conjunta que se titularía Las dos Cubas. Vives Fierro, gran conocedor de Cuba —un magnífico mural en el que intervino puede verse en el Hotel Nacional de La Habana—, me orientó qué sitios visitar. Entre sus muchos consejos me dijo que, si podía, intentase fotografiar a Alicia Alonso, ya que era un auténtico mito para los cubanos. Debo reconocer que hasta ese momento no tenía ningún conocimiento de ballet y poco sabía de la bailarina.
Casualidades difícilmente explicables me permitieron conocer a Alicia Alonso el 10 de febrero de 2011 y tomar mis primeras fotografías de ballet, en un ensayo en la Escuela del Ballet Nacional de Cuba. De esa primera experiencia pude constatar varios hechos sobre Alicia, en primer lugar su generosidad. Sin conocerme ni ser yo una persona de la menor relevancia en el mundo de la fotografía ni del ballet vino expresamente a la Escuela de Danza para dedicarme un ensayo y darme la oportunidad de fotografiarla, a sus 88 años y justo un día antes de salir de gira hacía Canadá con el Ballet Nacional. En segundo lugar, su carisma. Su presencia impresiona, va rodeada de un aurea que hace que cuando ella llega a cualquier lugar atrae absolutamente a todo el mundo. Sin ella pretenderlo, todo gira a su alrededor. La sensación que me causó fue verdaderamente impactante.
Ese día me di cuenta de que Alicia no necesita los ojos para ver. Mi pintora preferida es Frida Kahlo, y en su biografía, cuando estaba ingresada en el hospital a punto de sufrir la amputación de sus piernas, escribió: «Pies, para que os quiero, si tengo alas para volar». Alicia no necesita sus ojos para ver, para apreciar lo que sucede a su alrededor. Recuerdo cómo bailaba al son de la música, haciendo un maravilloso dúo con Sadaise Arencibia. Recuerdo cómo corregía los movimientos de su destacada alumna. Pero sobre todo recuerdo cómo a los pocos minutos de empezar el ensayo lo interrumpió para llamar mi atención. Habló con Mauricio Abreu y este vino hacía mí para decirme: «Guindo, dice Alicia que no esté usted tan cohibido, que se relaje y tome fotos desde donde quiera». ¡Alicia me estaba viendo, sabía cómo me sentía!
A los pocos meses Alicia y el Ballet Nacional de Cuba iniciaron su gira por España. En septiembre estrenaron en Barcelona. Cuando entregué mis fotografías a Pedro Simón en el palco del Teatro Tívoli, volvió a pasar algo mágico. Pedro le describía mis fotografías con detalle y con palabras técnicas que yo no entendía en absoluto. Recuerdo ver la cara de placer de Alicia diciendo: «Oh, ¡qué bonito!». Una vez más, Alicia lo estaba viendo, esta vez a través de los ojos de Pedro Simón. Pedro me regañó: «Cómo es que ha venido usted sin su cámara». Desde ese día he sido siempre invitado a tomar fotografías del Ballet Nacional de Cuba en sus ensayos o cualquiera de sus actuaciones, y lo hago siempre que tengo oportunidad.
En esa misma gira volví a vivir otra gran experiencia con Alicia y Pedro. Una vez más tuvieron un gran gesto de generosidad hacia mí, asistiendo a la exposición Las dos Cubas —la Cuba fotografiada por mí y la Cuba pintada por Vives Fierro—. Cuando nos trasladábamos en mi coche desde el hotel hacia la Galería Taüll les puse un CD con la grabación de la actuación del violonchelista catalán Pau Casals ante el presidente Kennedy en la Casa Blanca. La pieza que escuchamos en concreto fue El cant dels ocells (El canto de los pájaros), una canción de cuna tradicional catalana. Pedro se emocionó y me dijo: «Guindo, si un día ve usted que el Ballet Nacional la baila, recuerde que va a ser por su culpa», pero Alicia le corrigió: «Es preciosa, pero muy melancólica, y en mi vida no me permito la melancolía». Esta es, a mi juicio, otra de las grandes cualidades de Alicia: su coraje, su gran fuerza de voluntad, que hace que no se permita dejarse llevar por la tristeza.
Desde el momento en que conocí a Alicia me cautivó. Siento un profundo afecto y admiración hacia ella y soy muy afortunado de poder contar con su cariño y amistad. Aunque Alicia no se permita la melancolía, no pierdo la esperanza de ver algún día que el Ballet Nacional de Cuba baila El cant dels ocells.