Jon Alpert, el camarógrafo.
Junto a la autora de este trabajo.
Alpert en una de sus visitas a la familia campesina de Caimito que luego fue protagonista de su documental sobre Cuba.

En la pasada edición 74 de la Muestra Internacional del Arte Cinematográfico de Venecia, el festival de cine más antiguo del mundo, fue presentado el documental Cuba and the Cameraman (Cuba y el camarógrafo) por el director norteamericano Jon Alpert. Este famoso periodista investigativo y director de documentales ha viajado alrededor del mundo, reportando desde Vietnam, Camboya, Nicaragua, China, Filipinas, Afganistán y, por supuesto, desde Cuba. Con este país tiene un vínculo muy especial, en él ha filmado durante cuarenta años, documentando un periodo importante de la historia cubana.
El documental se concentra en los cambios y los procesos de construcción del Estado socialista no con una visión política, sino desde una perspectiva muy intimista y personal. Desde su primera vez en Cuba en 1972, Alpert encontró a varias personas que volvió a entrevistar en todas sus sucesivas estancias, estrechando vínculos de verdadera amistad con ellas. Logró entrevistar muchas veces a Fidel, lo siguió en su primera visita a Estados Unidos y hasta lo vio poco antes de su fallecimiento.
En Cuba and the Cameraman no se encuentran imágenes de una Cuba turística: no hay mojitos o brillantes Chevrolet de los años cincuenta, como en las revistas de turismo. Al contrario: hay grabados de provincias, de campesinos entre sus cañas y vacas, de trabajadores de los barrios marginales en sus luchas cotidianas por el sustento. Hay familias marcadas por la desgracia de la separación entre La Habana y Miami, con hijos que ven a las madres irse. Lo más importante es que todo está filmado con mucho respeto para ellos, no para mostrarlos en sus dificultades, sino para enseñar al espectador extranjero la tremenda fuerza del pueblo cubano en su vida diaria. Alpert no denuncia nada, no crítica nada: filma y enseña, para que todo el mundo pueda ver lo que nunca se ve de Cuba, siempre con sencillez y sensibilidad.
Ha viajado todo el mundo, por lugares muy diferentes y particulares, pero, como dijo él, con Cuba siempre tuvo un lazo especial. Fue el primer país al que viajó fuera de Estados Unidos, fuera de su realidad, en 1972. Y por supuesto: se enamoró. «En este tiempo todos queríamos ir a Cuba para ver cómo era. Yo era joven e idealista, y me quedé encantado viendo cómo este pueblo intentaba construirse un nuevo tipo de país». En Cuba and the Cameraman hay entrevistas a la gente en la calle e incluso filmaciones de niños de tercer grado estudiando Química, algo increíble para él y para el sistema escolar al que está acostumbrado.
Fue muy importante su lazo de amistad con Fidel; siempre tuvo el consentimiento del Comandante en contar la historia de Cuba durante un periodo tan largo. Desde el primer encuentro entre ambos en 1992, y en sucesivas entrevistas, le hizo a Fidel el tipo de preguntas que nadie ha hecho. «Siempre pude filmar con él lo que quise, fui muy respetuoso. Sin embargo, todavía, no sé por qué, no he podido filmar en un mercado, que es algo muy particular y a mí me encanta, la gente siempre me lo ha impedido. Así que si alguien logra grabar un video en un agro le agradecería mucho si me lo envía».
Un aspecto muy interesante de este documental es la relación entre la evolución de las historias de vida personal de la gente y la evolución tecnológica de los medios usados por el director. Cada vez que Alpert volvió a Cuba, a la distancia de cinco o diez años, entrevistó a los que llegaron a ser sus amigos, viendo cómo sus vidas cambiaron. Al mismo tiempo las cámaras usadas por él mejoraron: desde las rudimentarias hasta los iphones, así que las imágenes y el sonido en el documental cambian, evolucionan, y la percepción del espectador es la de estar ante una mutación temporal, técnica y narrativa.
Alpert fue testigo de cuarenta años de historia: historias personales, muy intimistas, e historia nacional.